El 2016 trajo una serie de eventos que seguramente lo caracterizan como uno de transición. En el plano político mundial fue el año en que las encuestadoras se equivocaron repetidamente en sus predicciones, encontrando luego, como suele suceder, múltiples excusa al por qué no habían previsto los cambios.

Empezando por el Brexit Inglés y terminando tanto con la victoria de Donald Trump en las elecciones por estrecho margen en los Colegios Electorales, aunque con una minoría de 3 millones de votos en el recuento popular, y con la contundente derrota de la Reforma Constitucional en Italia, la rebelión de los electores contra a las políticas de globalización económica e inmigración irrestricta presagia cambios de fondo en políticas públicas de los países desarrollados. La voz de aquellos que se tipifican como rezagados, a quienes los beneficios de la globalización económica ha dejado atrás sin duda obligaran a cambios en lo que ha sido una tendencia desde finales de la 2ª Guerra Mundial. Las esperadas elecciones de Francia, Holanda y, probablemente Italia dirán cuán profundas deberán ser esas reformas.

En la región de Latinoamérica, la rebelión de los electores tomó otro camino, que parece haber revertido el péndulo a la izquierda iniciado por el Lula y Fidel con el artificio del Foro de Sao Paulo, y que trajo al poder gobiernos de izquierda al inicio del siglo. El triunfo contundente de la oposición venezolana en las elecciones legislativas que le dio 2/3 partes del parlamento, la derrota de Evo Morales en la consulta refrendaria para su reelección indefinida en Bolivia, la elección de Macri en Argentina y de PPK en Perú, la defenestración de Dilma Rouseff y el enjuiciamiento por corrupción de Lula da Silva en Brasil, y el sorpresivo triunfo del No en el referéndum sobre el acuerdo de paz en Colombia, claramente subrayan el rechazo de los pueblos a gobiernos que habían prometido equidad social y terminaron dando corrupción galopante. Solamente aquellos gobiernos como el venezolano y el nicaragüense que hicieron del proceso democrático una caricatura autoritaria lograron interinamente aferrarse a los resortes del poder.

En el plano económico, los efectos de estancamiento producidos por la crisis financiera del 2008, todavía persisten en Europa y Japón, pero Estados Unidos y China parecen haber navegado con más éxito el retorno a un crecimiento moderado. Mientras tanto, la mayoría de los países productores de materias primas, muchos de ellos latinoamericanos también parecen haber navegado bien la crisis con políticas macroeconómicas eficientes, que les mantuvo a raya la inflación y les preservó sus reservas monetarias. Como en tantas otras áreas, Venezuela lamentablemente resulta ser la excepción que establece la regla.

Dos eventos en materia energética seguramente condicionarán ese mercado en 2017. El primero es la clara determinación de Arabia Saudita para ir preparándose de manera paulatina para una era post petrolera, comenzando con la privatización parcial de su empresa nacional Saudi Aramco con lo que promete ser la OPA mas grande hasta la fecha. El segundo es el primer acuerdo entre Arabia Saudita y Rusia como principales factores de los países OPEP y no OPEP, para la estabilización de oferta y demanda en el mercado petrolero. Seguramente el éxito de este acuerdo dependerá de cómo el tercero en esta ecuación, el mundo de los productores de esquisto norteamericanos, reacciona ante ésta nueva realidad.

En Venezuela el desempeño económico no podría haber sido peor, o más a contrapelo de las tendencias mundiales y regionales. Contracción del 10% en el PIB, inflación desbordada que algunas analistas como Steve Hank aseveran que ya produjo un evento hiperinflacionario en el mes de noviembre, y para colmo unas marchas y contramarchas en la implementación de un nuevo cono monetario que desde hace meses se veía inevitable por las política inflacionarias gubernamentales, han acrecentado el calvario económico en lo que debería ser una época de paz, reencuentro y descanso.

No hay que ser adivino para saber que el haber horadado el único ahorro de los más humildes con una medida de anulación de valor de los billetes de Bs 100 probablemente inconstitucional e ilegal, cobrará su costo político más temprano que tarde. Pero los venezolanos son un pueblo paciente y democrático que obligará a un cambio profundo en lo económico y lo político para retomar la senda de crecimiento que ellos se merecen.

Y con esa profunda convicción alimentando un optimismo para el que no pareciera haber motivo en este momento, este humilde comentarista se despide por ahora, para reencontrarnos del otro lado del nuevo año, en la esperanza que el 2017 por fin sea el nuestro.

Aurelio F. Concheso / Ingeniero

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@aconcheso