El surgimiento de comunidades de aprendizaje puede producirse en contextos diversos. En este artículo se expone brevemente el caso de las comunidades de aprendizaje en el trabajo con base a los trabajos de Scardamalia y Bereiter (en De Laat y Simons, 2002), quienes han planteado la noción de comunidad constructora de conocimientos [1]. Estos autores hablan de una comunidad de este tipo cuando existe una cultura formativa que busca impulsar los conocimientos colectivos que, en consecuencia, apoya el progreso de cada integrante de la comunidad. Las organizaciones que adoptan esta estrategia deben pasar del aprendizaje hacia la construcción de conocimientos colectivos.

La perspectiva acá planteada implica que el sujeto que aprende sea tratado como un participante de una ¨organización auto formativa¨ y no cómo un cliente a quien impartir conocimientos. Por ello, se estimula que los participantes intenten producir elementos cognitivos que se presten por sí mismos al debate, la comprobación y otros criterios, y comprendan que su objetivo principal consiste en generar y mejorar dichos objetos cognitivos.

Con la noción de construcción del conocimiento, Scardamalia y Bereiter han formulado una perspectiva socioconstructivista del aprendizaje según la cual el conocimiento es situado y repartido, y la formación es considerada como un proceso participativo en las diversas comunidades que comparten, consensuan y hacen avanzar el conocimiento. De ese modo, se abandona la idea de que el conocimiento es exclusivamente un activo radicado en la mente del ciudadano. La concepción del conocimiento como recurso o producto, como algo que puede crearse, mejorarse o cuyos usos pueden reinventarse, se pone en práctica en las comunidades constructoras de conocimiento. Con base a lo planteado por estos autores, el proceso de construcción de conocimientos puede caracterizarse de la manera siguiente:

  1. Es un proceso centrado en problemas y en la comprensión de los mismos: el eje principal son los problemas planteados, y los miembros de la comunidad participan en producir y elaborar teorías que expliquen ideas cada vez más divergentes y aparentemente contrapuestas, como se evidencia al intentar resolver dichos problemas;

  2. Se trata de comunidades abiertas y descentralizadas de construcción de conocimientos centradas en conocimientos colectivos, que deben generar interacciones sociales para producir respuestas constructivas a la labor mutua y asegurar que la comunidad trabaja ante todo con su comprensión colectiva.


En el contexto de la formación a través de prácticas de trabajo, suele hablarse del término comunidades de la práctica (Lave y Wenger, 1991; Wenger, 2000). Por una parte, Lave y Wenger (2000) describen el aprendizaje como una participación periférica legítima en diversas comunidades2, de allí entonces que la formación en el lugar de trabajo puede entenderse óptimamente si se analizan las comunidades que se forman o agrupan y las identidades personales que se modifican. El objetivo central para este tipo de formación es convertirse en un profesional de la práctica, y no aprender sobre la práctica. En una comunidad de la práctica, los participantes comparten intereses comunes en el ámbito de trabajo; se agrupan con el fin de ayudarse recíprocamente y resolver problemas; y comparten y crean cooperativamente conocimiento.

Así pues, una comunidad de la práctica es un grupo de personas ligado informalmente por una práctica común relativa a un conjunto de problemas3. Dicho grupo suele, típicamente, resolver problemas, debatir opiniones, compartir información, hablar sobre sus vidas y ambiciones, tutelarse y orientarse mutuamente, planificar actividades comunitarias y desarrollar herramientas y estructuras que pasen a formar parte del conocimiento común de la comunidad. Con el tiempo, estas interacciones y relaciones mutuas van constituyendo un cuerpo común de conocimientos y un sentimiento de identidad. Generan una estructura social informal puesta en marcha por sus propios miembros y que reflexiona sobre su formación colectiva la cual, con base a lo planteado por Wenger (2000), puede definirse mediante tres criterios en torno a:

  1. Sus temas y objetivos: una empresa conjunta, redefinida y continuamente consensuada por sus propios miembros;

  2. Su funcionamiento: un compromiso recíproco que vincula a sus miembros dentro de una entidad social;

  3. Las capacidades que produce: el inventario común de recursos comunitarios (procedimientos, sensibilidades, artefactos, vocabulario, estilos, etc.) que los miembros van desarrollando con el tiempo.


 

[1] De Laat, Marteen y Robert-Jan Simons (2002). El Aprendizaje Colectivo: Perspectivas Teóricas y Modelos que apoyan la Formación Coordinada. Formacion Profesional No. 27, pp. 14-27.

2 Lave, J. & Wenger, E. (1991) Situated Learning: Legitímate Peripheral Participation. Cambridge: Cambridge University Press.

3 Wenger, E. (1998). Communities of Practice: Learning, Mearning and Identity. Cambridge, UK: Cambridge University Press.

 Teodoro Campos/Doctor en Desarrollo de RRHH (GWU).

@teodorocampos