Lentamente, la conciencia sobre el cambio climático empieza a instalarse en la sociedad: las nuevas manifestaciones del ecologismo se extienden desde la demanda generalizada de políticas efectivas para frenar los efectos del calentamiento global, hasta las acciones que contribuyan a disminuir la generación de residuos por parte del ser humano; como por ejemplo, las últimas iniciativas para eliminar las bolsas de plástico en los supermercados y otras tiendas. Lo que hasta hace poco no habíamos puesto bajo el foco era la polución digital, derivada de la producción de energía necesaria para que la vasta red de ordenadores, servidores y otros dispositivos que conforman nuestro mundo virtual siga funcionando.


Las nuevas tecnologías suponen la base del ecosistema digital, a priori limpio, en el que viviremos las próximas décadas. Sin embargo, también tienen un coste para el planeta ya que, según Cleanfox -una startup que ha creado una aplicación que te permite vaciar tu bandeja de entrada de forma sencilla-; almacenar, indiscriminadamente, los emails que recibes es mucho más contaminante de lo que pensamos: nada menos que 10 gramos por cada correo electrónico que no borramos. Para quienes nos suscribimos a newsletters que no abrimos jamás o para quienes padecen el llamado 'Síndrome de Diógenes digital' -cuyo síntoma principal es no borrar ningún email o archivo que reciben-, esta noticia puede ser devastadora, pues estamos contribuyendo sin saberlo a la emisión de 1.000 millones de toneladas de CO2 al año.


El pasado enero, John McArthur, socio de la Brookings Institution -un importante 'think tank' con sede en Washington-, se preguntaba en un artículo publicado en la página del Foro Económico Mundial acerca de los tres mayores retos para la Humanidad en 2019. Y advertía, precisamente, de que uno de ellos es la actual vinculación entre el progreso y la degradación medioambiental: "Miles de millones de personas en todo el mundo aspiran justamente a tener mayores ingresos, pero las mejoras en la prosperidad deben ir acompañadas de reducciones en la emisión de carbono". Su alegato, escrito en el contexto del último Foro de Davos, alertaba a las grandes compañías y gobiernos del mundo sobre la posibilidad, cada vez más real, de que la temperatura media del planeta aumente de aquí a 2100 en más de 1,5 grados, el límite fijado en los Acuerdos de París.


Las emisiones de gases, disparadas por el 'streaming' y 'cloud'


uber-spotify


Un ejemplo claro de un avance tecnológico que no termina de ser ecológico es el negocio de la música en 'streaming'. Teóricamente, la distribución de álbumes y sencillos en formato digital debería ser más limpia que a través de CD's, casettes o vinilos. Pero, lo es solo a medias: un nuevo estudio publicado por la Universidad de Glasgow en Escocia, apunta a la reducción drástica de la producción de plástico asociado a la distribución de canciones y discos (desde las 61.000 toneladas en el año 2000 a las 8.000 toneladas en la actualidad); a la par que ha duplicado la emisión de CO2 y otros gases de efecto invernadero (desde 150.ooo toneladas a entre 250.000 y 350.000). Pero, ¿cómo es posible?


La explicación se basa en que, evidentemente, los formatos digitales no requieren de plásticos, por lo que poco más de un 10% de quienes compraban CD's o vinilos hace 20 años lo siguen haciendo. Por el contrario, para almacenar la imponderable cantidad de música que existe actualmente en la red se necesitan servidores tan potentes que, no solo consume muchísima energía para funcionar, sino que además un 40% de esa inmensa cantidad de energía se utiliza exclusivamente para enfriarlos. O, dicho de otro modo: son tan potentes que necesitan consumir casi el doble para mantenerse fríos y que no provoquen un incendio.


Esos mismos servidores, repartidos mundialmente, almacenan todos los emails que se mandan diariamente en todo el mundo -alrededor de 293.000 millones-, así como todos los archivos de audio, imagen o video que pueblan la red. Así, el 'cloud', podría no ser tan sostenible como se predica. Si bien es cierto que la eliminación de los formatos físicos de almacenamiento, han reducido notablemente la producción de residuos tóxicos como el plástico, queda por ver qué solución encuentran las empresas (y los particulares) para que sus archivos y correos electrónicos en la nube, emitan menos gases de efecto invernadero.


Actualidad Laboral / Con datos de La Información