De acuerdo a la tradición, el búmeran es un arma tradicional difundida por los aborígenes australianos que regresa a su punto de origen si, tras ser lanzada, no logra impactar en su objetivo. Su uso fundamental va dirigido a aturdir u hostigar a la infantería enemiga durante la batalla y en pocos casos a matar a pequeños animales.
En Venezuela, durante aproximadamente 12 años ha existido una férrea inamovilidad laboral, la cual como ciertamente han dicho, no es la causante de todos los males. Sin embargo, durante al menos 8 años de estos 12, las autoridades padecían de una parálisis al solicitarles autorización para despedir a trabajadores cuando impunemente violaban disposiciones legales.
Incluso, si se demostraba que a un trabajador se le conseguía robando, ingiriendo licor, maltratando a compañeros de trabajo, faltando injustamente a su jornada o cometiendo en las narices de todos cualquier falta burda a sus obligaciones más básicas, las autoridades protegían esas conductas por omisión, incluso desestimando las solicitudes, en algunos casos.
Así, poco a poco, las empresas nos acostumbramos a perder sin luchar. La lucha era muy costosa: pagar abogados, asesores, pruebas, traslados, desgastes. La solución más fácil era premiar la conducta del abusador antes que pedir la protección de la ley que o tardaba o nunca llegaba. La impunidad laboral reinó durante más de doce años y ello se tradujo en niveles de improductividad históricos que para vergüenza de todos, abonó en el desabastecimiento que hoy tenemos por problemas más estructurales pero que se agrava por esta “política” de estado. Pleno empleo equivale a plena impunidad laboral, en nuestro estado de cosas.
Así, poco a poco, el abusador laboral se acostumbró a salirse con la suya. Como ocurría con el hampa, la autoridad parecía burlarse cuando una empresa pedía protección. Alguno llegó a decir incluso que era imposible que un Supervisor o una Gerente de Recursos Humanos solicitaran protección contra el acoso.
¿Cuántas autorizaciones solicitando despidos justificados aún duermen en muchos despachos? ¿Cuántas de esas conductas no terminaron siendo premiadas cuando la ley las castiga severamente a pesar de la inamovilidad? ¿Qué estaban pensando cuándo desataron ese monstruo de la impunidad laboral?
Esta protección al abuso, tarde o temprano como el bumerán, se le iba a devolver a la autoridad. La omisión de la autoridad avaló, protegió y auspició conductas al margen de la ley dejando impunes a trabajadores, sindicalistas, delegados de prevención, mujeres embarazadas y cualquier sujeto protegido por inamovilidad que con todo el rigor de las pruebas, habían cometido faltas.
Hoy son muchos los casos donde trabajadores y sindicalistas de empresas del estado y de organismos públicos se rebelan contra la autoridad. Como le ocurrió en el pasado a muchas empresas privadas, personas que están despedidas justamente, se niegan a acatar estas decisiones y lo más seguro es que cuenten con apoyo de la masa de trabajadores para rebelarse y que produzcan caos en la operatividad de estas empresas.
La impunidad, amigos, es un búmeran que si hoy te beneficia mañana se te puede devolver. Nunca es bueno permitir al malandro andar a sus anchas, algún día va a terminar robándote también.
Acá estamos, para explicarles cómo resolvimos exitosamente estos entuertos para la empresa privada pese a la impunidad, cuándo era imposible obtener una decisión favorable pese al amparo de la ley.
Hoy día agradecemos porque hay voluntad de detener la impunidad, aunque algunas veces la solución tardía no resuelve nada; el enfermo que no se cura a tiempo a veces se muere.
Ángel Mendoza / Abogado
@angelmendozaqui