Perspectivas
Pacto de sangre


En 1988 gobernaba nuestro país el Dr. Jaime Lusinchi, quien tenía la virtud de ser médico pediatra y por cosas de la vida terminó siendo Presidente de la República. Por ese entonces, regía un control de cambio y los niveles de corrupción administrativa eran incalculables. Según cuenta la leyenda, también se crearon muchas empresas estatales con el único propósito de favorecerse del diferencial cambiario; empresas que nunca importaron o produjeron bien alguno. Ese mismo año, un domingo 4 de diciembre, se realizaron las elecciones presidenciales en las cuales se dio victoria por mayoría absoluta al Sr. Carlos Andrés Pérez.

El Sr. Pérez fue un político altamente carismático que gobernaría por un plazo menor que el constitucional por temas de corrupción. Consiguió un país con desequilibrios macroeconómicos sin precedentes en la historia (desequilibrios que si me permiten opinar son juego de niños comparados con los actuales) y al tratar de arreglarlos sorteó saqueos y dos intentonas golpistas cuyos resultados a largo plazo todos conocemos suficientemente.

Al Sr. Pérez le debemos muchas malas prácticas de políticas públicas que se repiten en nuestros días, pero más que todo, le debemos esa regla general misteriosa por la cual ningún Presidente venezolano que sucediera a Pérez sería capaz de tocar los precios de la gasolina para corregir desequilibrios.

Casualmente, en 1988 se estrena un largometraje venezolano, una adaptación del cuento de Cortázar “Casa tomada” que llevaba por nombre “Pacto de Sangre”. Buscarla para verla lo tengo dentro de mis pendientes la próxima vez que vaya al pasillo de Ingeniería de mi UCV.

Ahora bien, si hacemos a un lado la profunda narración y los cientos de estudios que se han realizado sobre este cuento de Cortázar, el argumento de “Casa tomada” gira alrededor de una historia muy sencilla. Dos hermanos que juntos cuidan y mantienen meticulosamente una casa colonial muy antigua, en la cual vivieron siempre y a la cual adoran obsesivamente, deben abandonarla paulatinamente pues “los intrusos” comienzan a tomar partes de la casa. Primero “los intrusos” se manifiestan con extraños ruidos pero las incursiones acaban por tomar toda la casa y los hermanos tienen que irse, tirando la llave por la alcantarilla para que ningún desafortunado entrase a la casa tomada.

Cortázar nunca deja saber quiénes son o de dónde provienen estos intrusos, pero nos sorprende con la facilidad y resignación con la que permite que los dos hermanos abandonen la casa que tanto adoran, sin siquiera intentar luchar para recuperarla.

Justamente ayer, en el Primer Congreso de la Clase Obrera, el Presidente de la República realizó algunos anuncios económicos profundamente relacionados con el tema laboral con el simbolismo de un pacto de sangre. Entre ellos vale la pena resaltar: 1) la creación de un sistema de auditorías obreras (paralelas a las realizadas por el Ministerio del Trabajo) a cargo de un funcionario militar; 2) la creación de la Brigada Nacional Obrera para la protección del salario (seguramente para buscar a los especuladores y encarcelarlos) y 3) la creación de más milicias obreras antiterroristas cuya finalidad será evitar sabotajes en el sector energético y petrolero. La pregunta es obvia: si los trabajadores estarán de milicianos, fiscalizando precios y distribución justa de productos y en ofensiva contra la burguesía ¿quién producirá los bienes y servicios que se necesitan para levantar el país? ¿Cómo se logra estabilizar la economía con más controles, sin materia prima y sin producción?

En 1988 pasaron muchas cosas, entre ellas el estreno de “Pacto de sangre”. Hoy pareciera que un pacto de sangre no resolverá nuestros problemas laborales y mucho menos los problemas ciudadanos. Un “pacto de sangre con la clase obrera para tirar una ofensiva socialista” probablemente sea inadecuado para elevar la producción y palear el desabastecimiento. Más fiscalizaciones posiblemente sean innecesarias para bajar la inflación pues si los trabajadores no trabajan, posiblemente haya menos bienes de consumo y los que existan serán más caros (en el mercado paralelo no hay controles). Pareciera entonces que la economía de la patria conspira contra sí misma. Ojalá que los trabajadores entiendan que esta no es la vía para resolver las cosas y no conspiren contra ellos mismos.

He dicho varias veces en este espacio que no soy creyente de las casualidades, pero juzgue usted cuál es el panorama. Tal vez el simbolismo del pacto de sangre, por mera casualidad, nos lleve a ver similitudes con 1988. Tal vez (Dios quiera) yo estoy equivocado y este plan no creará más desabastecimiento y no haya similitudes con la historia de Cortázar, siendo que los dueños abandonen la casa tomada sin dar la pelea a los intrusos. Lo bueno es que al tomar una empresa el Estado no está legalmente obligado a reconocer beneficios. Por lo menos en este panorama no se incrementa el pasivo de nómina para el fisco.

En lo particular me dan algo de susto los días por venir, pero la incertidumbre es una de las sales de la vida y la capacidad de sortear lo incierto no es otra cosa que innovación. Nos tocará innovar y rezar que lo dueños de la casa no tiren las llaves por la alcantarilla.

Ángel Mendoza / Abogado

@angelmendozaqui