Una de las principales preocupaciones que cualquier gobierno es la de garantizar a sus ciudadanos la posibilidad de tener acceso a empleos de calidad. Son muchos los países, con contextos y problemas económicos, sociales y políticos muy diversos, y entre los que es posible identificar este denominador común.

¿Por qué razón este aspecto de la vida individual y colectiva toma tal relevancia? Porque el empleo no es simplemente un medio para generar recursos que permite a la población alcanzar y mantener condiciones materiales individuales además de contribuir a la construcción económica del país. El empleo también permite al sujeto tanto el reconocimiento social como la satisfacción personal a través de su integración a espacios públicos de interacción social.

En su discurso en el año 2010, el entonces Director de la OIT Juan Somavia llamaba la atención sobre la importancia del trabajo, no solo como un elemento de producción, también como un ámbito esencial de la vida de mujeres y hombres en tanto que el trabajo es una “fuente de dignidad personal, brinda estabilidad a las familias y los hogares y paz a la comunidad, e infunde confianza en los gobiernos y las empresas, al tiempo que fomenta la credibilidad general de las instituciones que gobiernan nuestras sociedades”.

Si se toman en consideración todos estos aspectos, el trabajo se convierte entonces en una de las piezas más importantes para lograr la cohesión social y por lo tanto, es absolutamente necesario focalizar la atención en los asuntos del ámbito económico, político, social e institucional, que garanticen un mejor funcionamiento de este engranaje del equilibrio social.

Un empleo precario como el que se ha generado en Venezuela con bajos ingresos, escasa cobertura de beneficios, ocupaciones insertadas en sectores de baja productividad, con buena parte de los trabajadores con bajo capital educativo, resultan una combinación perfecta para que ocurra un mayor deterioro de las condiciones de vida del venezolano. Si a ello se añade la debacle económica que se estima será del 10% del PIB para este año y una inflación del 200% según los datos ofrecidos por el FMI en la Cumbre entre este organismo y el Banco Mundial, la combinación de elementos perfilan un escenario que puede calificarse de catástrofe social y económica.

En este momento y de mantenerse estas condiciones, el verdadero perdedor de esta crisis es como siempre el venezolano común. Aquellos que ven mermada su salud, su educación, sus ingresos, las posibilidades de surgir, mejorar, en definitiva, una merma de sus derechos como ciudadanos.

Genny Zúñiga A. / Sociólogo

@azunigaa