En 2013, un año después de que los bancos españoles fueran socorridos para evitarles una quiebra segura y dos años después de que Portugal y Grecia fueran rescatados económicamente, el Gobierno de Angela Merkel puso en marcha un programa especial dirigido a jóvenes europeos interesados en formarse profesionalmente o ya graduados pero en situación de desempleo. La meta del proyecto era fomentar su movilidad en territorio comunitario, subsidiando totalmente sus estudios en Alemania y su entrada al mercado laboral germano.

La iniciativa del Ministerio alemán de Trabajo y Asuntos Sociales fue bautizada MobiPro y definida como un "programa con el que los seleccionados aprenderán el idioma alemán y realizarán prácticas remuneradas durante seis semanas en empresas del país, para luego comenzar una formación dual durante un máximo de tres años y medio. Todo el programa está subvencionado y los participantes obtendrán un sueldo mensual de aprendices (alrededor de 810 euros netos)". La mayoría de quienes aprovecharon la oferta eran españoles.

Entonces, la tasa de desempleo juvenil rondaba el 60 por ciento en España. Buena parte de los españoles que vinieron a Alemania fueron acogidos en los ámbitos de la hotelería y la gastronomía; el personal cualificado recibió, sobre todo, puestos de trabajo en el área de asistencia a los enfermos y ancianos. Unos 7.500 sureuropeos en paro pasaron por Alemania gracias a MobiPro. No obstante, tras analizar el presupuesto del programa piloto –que ha costado 500 millones de euros–, el Gabinete alemán decidió suspenderlo.

¿Una buena idea, mal implementada?

Y es que, según el último reporte disponible, el número de personas que interrumpe el proceso de formación es muy alto: 40 por ciento de los aprendices. Un estudio financiero encargado por el Gobierno alemán apunta a que, entre 2013 y 2015, esa cuota era del 35 por ciento. Con miras a facilitar la integración de los sureuropeos –en su mayoría hombres– se amplió la oferta de cursos de alemán y actividades para el intercambio intercultural; pero, en poco tiempo, eso terminó triplicando la cantidad de recursos invertidos en cada joven.

MobiPro entró en vigor en 2013 con un presupuesto de 130 millones de euros. Apenas un año más tarde, debido a la demanda y la asistencia adicional ofrecida, los gastos del programa se habían elevado a 360 millones de euros. Sin embargo, eso no evitó que muchos de los jóvenes seleccionados abandonaran la formación y regresaran a sus países de origen. Las causas de ese fenómeno varían, dependiendo del experto consultado. Una profesora de idiomas sugiere que la elección de los beneficiarios de MobiPro dejó que desear.

"Muchos de los aprendices ya habían abandonado los estudios en el pasado o habían pasado mucho tiempo desempleados. Eran muy pocos los que tenían facilidad para el aprendizaje de una segunda lengua o interés genuino en Alemania. Y sin esos requisitos no se puede esperar que un candidato entienda a sus jefes alemanes o se haga entender en Alemania tras absolver en España un curso de alemán de seis meses", arguye la docente bajo condición de anonimato, alegando que MobiPro se ha vuelto un proyecto controvertido.

Lo laboral y lo humano

Alejandro Stranz, de la empresa de consultoría Humanus, con sede en Barcelona, coincide con la profesora de alemán. A su juicio, el proceso de selección debía haber puesto más énfasis en la motivación y la formación previa de los aprendices. "Casi cualquier candidato tuvo acceso a las subvenciones", dice Stranz antes de traer a colación otro factor importante: las relaciones interpersonales. "Si consideramos la estrechez de los nexos familiares en España, es de esperar que muchos tengan dificultades para soportar la vida en Alemania".

Juan Domínguez voló a Alemania para formarse durante tres años como montador electricista y, tras dos meses en la tierra de Goethe, ya quería regresarse a su Málaga natal. "En Alemania me sentí terriblemente solo", admite el joven de 24 años. La misma sensación afligió a cinco de los siete españoles contratados por Andreas Hintz para trabajar como aprendices en el hotel que dirige en Merklingen, Baden-Wurtemberg. A Hintz no le molesta que hayan renunciado al poco tiempo, pero le preocupa la situación laboral en Alemania.

"Necesitamos urgentemente aprendices. Si no los conseguimos, en veinte años este país ya no tendrá ni hoteles ni restaurantes", enfatiza Hintz. Alphons Brenninkmeijer coordina el capítulo español de la Fundación Porticus, que impulsa los programas filantrópicos de la cadena de tiendas por departamentos C&A. A sus ojos, proyectos como MobiPro sólo pueden funcionar si los aprendices son acogidos por familias en los lugares donde se forman. "Sólo así pueden vivir la cultura del país receptor, en lugar de aislarse", comenta.

Desde hace años y sin recurrir a ayudas estatales, Vicente Millán, gerente ejecutivo de la empresa TTA Personal, pone en contacto a profesionales españoles cualificados con compañías alemanas. Él sostiene que tanto los unos como las otras deben cofinanciar el contrato laboral. "Si no lo hacen, la voluntad para soportar presiones se debilita y desaparece, y la gente abandona el barco cuando afloran los problemas más insignificantes", explica Millán. En el caso de MobiPro, ni siquiera la subvención de 810 euros –que es mucho más de lo que reciben los aprendices alemanes– bastó para retener a quienes se sintieron como cuerpos extraños en Alemania.

Actualidad Laboral / Con información de DW