En un mundo globalizado, en el que los ahorros e inversiones de cartera pueden ir de un país a otro electrónicamente en milisegundos, la confianza es un elemento esencial. Hasta los chinos invierten en letras del tesoro de Estados Unidos a pesar de su bajo rendimiento porque tienen confianza en que sus ahorros en ese instrumento están protegidos.

La reflexión vine a colación, porque en un excelente artículo en el portal Prodavinci, titulado “10 reformas de la política energética para rescatar la industria petrolera”, André Guevara de la Vega y Carlos Bellorín esbozan unos cambios que nos atrevemos a decir se asemeja a un consenso sobre los pasos a tomar, que probablemente comparten inclusive muchos de los dirigentes y técnicos del gobierno. No son cambios drásticos, nada que no hayan hecho nuestros vecinos en los últimos años, incluido México, donde desde hace 80 años el petróleo estatal tenía más jerarquía de religión que en Venezuela. Es más, en un inicio nada que no se pueda hacer con la Ley de Hidrocarburos que promulgó por habilitante el comandante Chávez. Por demás el planteamiento es oportuno porque complementa lo que pareciera ser otro consenso; el que sin una recuperación de la industria petrolera en su conjunto le va a ser muy difícil que no imposible al país salir del foso en el que han logrado meterlo.

Todo lo que ahí se plantea requiere que las empresas petroleras que vayan a arriesgar el capital de sus accionistas, los bancos que les vayan a extender líneas de crédito, los acreedores de PDVSA y la Nación y hasta los propios ahorristas venezolanos, tengan confianza en que un nuevo marco legal y un nuevo relacionamiento  con el estado, la empresa estatal y los productores privados que vayan a entrar, efectivamente se va a mantener en el tiempo. Porque si a ver vamos, Venezuela tiene una gigantesca tarea ante sí para recuperar credibilidad y confianza.

Llegado a este punto algunos pensarán, claro el Presidente Maduro ha hecho que se pierda confianza en el país, o que eso ha sucedido desde que Chávez llegó al poder. Lamentablemente no es así, ante la pregunta de Zavalita en frente del bar La Catedral en la novela de Vargas Llosa, el momento en que la confianza se perdió es difícil de precisar. Tal vez fue cuando en el primer gobierno de Pérez se sembró de ministros la directiva el BCV restándole autonomía, o en 1983 cuando Herrera Campins devaluó decretando control de cambio, protegiendo a algunos y poniendo el peso del ajuste sobre los hombros de los asalariados y ahorristas. Tal vez fue en el 89 cuando el gobierno de Pérez no respetó los contratos de las cartas de crédito garantizadas por el del presidente Lusinchi, o tal vez cuando la crisis bancaria de Caldera, o cuando Chávez de un plumazo declaró nulos los contratos de la apertura petrolera, o cuando Maduro entró en default en deudas soberanas contratadas por su antecesor y mentor. Culpas hay para repartir, lo cierto es que Venezuela lleva ya décadas destruyendo la confianza de los mercados, y difícilmente la recuperará como por arte de magia de la noche a la mañana.

Las políticas que se aprueben van a requerir un compromiso contundente con la separación de poderes, respeto a las competencias, inviolabilidad de los contratos, cumplimiento de los pactos internacionales de los que Venezuela es miembros. En resumen, requerirá convencer al Mundo que se respetará el Imperio de la Ley, de lo contrario, así de sencillo nadie invertirá en el país.

Que eso se logre dependerá no del gobierno de turno, ni si quiera de los políticos en su conjunto, sino de que los venezolanos den una señal inequívoca y permanente de que en el futuro les darán la espalda a los cantos de sirena de las promesas populistas.

Aurelio F. Concheso / Ingeniero

www.laotraviarcr.blogspot.com

@aconcheso