Tiene 37 años y hace ya dos décadas decidió emprender. Con sólo 16 años Ottnayver Cadena dio sus primeros pasos como emprendedor, a los 18 formalizó su primera empresa.

Hoy en día, este joven es una referencia en materia de emprendimiento y franquicias en el país. Luego de varias experiencias, está al frente de una reconocida empresa que agrupa franquicias dedicadas a la venta de productos infantiles, y que cuenta con 11 establecimientos en diversas ciudades del territorio nacional: Grupo Mantra. Tiene planes de internacionalización y prevé incursionar paralelamente en otros sectores.

Cadena no sólo ha dedicado tiempo a construir una marca exitosa, también se ha preocupado por ayudar a otros a echar adelante sus ideas de negocio. Es uno de los fundadores del Ecosistema Nacional de Emprendimiento, es mentor de emprendimiento y encabeza un programa llamado Retro Mantra, un campamento de innovación y emprendimiento para jóvenes universitarios.

Le ha quedado tiempo para invertir en el área gremial, es Vicepresidente de la Cámara Venezolana de Franquicias, PROFRANQUICIAS.

Este es sólo el punto actual del camino recorrido por Ottnayver, pero ha sido mucho el trecho andado desde su adolescencia.

Ottnayver Cadena, proviene de una familia modesta. Su papá es académico, fundador del Instituto Pedagógico de Maturín, su mamá es ama de casa. Relata que en la década de los 80, cuando se desarrollaban paros de actividades en las universidades, sus padres podían pasar hasta cinco meses sin percibir salario, y vivían de una pequeña bodega en la que se vendía arroz, sardinas en lata, lechosa, huevos y pan. Cadena se refiere a esta fuente de ingreso familiar como “una bodeguita fea, horrenda, oscura”. Recuerda que en esa época de dificultades económicas su papá sembró en él la inquietud de emprender. “Me decía desde pequeñito cuando seas grande sé empresario”, cuenta.

Cadena con formación profesional en ingeniería y en administración, llegó entonces a la universidad con la “firme convicción de ser empresario”. En esa época inició un negocio relacionado con computadoras, pero no tuvo éxito. Argumenta que en el área tecnológica los márgenes de ganancia eran muy bajos.

Cambió completamente de producto y se dedicó a la venta de franelas en Aruba. “Yo prácticamente serví como exportador de franelas, pero metidas en una maleta, teniendo 16 años, sin permiso ni siquiera para salir del país. Después de un tercer viaje la inmigración de Aruba se dio cuenta que yo ando sin permiso, prácticamente un policía dijo: ya tú no entras más y si entras tienes que entrar con alguien mayor de edad. Entonces, en ese momento mi segundo negocio se vuelve a caer”, relata.

A partir de allí empieza  otro negocio en Venezuela vendiendo ropa entre sus amigos. Asegura que un buen día se percató de que tenía que abrir una tienda y lo hizo. “Tuve que comprársela con el dinero que no tenía prácticamente, a la mamá de amigo mío”, dice. Recuerda que la tienda se llamaba “Trapitos”, dedicada a la venta de productos para niños y de ropa de reconocidas maracas de moda. Para comprarla pidió a su papá que solicitara un crédito en el banco.

“Mis padres apostaron a mi, todo salió bien, mis negocios salieron bien y fui creciendo. Terminé siendo como el rey del pueblo, eso fue en Maturín. Era el que tenia la mejor tienda, los mejores productos, tenía casi el mercado de las mejores marcas y todo el mundo conocía las tiendas. Era una ciudad pequeña y estábamos creciendo, nos iba muy bien”, relata.

Cadena cuenta que el éxito terminó cuando llegó a esa ciudad un grupo español con todas sus marcas reconocidas. “Eso significó un monstruo de ese tamaño (que) nos quebró, a mi y a muchos de los que estábamos hacia el segmento medio, que era al que íbamos dirigidos”, expresa.

Llegó el momento de una nueva reinvención, dirigieron la estrategia hacia un segmento con mayor poder adquisitivo e hicieron una alianza con el grupo Casa Blanca para vender productos de “las mejores marcas del mundo”. También realizaron alianzas con reconocidas marcas de ropa y artículos deportivos. Esta etapa se vio afectada con una devaluación del bolívar y nuevamente se replantea el negocio.

Es así como Grupo Mantra inicia una nueva etapa. En esta tuvo que hacer diversos ajustes relacionados con los productos ofertados y superar dificultades que lo obligaron a iniciar un modelo de franquicia asociativa. Es socio de cada una de las tiendas de la marca abierta a nivel nacional.

Para el próximo año prevén traspasar las fronteras venezolanas con esta marca, pero manteniendo su presencia en el país. También evalúan la incursión en el sector alimentos.

Tomando en cuenta su experiencia, Ottnayver Cadena asegura que el fracaso es una oportunidad de aprendizaje: “El fracaso en Venezuela se ha convertido como un tabú del que ni a los empresarios ni a los emprendedores les gusta hablar, pero hay que entender que el fracaso es la otra cara de la moneda del éxito. Para llegar al éxito necesitas fracasar”, dice.

En un país en donde hay una alta tasa de emprendimiento, pero donde pocos negocios superan los tres años de vida, Ottnayver Cadena sostiene que es importante la formación y el acompañamiento a quien adelanta una idea de negocios.

Cadena está al frente de una iniciativa de formación en emprendimiento para jóvenes universitarios, llamada “Reto Mantra”. “Eso es mi forma de devolverle a la sociedad lo que he podido lograr aquí en Venezuela”, dice.

Luego del camino andado durante dos décadas, el empresario destaca que es importante que el emprendedor sienta pasión por lo que hace, y que persevere para superar las dificultades. “Los obstáculos, también te van a hacer crecer, sino tienes obstáculos no hay crecimiento”, asegura.

Actualidad Laboral/JM