La situación de las líneas aéreas y el acceso a pasajes para salir del país, no ha tenido la resonancia lógica en la sociedad. La voces que se han alzado en torno a este tema provienen del ámbito gremial, agencias de viajes, Conseturismo y la Asociación de Líneas Aéreas de Venezuela, especialmente.
El cuento de que es una trivialidad protestar porque nos están quitando las vacaciones y no lo hacemos con el mismo fervor ante problemas mucho más graves que enfrenta el país, es una visión terriblemente reduccionista de las implicaciones que tienen las actuales circunstancias aéreas en Venezuela.
La tremenda limitación a la libertad de tránsito de los ciudadanos que produce la disminución, por no decir eliminación, de los boletos internacionales, atenta contra los más elementales derechos de la población, ojo, y no exagero con esto.
Hace rato que Venezuela se ha convertido en una nación que expulsa a sus hijos, pero ahora las madres, hermanas, novias, amigas, amigos no pueden, óigase bien, no pueden ayudar, apoyar, visitar, a sus emigrados. Un familiar enfermo, una hija que tiene un bebé, una necesidad de salud… nada de esto tiene peso ante los dimes y diretes de la relación entre el gobierno (si es que se puede llamar así) y las líneas aéreas.
Pero además, cómo queda la movilidad de trabajadores entre los países. Los venezolanos que desarrollan trabajos en el exterior y extranjeros que vienen al país por negocios, proyectos, nuevas empresas y emprendimientos, están expuestos a una magna incertidumbre en sus necesidades de viaje; cómo calcular costos, cómo hacer hojas de ruta con periodos establecidos para cumplimiento de actividades.
Sería una osadía tratar de hacer aquí un análisis económico de la situación, de quién tiene o no la razón, pero lo que sí se puede decir es que, como siempre, la cuerda se está deshilachando por el lado más delgado.
Entre el gobierno que dice que no le debe nada a las líneas aéreas, que en forma arrogante las amenaza con que la que se vaya ¡no vuelve más! y, como guinda del pastel, pone a su ministro de turismo a culpar a los “raspacupos” por esta situación; y las líneas aéreas que sin ninguna consideración, deciden minimizar cupos, peor aún, suspender el viaje de personas que ya compraron sus boletos, los ciudadanos se encuentran indefensos, a la deriva, sin autoridad a la cual acudir para solventar el problema.
Esto es una demostración más de la negligencia, irresponsabilidad e ineficiencia con que se dirige el destino del país. Que este problema no se haya podido solventar en 7 meses sólo hace evidente que desde el poder no se toman decisiones adecuadas y oportunas. La inacción del gobierno es, con mucha diferencia, peor que la increíblemente mala gestión que “adelanta”.
Noemí Cendón Tizón / Periodista
@serena1105