En la columna de hoy me salgo un poco del tema laboral para contarles mi experiencia personal con el personaje de moda, el ingeniero Jorge Giordani. Este incidente ocurrió hace muchos años, específicamente en el año 1994, dos años después del intento de golpe de Estado contra el presidente en aquel momento Carlos Andrés Pérez y liderado por el fallecido comandante Hugo Chávez.

En aquellos años varias personalidades habían publicado avisos y comunicados en los periódicos de circulación nacional en el que apoyaban abiertamente la insurrección militar. Uno de los firmantes de esos comunicados era Héctor Ciavaldini, quien para aquella fecha trabajaba en Bariven y que luego cuando Chávez llegó a la Presidencia de Venezuela, fue designado presidente de Pdvsa.

El Sr. Ciavaldini demandó a Bariven y a Pdvsa por una suma bastante alta, alegando un supuesto acoso laboral infligido por Pdvsa y originado por su apoyo a los golpistas del cuatro de febrero. El escritorio de abogados para el que yo trabajaba en esa fecha fue contratado por Pdvsa y Bariven para encargarse de la defensa de las empresas en ese juicio.

Por cosas del destino, a mi jefe le surgió una complicación de última hora y me tocó a mí participar en la oportunidad de la rendición del testimonio de uno de los testigos presentados por el Sr. Ciavaldini. Ese testigo era Jorge Giordani. Solo como anécdota les menciono que el otro testigo presentado era el fallecido Dr. Edmundo Chirinos.

Como tenía muy poca experiencia (apenas 23 años y un año de graduado) la estrategia consistía en hacerle al testigo una gran cantidad de preguntas para que su testimonio se prolongase para otro día y así mi jefe pudiese preguntarle directamente. La verdad es que en ese momento me pareció una muy buena idea y una tarea muy sencilla de completar. Ante todo, los abogados cuando nos lo proponemos (o incluso sin proponérnoslo) somos muy buenos haciendo perder el tiempo a los demás.

Llegado el día fijado para que el testigo rindiese testimonio, el Sr. Giordani arribó puntual al tribunal. Estaba vestido con una guayabera blanca y un bolsito tejido de algo alusivo a la universidad de La Habana. Me acuerdo que se veía muy pulcro y humilde.

El testimonio duró casi cuatro horas y yo hacía justamente lo que me habían encomendado. Preguntaba y preguntaba, y el Sr. Giordani contestaba con una tranquilidad pasmosa. Algunas veces sus dichos contradecían la evidencia que teníamos, recuerdo que (quizás por mi juventud) durante el interrogatorio sus respuestas me hacían dudar de mi propia verdad o de la verdad de mi cliente. Sus respuestas eran tan bien elaboradas y su forma de hablar tan pausada que la realidad se transformaba en imaginación y la imaginación en realidad.

Terminó la hora del despacho del tribunal y como se me había ordenado, el testimonio del Sr. Giordani fue diferido para el día siguiente. Les aseguro que después de esa experiencia, y siendo al inicio de mi carrera, me pregunté en varias ocasiones si de verdad yo sería un buen abogado. Si había sudado la gota gorda con un señor tan mayor y humilde, lo que me esperaba con un testigo más agresivo iba a ser terrible.

Después de unos años el Sr. Giordani saltó al estrellato ocupando los más altos cargos del área de finanzas y les confieso que cada vez que daba una rueda de prensa explicando la situación económica del país, pintando un cuadro espectacular y esperanzador de la economía, lo imaginaba sentado en la silla de los testigos transformando la verdad en ficción y la ficción en verdad.

La actuación de Giordani en el Gobierno durante todos estos años, me habían convencido que al final ese abogado jovencito que lo interrogó como testigo en el juicio Ciavaldini no tenía ningún tipo de oportunidad contra este ciudadano. Ahora bien, los recientes acontecimientos relacionados con su salida del gobierno y, en especial, la forma y los argumentos utilizados en su reciente salida, ahora más bien me hacen pensar que me fue bastante bien, tuve suerte que al final no me convenciese de que sus respuestas a mis preguntas eran las correctas y verdaderas.

Por otro lado, después de conocer la historia de los testigos presentados por Ciavaldini, menos mal que me tocó interrogar a Giordani y no al Dr. Chirinos...eso si me hubiese traumatizado para siempre.

Por: Juan Carlos Varela / Abogado
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