Normalmente, las rotaciones semestrales pro témpore en los organismos multilaterales son eventos que pasan desapercibidos para la mayoría de los observadores. Y sucede así porque, en realidad, se trata de un trámite burocrático insignificante entre gobiernos que tienen algún interés común alrededor de lo que les ha motivado a asociarse. Sin embargo, el patético régimen de Nicolás Maduro tiene la habilidad de convertir cualquier evento en otra oportunidad para hacer el ridículo y afianzar su condición de hazmerreír del Continente.

Fundado en 1991 por El Tratado de Asunción, Mercosur es un proceso de integración económica regional, que, originalmente, incluía a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En el zenit de la ascendencia de los gobiernos de la izquierda populista latinoamericana entre sus miembros originales, Venezuela fue admitida como miembro pleno en 2012. Aunque siempre sujeto al cumplimiento de múltiples cláusulas, entre ellas algunas de naturaleza económica y otras de desempeño democrático. Se trató, para mejor recuerdo, de los años cuando Paraguay fue expulsado por breve tiempo, luego de que su Congreso destituyera al polémico y promiscuo presbítero presidente Fernando Lugo.

Sin embargo, en política nada es estático. Los tiempos cambian y el péndulo político en las democracias de los países miembros tuvo a bien colocar en el poder, a gobiernos que cuestionan el flagrante déficit democrático y la falta de cumplimento de las cláusulas económicas de las que Venezuela ha hecho caso omiso. Ante esa realidad, los socios vieron como una perforación inaceptable de su Unión, que el régimen venezolano fuera el que los presidiera por los próximos seis meses.

Sin tomar en cuenta el consenso de sus socios y lo que establecen las reglas que legitiman dicha unidad de países, la Cancillería venezolana, en solitario, tuvo a bien enarbolar la bandera de Mercosur en su sede en Caracas al iniciarse el semestre. Días después, los otros socios sesionaban en Montevideo sin la presencia venezolana, enviándole al ausente un discreto mensaje de “no te vistas que no vas”, para así poder continuar sus negociaciones con la Unión Europea, la iniciativa del Pacífico e Israel, y sin la incómoda presencia de su socio díscolo.

Como, al parecer, el ridículo no conoce fronteras, la Cancillería venezolana convocó a una reunión y a una rueda de prensa en la sede de Mercosur en Montevideo . Y allí terminó siendo acompañada solamente por la representación de un país que no es miembro, Bolivia, al que no le quedó más remedio que escuchar al delegado venezolano hablando de míticos acercamientos con Cuba, China, y Rusia y otras divagancias similares que nada tienen que ver con los objetivos del Pacto, a la vez que exhibía un cartelito improvisado que decía “Mercosur-Presidencia”.

¡Cuánta razón tenía Plutarco! Definitivamente, los dioses ciegan a los que quieren perder.

Aurelio F. Concheso / Ingeniero

www.laotraviarcr.blogspot.com

@aconcheso