En las elecciones presidenciales de 2013, la página web del CNE registró 60,000 electores en el exterior que lograron traspasar sus horcas caudinas y ejercer el derecho al voto. El esfuerzo concertado de los diversos departamentos del régimen para minimizar el voto de los venezolanos de ultramar en esa oportunidad fue ampliamente registrado. Se venía perfeccionado desde que la diáspora llego a niveles de tener peso político electoral. Incluía acciones manifiestamente abusivas, como cerrar consulados, entre ellos el de Miami, y dificultar a ultranza el acceso a los escasos consulado abiertos, a lo cual los electores respondieron viajando distancias a veces hasta de 1,000 kilómetros para ejercer su derecho democrático.

Con la Consulta Soberana del 16 de julio, sucedió todo lo contrario. El interés de la Asamblea Nacional, ente que había convocado la consulta, estaba más bien en que todos los venezolanos que deseaban hacerlo se expresaran. El resultado de la iniciativa permite, tal vez por primera vez, tener una radiografía relativamente confiable del tamaño y la extensión geográfica de una diáspora venezolana que, como quedó demostrado, mantiene sus lazos afectivos con su patria: según registran los resultados, un total de 694,000 venezolano (12 veces más que en 2013) lograron ejercer su derecho a expresarse en las urnas, y lo que es mas sorprendente, lo hicieron en 80 países y casi 600 ciudades de todo el mundo.

Seguramente hay casos de movimientos migratorios más grandes. La emigración irlandesa hacia Norteamérica en el siglo 19 salta a la memoria, y en nuestro continente el exilio de más del 10% de la población cubana de la década de los 60 del siglo pasado, huyéndole a una tiranía que reprimía la disidencia a sangre y fuego con paredón y prisión. Pero la emigración irlandesa, como tantas otras que buscan un mejor futuro económico, se integró rápidamente al método de vida americano, y la diáspora cubana se concentró mayoritariamente en el Sur de la Florida, si bien también fue a países afines como España y la propia Venezuela.

Los resultados del domingo 16, sin embargo, revelan un fenómeno inédito y distinto a los antes descritos, cuando entre los puntos de votación uno encuentra que de los 4,000 y tantos votos emitidos en Australia, la antípoda de Venezuela, hubo más de una docena de ellos en una mesa nada menos que en la isla de Tasmania. Varias realidades se desprenden de éstos resultados:

La primera es que los venezolanos que han emigrado mantienen una poderosa conexión, no solo afectiva, sino políticamente activa con lo que sucede en el país. La segunda es que, esa conexión, por lo vasto de su extensión geográfica, es una energía potencial inmensa, para el eventual rescate económico, el día que las condiciones que propiciaron la partida se reviertan. No se trata solamente del hecho de que un número importante de los que han emigrado seguramente regresen, trayendo consigo conocimientos, experticias, y vínculos con empresas e instituciones académicas que contribuirán al desarrollo del país. Inclusive, también sucederá que aquellos que no lo hagan por diversas razones, no pocas de ellas por el éxito de sus carreras en el exterior como Rafael Reif, Presidente de M.I.T por solo mencionar uno, seguramente contribuirán a la recuperación nacional desde sus posiciones de influencia en, me atrevo a decir, medio centenar de los países más importantes del Mundo.

Claro que nada de esto va a suceder mientras quienes ostentan el poder sigan empecinados, por ignorancia o por designio, en el metódico desmantelamiento y destrucción de la sociedad y la economía venezolana, hecho que precisamente ha fomentado la diáspora. Más bien mientras ese estado de cosas continúe la diáspora, como la inflación, seguirá en aumento exponencial.

Los resultados del 16J, sin embargo, dan razones para ser optimistas, porque un país cuyos hijos han tenido que salir hacia los confines de la tierra, pero haciéndolo mantienen el vínculo que se demostró ese día, no es posible que se mantenga en las tinieblas que se le han impuesto a la fuerza por mucho tiempo.

Aurelio F. Concheso / Ingeniero

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@aconcheso