En otras ocasiones se ha escrito sobre el indefectible envejecimiento de la población, sin embargo, dada su importancia, destacaremos otra de las consecuencias de este cambio que no tiene vuelta atrás. El país, demográficamente hablando, está viviendo la coyuntura del Bono Demográfico, es decir, se cuenta en el presente y por los próximos 25 o 30 años aproximadamente, con un contingente importante de población en edad de trabajar que va en relativo aumento, mientras las cohortes de niños y jóvenes disminuyen su tamaño y los adultos mayores aún no crecen de manera importante. Esta coyuntura poblacional trae consigo una importante presión de la oferta de mano de obra hacia la estructura productiva del país. El alcance del cambio demográfico obviamente impacta a la población en edad de trabajar, la cual será en promedio cada vez menos joven y ello obviamente tiene consecuencias que resulta necesario visualizar y prever.
El envejecimiento es un proceso inercial cuyo origen está en la reducción paulatina del tamaño de las cohortes de población joven. En consecuencia, en términos del mercado de trabajo la renovación de la población disponible para la actividad productiva se verá cada vez más limitada.
Una forma de evidenciar dicha capacidad de renovación es obteniendo un saldo entre la población en edad de incorporarse al mercado laboral (entre 15 y 24 años) y la edad de salida (entre 55 y 64 años). Al hacer este cálculo con base en los datos poblacionales se observa que, entre 1970 y el 2005 el mercado laboral contaba con una buena capacidad de renovación de la oferta de mano de obra. En 1970 el balance positivo fue de más de 1.6 millones personas incorporándose a la edad de trabajar y el crecimiento poblacional hizo que alcanzara hacia el 2005 los 3.5 millones de nuevos potenciales trabajadores. Esta capacidad sin embargo comienza a decrecer a partir de este año y se espera que para el 2050 la cifra de nuevos posibles trabajadores apenas supere los 500 mil.
La pérdida de la capacidad de renovación del recurso humano y con ella el paulatino envejecimiento tiene serias implicaciones en materia de planificación de políticas económicas y laborales. Una población en promedio más joven contribuye a la productividad debido a que estos empleados, por lo general, representan una mejor relación costo/productividad. Igualmente se trata de una mano de obra moldeable, es decir, de fácil adquisición de nuevos conocimientos y flexible para su incorporación en diversos sectores económicos. Con el envejecimiento de la potencial oferta de mano de obra las organizaciones empresariales se verán enfrentadas a un recurso humano menos flexible, por lo cual las políticas de empleo enfrentarán nuevos retos, especialmente si este grupo de población ha acumulado un bajo capital humano.
Genny Zúñiga Álvarez / Sociólogo
@azunigaa