Si se quiere realmente activar el aparato productivo, se requiere definir un conjunto de medidas de manera concertada entre los sectores público y privado, en otras palabras se necesita de la estrecha colaboración entre los productores y las instituciones responsables del diseño y articulación de las políticas públicas.

Un ejemplo claro de esta colaboración lo constituye el impulso al desarrollo del turismo. Varios países que en los últimos años han estimulado la participación de este sector en la generación de riqueza, han basado su estrategia, en una estrecha colaboración con los actores claves, en especial los encargados de la prestación directa de los servicios, mayoritariamente operados por el sector privado, entre ellos: transporte, hotelería, comercio, alimentación y otras actividades conexas, localizados tanto en centros urbanos, como en áreas rurales o de interés turístico particular, playas, montañas, selva, incluyendo monumentos, riqueza arqueológica o artesanal, entre otros.

Esto obliga al diseño de una estrategia producto del diálogo y la concertación entre los actores principales, tanto a nivel nacional como regional y local que incluya tanto a las autoridades oficiales como a los responsables por los servicios a prestar, dando especial énfasis a los encargados de la seguridad ciudadana, a la prestación de servicios de calidad, en el transporte, comunicaciones, agua, energía y saneamiento ambiental, entre otros. Sin olvidar la formación y capacitación de los recursos humanos requeridos para ofrecer la calidad exigida por los estándares internacionales, entre ellos trasmitir a la población la importancia del trato cordial y respetuoso con los visitantes, o sea diseminar la cultura del buen anfitrión.

Por lo tanto los países que han tenido éxito en la promoción de este sector, se han visto obligados a diseñar e implementar un plan estratégico a corto, mediano y largo plazo, que incluye la definición de las áreas de intervención, cuidando los impactos socio ambientales, y las exigencias en cuanto a la dotación de servicios y muy en especial la calidad de los mismos, incluyendo la atención sanitario asistencial y la existencia de los productos necesarios para la atención de los turistas.

De allí la importancia de lograr un amplio marco regulatorio resultado de la discusión y evaluación de las diversas contingencias asociadas a la compleja actividad turística, entre ellas la protección del medio ambiente, las normas de seguridad para las actividades del alto riesgo, entre otras. De otro lado es conveniente cuidar los aspectos fiscales ya que si bien la actividad debe generar recursos al fisco, los impuestos y tasas, deben tomar en cuenta la alta competitividad del negocio, ya que la oferta compite con múltiples destinos, dónde el precio final del servicio prestado por el operador debe ser atractivo para los clientes.

Finalmente el éxito de la iniciativa depende también del equilibrio macro económico ya que la estabilidad del sistema cambiario y de los precios son claves para la competitividad del sector en un mundo globalizado.

 

Por Maritza Izaguirre / Socióloga