De acuerdo la etnografía, las sociedades de cazador-recolector surgen en la prehistoria, difuminándose como sistema económico entre los periodos paleolítico y mesolítico y expandiéndose incluso a nuestros días en algunas sociedades “primitivas” como los San de Namibia ubicados al Suroeste de África.
Para los estudiosos, este sistema económico es mucho más complejo de lo que parece y conlleva además de las actividades concretas destinadas a garantizar la supervivencia del grupo, la organización del mismo para garantizar la explotación de los recursos sin llegar a agotarlos, con estrategias derivadas del denso conocimiento de su propio entorno. Lo que resalta es que en estos grupos, el sistema económico se basa en lo que el entorno tiene para ofrecer y nunca en la producción.
Aun cuando suene difícil de creer, las sociedades de cazadores-recolectores ven satisfechas todas sus necesidades con tan solo trabajar en promedio 35 horas a la semana, gozan de mejores condiciones de salud al no ser azotados por epidemias propias de las concentraciones humanas, tienen menos estratificación social y más paridad entre sexos aunque una división marcada del trabajo: los hombres cazan; las mujeres recolectan.
Venezuela, presa de un Estado primitivo que deja a la suerte lo más básico para el ser humano, se asemeja a un grupo cazador-recolector pero sin sus ventajas. Acá nadie satisface sus necesidades para luego dejar que los demás se aprovechen de lo que sobre, acá nada sobra. Acá la gente no le teme a la violencia, la autoridad en lugar de prevenirla y castigarla más bien la propicia. Acá los recursos se sobreexplotan, la autoridad dispone de recursos que no existen (para muestra el tener que aprobar un crédito para pagar el incremento de salarios mínimos) y no estimula la creación de nuevas fuentes o recursos sino que utiliza su único recurso (aclaro que es el petróleo y no el miedo) para traer de otro lado lo que perfectamente se puede “recolectar” acá.
Hoy es martes y como todas las personas que tuvieron la suerte de tener como último número de su documento de identificación el 2 o el 3, me toca ir de caza. El ir a la cola es lo más parecido a la caza, pues se acude con la esperanza de conseguir lo necesario para subsistir y luego de una espera sin saber lo que se esperaba, se llega a casa con cualquier cosa que se consiga.
Como un tercio de la población productiva, no tengo tiempo para hacer colas pero igual debo llevar la presa a la cueva. Como un tercio de la población productiva, no tengo horario reducido. Por mucho que lo deteste, cualquier revendedor terminará comiéndose al menos 4 horas de mi trabajo diario y el resto puede que no cubra mis necesidades. Con los inventarios como están a juzgar por las noticias, en el futuro más inmediato no hay bachaquero que nos salve ni bachaco que resista.
Ahora más que nunca, por una imposición del modelo económico y social que hace prevalecer el bien político por encima del estado de bienestar general, debemos cambiar la mentalidad como trabajadores, como productores, como gerentes. No va a haber clase política capaz de ayudarnos a progresar si no tomamos conciencia de que nosotros mismos somos la solución. Lo bueno de nuestro gentilicio es que somos capaces de crecernos en las peores adversidades y si viene lo peor, lo vamos a superar y seremos mejores.
El país que queremos y que seguramente tendremos no depende de los mudos, de los rojos, ni de mesías que son siempre un fiasco, es la mezcla de todo lo bueno en cada uno de nosotros lo que nos salvará de esta y de las muchas que se atraviesen en el futuro.
Ángel Mendoza / Abogado
@angelmendozaqui