Llevo veintitrés años ejerciendo mi profesión de abogado en el área laboral y he visto cómo los derechos de los trabajadores se incrementaban exponencialmente en Venezuela en proporción directa a la forma como se desmejoraban los derechos de los empresarios y dueños de empresas.

No soy economista pero pareciera que mientras más se quiere proteger a los trabajadores mediante la imposición de mayores obligaciones a los empresarios, en definitiva quienes salen perjudicado son los propios trabajadores a los que se trata de beneficiar.

Estoy de acuerdo con que el Estado debe establecer condiciones mínimas que un empresario debe cumplir para prevenir el trabajo esclavo, el abuso y la explotación del hombre por el hombre. Sin embargo, creo que en Venezuela el legislador se ha excedido en las regulaciones, haciendo que el débil jurídico que había sido tradicionalmente el trabajador pase a ser el sujeto dominante en la relación de trabajo.

Adicionalmente, las supuestas protecciones a los trabajadores han estado siempre relacionadas con la restricción del empleador de despedir a su personal, sin enfocarse en los dos problemas fundamentales que agobian a la clase trabajadora en Venezuela que son: el desempleo y la justa remuneración.

En efecto, nada se logra con obligar a una empresa a mantener su personal, si todos ellos devengan un salario mínimo que no alcanza ni para pagar la mitad de la cesta básica. Asimismo, nada logramos como sociedad enfocando todos nuestros esfuerzos en mantener un mínimo de personas ocupadas, cuando la gran mayoría no puede, ni tiene opciones para conseguir un empleo digno.

Tenemos que entender de una vez por todas que las políticas del Estado deben estar destinadas a fomentar la creación de empleos en el país, y que esos empleos sean de tal calidad que por lo tanto generen una alta remuneración para quien los detente. Los empleos deben generar riqueza para quien los desarrolla y para la sociedad.

En Venezuela debemos capacitar a nuestra gente para los empleos del futuro. Tenemos que pensar cómo será el mundo en 15 o 20 años, para adelantarnos a las necesidades del país y del planeta.

Por ejemplo, sería desde ya muy importante que en Venezuela se redujeran las carreras humanísticas para destinar nuestros esfuerzos y recursos al desarrollo de carreras científicas y hasta técnicas. Para nadie es un secreto que el mundo que tendremos en 15 o 20 años será altamente sofisticado y con un marcado uso de nuevas tecnologías como la robótica.

Debemos desterrar el debate entre inamovilidad y salario mínimo y empezar a discutir la reforma educativa para adaptarla a las nuevas tecnologías. El mundo ha cambiado para siempre, Venezuela y su legislación laboral no están a la altura de esos cambios.

Juan Carlos Varela / Abogado

@J3CV