El venidero 6 de diciembre se cumplirán 17 años desde el momento en aquel lejano 1998 cuando los electores decidieran darle un voto de confianza a Hugo Chávez y sus seguidores para que experimentaran con las formas de mejorar la condición de los ciudadanos. El ensayo y error de esa nueva dirigencia política condujo a algo que ellos mismos caracterizaron como “Socialismo del Siglo 21”, de por sí ya muy diciente, en vista que el del Siglo 20 había fracasado estrepitosamente.
De entonces acá los Bs. 500 de los viejos con que se podría conseguir un dólar se han convertido en Bs. 700.000, al único cambio, gústele o no al Gobierno, al que podemos acceder los meros mortales desenchufados. La inflación que se encontraba en 29.6% y descendiendo remontará este año el 200%, el doble de la más alta alcanzada previamente desde la Conquista, el 103% de 1996, un año de ajustes. Los bolívares en circulación (más que fuertes, “bolivarcitos” ) se han multiplicado 285 veces, pero el respaldo de reservas del BCV habrán crecido si acaso un 10%.
Entretanto, el país ha experimentado una destrucción impresionante de riqueza humana, que se expresa en la emigración casi un 5 % de la población, incluida en ella un porcentaje gigantesco de profesionales y jóvenes recién graduados, la degradación de los profesionales que quedan (¿puede un profesor universitario con PHD vivir con un sueldo mensual con el que requeriría 60 meses para comprar una cartera femenina ostentosa de $ 6,650 como la que exhibe sin rubor la canciller?), y la humillación de 12 a 15 horas de cola semanales a que es sometida la población para conseguir los bienes más esenciales del diario vivir. La destrucción de riqueza material no queda atrás, y está ampliamente registrada resumiéndose en la contracción de un 10% que experimentará la economía en este año.
Entre los deseos de cambio y empoderamiento de los más humildes, la popularidad personal de HCF y la posibilidad de tapar errores de política económica que por un tiempo dieron precios petroleros altísimos, la fiesta parecía que podía continuar inclusive en ausencia de su artífice. El último año ha demostrado que no es así: las políticas tienen sus consecuencias, y en este caso la destrucción de riqueza ha venido acompañada de un colapso del apoyo de la población, 85% de la cual ha experimentado en carne propia el fin de fiesta y ya no cree en cuentos de “guerras económicas” y demás zarandajas. Solo falta que quienes gobiernan se den cuenta que la orquesta dejó de tocar y reaccionen en consecuencia… a no ser que piensen que la “somalización” del país es una opción viable para los que aún quedamos en esta Tierra de Gracia.
Aurelio F. Concheso / Ingeniero
@aconcheso