13-03-2017
Según el populismo actual, los "empleos buenos" en el sector fabril estadounidense se "perdieron" por la competencia de las importaciones y los tratados de comercio. Pero este discurso no se compadece con los hechos, porque las importaciones también crean empleos.

Para empezar, muchos empleos tienen conexión directa con el comercio internacional. Piénsese en los estibadores que cargan y descargan los productos, los pilotos y tripulantes que los transportan por aire, los camioneros que lo hacen en tierra y los empleados de venta mayorista y minorista que administran y venden las existencias.

En segundo lugar, a menudo las importaciones proveen insumos más baratos que los que podrían conseguirse en Estados Unidos, lo que permite a los fabricantes estadounidenses competir mejor con las empresas extranjeras en los mercados de exportaciones y mantener su cuota de los mercados locales. En tercer lugar, la inversión extranjera directa (IED) ayuda a las empresas estadounidenses a adquirir ciertos insumos a menor costo y realizar más investigación y desarrollo y otras actividades.

Finalmente, no hay que olvidar que con lo que exportan a Estados Unidos, los extranjeros obtienen ingresos que les permiten a su vez importar bienes de Estados Unidos y otros países. El volumen adicional de exportaciones así generado mejora la calidad general de los empleos, porque la industria exportadora suele emplear a trabajadores más cualificados y con mejores salarios que las industrias que compiten con las importaciones.

Sin importaciones, muchos empleos que hoy existen desaparecerían. Según algunas estimaciones, los empleos relacionados con bienes de consumo importados suponen más de la mitad del precio de venta minorista. Muchos de esos bienes demandan provisión local de servicios con mano de obra estadounidense. Por ejemplo, no sería posible vender automóviles extranjeros si no hubiera piezas de repuesto y mecánicos para su mantenimiento.

El proceso de producción de cualquier manufactura o línea de manufacturas incluye por lo general varios pasos. Algunos exigen habilidades ingenieriles y técnicas considerables, mientras que otros demandan trabajadores relativamente poco cualificados. El alto nivel de capacitación general de la fuerza laboral de Estados Unidos confiere a sus empresas una ventaja sobre sus competidoras extranjeras.

Pero las empresas estadounidenses que dependen de componentes cuya producción no requiere capacitación y deben producirlos ellas mismas o comprárselos a proveedores locales caros estarán en desventaja en la competencia con empresas de otros países industriales que pueden importar los mismos insumos con menos coste, o con empresas de países donde la mano de obra poco cualificada es más barata.

Por otra parte, cuando las empresas estadounidenses pueden importar esos insumos por menos de lo que les costaría producirlos ellas mismas, pueden reducir el precio del producto final. Esto les permitirá mantener a raya a los competidores extranjeros en Estados Unidos y competir mejor en otros países. Los trabajadores cualificados alemanes y japoneses son caros, pero las empresas de esos países pueden competir en los mercados mundiales precisamente porque pueden subcontratar etapas de producción costosas que no demandan mano de obra cualificada.

Las importaciones de bajo coste, en vez de "destruir" empleos estadounidenses, en realidad los sostienen. Y cuando la mejora de la competitividad permite a las empresas expandirse en el mercado local y en el extranjero, crean incluso más puestos de trabajo. Pero si tuvieran que comprar insumos locales más caros, deberían reducir las ganancias o aumentar el precio de los productos. Si hacen lo primero, les será más difícil crecer y contratar más trabajadores; y si pierden dinero, tal vez deban despedir algunos. Si hacen lo segundo, es probable que pierdan cuota de mercado, y eso implica que necesitarán menos empleados para satisfacer la demanda.

La IED también ayuda a salvar empleos en Estados Unidos cuando las empresas que compiten con el extranjero deben elegir entre subcontratar a otros países tareas de poca capacitación o cerrar. Subcontratar algunos componentes puede aumentar la rentabilidad general del proceso de producción, pero también obliga a las empresas a divulgar propiedad intelectual y conocimientos. La IED permite a las empresas mantener el control de sus procesos propietarios y aumentar el empleo en las casas matrices o plantas estadounidenses.

Una última cuestión es que una reducción significativa de los ingresos por exportaciones de los países extranjeros los obligará a corregir la balanza de pagos. Si, por ejemplo, Estados Unidos decide reducir las importaciones, muchos de sus socios comerciales tendrán que reducir a su vez las suyas al no poder financiarlas, ya que en casi todo el mundo, las importaciones se financian con exportaciones. De modo que si Estados Unidos disminuye la compra de bienes al extranjero, sus exportaciones se reducirán más o menos en igual medida.

Eso llevará a pérdida de empleos en las industrias exportadoras, además de los empleos creados por las importaciones. E incluso si algunos de los estibadores, camioneros, empleados de casas matrices y otros trabajadores encuentran empleo en las industrias que reemplacen a los servicios relacionados con las importaciones, es probable que tengan que aceptar un salario menor.

Dada esta dinámica, ¿por qué se redujo la proporción del sector fabril en el total de empleos en Estados Unidos? Hoy casi toda la culpa se la llevan la competencia de las importaciones y los mecanismos preferenciales de comercio, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte firmado en 1994. Pero cuando aquellos adquirieron relevancia, hacía mucho que el empleo fabril (que tuvo su apogeo a fines de los setenta) estaba en declive.

Una explicación parcial es que las empresas subcontrataron más servicios, de modo que la proporción de empleo directo en la producción fabril puede parecer menor, aunque la cantidad de empleos relacionados con la producción de esas empresas tal vez sea la misma. Pero la mayoría de los analistas atribuyen el declive del empleo fabril a la mejora de la productividad. Para no perder competitividad, las empresas estadounidenses no tuvieron otra alternativa que desarrollar o adoptar técnicas, procesos y tecnologías nuevos.

Para que el empleo fabril se mantuviera a la par del aumento de producción y valor agregado del sector, la demanda de manufacturas tendría que haber aumentado mucho más rápido que en la realidad o los estadounidenses hubieran tenido que poner freno al crecimiento de la productividad. Lo segundo es la forma más segura de hacer que Estados Unidos sea pobre otra vez.

Actualidad Laboral / Con información de El Economista