13-02-2017
Hace escasos dos meses alertábamos que la descontrolada aceleración de la liquidez monetaria tendría unas consecuencias perversas en un entorno ya de por si pre hiperinflacionario, cuando el aumento de liquidez año a año, que se había estabilizado en un 100% durante los primeros 9 meses de 2016, comenzó a escalar a 120% en octubre y 130% en noviembre.
Esos aumentos fueron motivados por la perentoria necesidad que tenía el Gobierno de liquidez en bolívares para pagar tanto los aumentos de salario mínimo decretados, como las utilidades y bonificaciones de fin de año del cada vez mayor sector público venezolano. Su efecto inmediato fue provocar una crisis de escasez de circulante en efectivo agravada por la decisión intempestiva de retirar en tan solo 72 horas los billetes de Bs 100, es decir, los que constituían el 70% de los billetes en circulación.
Sin lugar a dudas el último trimestre del año en Venezuela, como en otros países, es uno de mayores necesidades de liquidez. Sin embargo, en años anteriores, pasada las fiestas decembrinas con sus relativamente mayores niveles de gasto y compras de los consumidores, la autoridad monetaria aprovechaba la menor actividad económica de los primeros meses del año para recortar la liquidez controlando así, al menos en parte la inflación.
Por eso es que debería ser motivo de preocupación para todos, el hecho que en esta oportunidad el BCV haya decido todo lo contrario. En otras palabras, en vez de estabilizar o disminuir, aumentó el ritmo de emisión monetaria en enero. Esta emisión cerró el mes con una liquidez 170% mayor a la de enero del año anterior.
La consecuencia de esa política, o más bien de ese descontrol, no se hará esperara; una carrera ascendente de una inflación que ya en tres dígitos se hace insoportable y que seguramente traspasará la barrera de 1000% como pronostica el Fondo Monetario, si no se toman medidas drásticas para revertir la situación.
Los países que en el pasado han llegado a este punto de inflexión en su carrera hacia la hiperinflación, comienzan a tomar medidas cada vez más desesperadas pero siempre parciales por la vía del ensayo y error, sin poder detener el camino hacia el barranco. Perú, por ejemplo intentó los aumentos progresivos del encaje bancario en 1989 hasta llegar a un 80% meses antes de imponer las inevitables medidas de corrección drásticas que aquí ya se vuelven inevitables so pena de destruir lo poco que queda de economía nacional.
Estas medidas no son otras que una Reforma Monetaria Integral que revierta de una vez y por todas las severas y desbocadas distorsiones que ahogan a la ciudadanía en un deslave de moneda nacional inservible.
Contrario a lo que piensan algunos economistas tanto del Gobierno como de la Oposición, a estas alturas del juego una Reforma Monetaria Integral es ideológicamente neutra. Es decir, no es ni de izquierda ni de derecha, ni socialista ni capitalista, sino más bien inevitable dado al punto que nos han traído las políticas económicas inviables de los últimos 35 años.
Basta ver a Ecuador, El Salvador, Bolivia y Nicaragua, para darse cuenta como países que hoy presumen de ser de izquierda se han beneficiado de ellas, así como en su momento lo hicieron países bajo gobiernos de derecha o centro-derecha como Chile, Perú, y Argentina, para solo mencionar aquellos de nuestro Continente. Esto sin olvidar la reforma precursora en las economías modernas, la de Alemania en 1948, inicio del “milagro económico” de ese país.
Es posible que todavía haya una pequeña minoría de acólitos del poder que se beneficie del rédito que les da un régimen hiperinflacionario de controles. Pero cuando, como señalan las encuestas más serias, el 95% de la población cree que la situación es mala y no ve salida, el costo político de implementar una Reforma Monetaria Integral tiende a cero, lo cual debe ser motivo de reflexión para el mundo político que aún se resiste a implementarla.
Aurelio F. Concheso / Ingeniero
www.laotraviarcr.blogspot.com