Era una mañana increíblemente calurosa, recuerda Aline Galvão, cuando ella y una colega, acompañadas por la policía, inspeccionaron una explotación arrocera en el sureño estado brasileño de Rio Grande do Sul. Querían comprobar si las denuncias que habían recibido por teléfono eran ciertas.
Aline Galvão es inspectora de trabajo de la región de Uruguaiana, a 630 kilómetros de la ciudad de Porto Alegre, y ha visto muchas cosas. Pero ese día de marzo, ella y sus colegas rescataron de una vez a más trabajadores que nunca, 85 hombres, de unas condiciones de trabajo semejantes a la esclavitud.
El legado de la esclavitud
La liberación de los trabajadores en marzo de este año causó conmoción pública en Brasil, también porque estaba implicada BASF, una conocida empresa alemana. Pero, por desgracia, estas condiciones de trabajo no son una excepción en el país sudamericano, especialmente en el sector agrícola o en el ámbito de las trabajadoras domésticas.
El año pasado, más de 2.500 personas fueron liberadas de empleos inhumanos. Este año, más de 1.400 personas habían sido liberadas hasta mediados de junio.
Estas cifras dan una idea de la magnitud del problema del trabajo en condiciones de esclavitud que sigue existiendo en Brasil. Por ello, el gobierno del presidente Lula da Silva anunció a mediados de junio el lanzamiento de una nueva campaña para combatir de forma más intensa y coordinada el trabajo forzado, las jornadas laborales desproporcionadas y las restricciones a la libertad de desplazamiento por supuestas deudas con los empresarios.
Colchones sucios sobre suelo sucio: en la granja "Sao Joaquim" los alojamientos son extremadamente precarios.Colchones sucios sobre suelo sucio: en la granja "Sao Joaquim" los alojamientos son extremadamente precarios.
Colchones sucios sobre suelo sucio: en la granja "Sao Joaquim" los alojamientos son extremadamente precarios.Imagen: Ministério do Trabalho e Emprego (MTE) / Ministério Público do Trabalho (MPT)
Las condiciones en la explotación arrocera de Uruguaiana eran peores de lo esperado. "Los trabajadores comían en el suelo sucio, apenas había sombra y las temperaturas rondaban los 40 grados", explicó la inspectora de trabajo Aline Galvão, en entrevista con DW. "No había dónde guardar la comida que ellos mismos traían, así que parte de ella ya se había echado a perder a la hora de comer y había que tirarla".
Galvão y sus colegas también encontraron once menores entre los trabajadores. No había instalaciones sanitarias, ni siquiera agua corriente. Uno de los trabajadores rescatados, Delmar dos Santos da Silva, cuenta a DW: "A menudo traíamos cuchillos de casa. No había suficientes herramientas para cortar las malas hierbas".
4.500 euros de indemnización por trabajador
¿Quién es responsable de estas condiciones de esclavitud? Según el ministerio de Trabajo brasileño, la empresa química alemana BASF es "la verdadera empleadora en las plantaciones de arroz", y no algunos subcontratistas. La autoridad explicó a DW: BASF era el proveedor de semillas y supervisaba las diferentes fases del cultivo.
BASF acordó en mayo un pago del equivalente a 1,73 millones de euros con el ministerio Fiscal responsable de la legislación laboral. Del pago acordado, 1,25 millones de euros se destinarán a proyectos sociales que aborden las condiciones de trabajo inhumanas. Cada uno de los 85 trabajadores recibirá una indemnización de unos 4.500 euros. Además, se impondrán multas e indemnizaciones por despido.
Delmar dos Santos da Silva espera que, gracias a la presión de la esfera política y la sociedad, en el futuro haya menos condiciones de trabajo similares a la esclavitud en Brasil: "Pienso sobre todo en mis hijos y nietos. No quiero que tengan que aceptar trabajos como el mío".
Actualidad Laboral / Con información de DW