Uno de los ingredientes claves en la frustración es el sentimiento de falta de control sobre los resultados de nuestro trabajo. En psicología, le llaman lugar de control, según lo ha descrito Julian Rotter y se menciona en el portal Intuit.com.


Quien cree en el control interno considera que comanda su propio destino. Y quien cree en el control externo es quien está convencido de que el suyo está dirigido por una fuerza superior, por Dios o cualquier otra autoridad.


Los hombres, las personas mayores y quienes ocupan cargos como superiores, han comprobado que son más internos que los de menor nivel en el escalafón, los más jóvenes y las mujeres. En general, lo ideal es tener un lugar de control interno ya que quienes consideran que pueden determinar el curso de sus vidas suelen ser personas que trabajan más duro, que se plantean metas y luchan por ellas y que se sienten mentalmente más satisfechas y entienden de mejor manera el sentido del logro cuando alcanzan lo que buscaban.


Si, por el contrario, eres una persona que se inclina a guiarse por un control externo es posible que siempre temas por los resultados de tu trabajo y tengas una vida agitada siempre. Sin embargo, puedes cambiar. Te diremos cómo.


Reconoce el poder de tus decisiones. El estar vivo nos obliga a tomar decenas de decisiones a diario que, acumuladas, suelen tener un impacto mayor en nuestras vidas. Cuando nos enfrentamos a una elección más importante, usualmente tenemos el control. Toma conciencia de ello.


Ponte objetivos realizables cada día. El sentir que puedes tener el control de las pequeñas metas que te plantees a diario te hará sentir más seguro e incrementará tu control interno.


Practica la toma de decisiones. Evalúa los pro y contra de cada opción y arriba a una conclusión.


Cambia tu manera de pensar. Si alguien piensa “Soy indefenso y no hay nada que pueda hacer por mí”, será mejor que cambie de parecer e intente encontrar la manera de cambiar las cosas.


Imagina cómo las cosas podrían empeorar. Las personas que tienen un bajo nivel de tolerancia a la frustración suelen ponerse mal frente al mínimo inconveniente que tengan. Para no ser así y ver las cosas de diferente manera, cuando te enfrentes a un problema, piensa que las cosas podrían haber sido peores y analiza otros posibles escenarios.


Practica la exposición. Puedes probar lo que en psicología llaman “Exposiciones”. Para esto, prueba hacer una lista de situaciones que te generan frustración tales como manejar en la ruta en hora pico. Y luego, apégate a esas circunstancias y pregúntate porqué te sientes frustrado y procura hacer algo para revertirlo.


Rediseña tu perspectiva. Debes poner la situación que te frustra en su contexto. Puedes pensar que si lo peor que te ha pasado y avergonzado es que tu jefe te rete frente a un cliente y lo calificarías con 7 puntos en una escala de 10, el hecho de tener que esperar más en el metro cada mañana es menos grave y puedes calificarlo con solo 2 puntos.


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