04-09-2017
El inusual huracán Harvey que azotó la Costa del Golfo por varios días provocando inundaciones inusitadas en toda la costa tejana desde Corpus Christi en el oeste, pasando por Houston hasta Port Arthur en el este, puso de manifiesto el gran cambio que se ha producido en la logística petrolera mundial en poco más de 10 años.
Las exportaciones de productos de hidrocarburos incluyendo petróleo crudo, refinado, líquidos de gas y gas natural estadounidenses, han aumentado a 6 millones de barriles diarios para 2016, de la cifra de 800,000 barriles que tenían escaso 12 años atrás. Como resultado, existe una nueva dependencia de estos productos que afecta desde los consumidores de gas natural asiáticos, pasando por los compradores de diésel europeos, e incluyendo las exportaciones americanas de gasolina a Latinoamérica, especialmente México, Venezuela y Brasil (que importa 400,000 barriles diarios) .
En el caso de Venezuela la dependencia es no sólo de gasolina, para suplir el desplome de producción de las otrora eficientes refinerías nacionales que hoy operan a una fracción de su capacidad instalada (El Complejo Refinador Paraguaná-CRP alguna vez fue la segunda refinería más grande del mundo), sino de crudos livianos para mezclar con los crudos extra pesados de la Faja, ya que por sí solos estos últimos no tendrían mercado, y la falta de atención a los campos tradicionales locales ha hecho que la producción de éstos haya caído en picada.
Las costas de Texas albergan algunas de las refinerías más importantes de EEUU, con una capacidad de refinación de 4.5 millones de barriles diarios, cantidad equivalente al total de capacidad de refinación de Alemania y Francia juntas. Por la forma en que se desenvolvió Harvey, produciendo lluvias torrenciales sin precedentes, esa capacidad de refinación tuvo que ser sacada de línea en muchos casos sin cumplir los protocolos de parada segura, lo que presagia que la puesta en marcha de las mismas pueda demorar más de lo que demoró hacerlo luego del Huracán Katrina (en ese caso en Nuevo Orleans y cercanías) cuando si fue posible tomar previsiones de varios días.
Por otra parte, gracias a la explotación de gas de lutitas o esquistos por lo que se conoce como “fracking”, y el hecho que contrario al petróleo cuya exportación solo se autorizó hace dos años, EEUU ya tiene una infraestructura de exportación de gas licuado impresionante que le ha permitido arrebatarle mercados asiáticos a Qatar y otros productores del Golfo Pérsico. La instalación más importante de licuefacción gasífera de este complejo se encuentra precisamente en Corpus Christi.
Todo lo anterior indica que, si bien el Golfo Pérsico, y cualquier alteración geopolítica en su entorno sigue siendo importante para el suministro energético mundial, el “otro” golfo, el conocido como De México, pero básicamente la porción de él contiguo las costas tejanas, ha adquirido una importancia comparable con la del Golfo Pérsico. Esta realidad se va a ir acrecentando por varios factores. Primero, los costos del fracking han bajado al punto de que son competitivos con precios de $40/50 por barril; segundo la tecnología avanza a una velocidad que presagia que esa competitividad irá aumentando, y tercero los nuevos volúmenes americanos así producidos son muy livianos y en consecuencia rentables, hasta de 40° API. Las proyecciones son que para 2018 EEUU excederá los 10 millones de barriles diarios, sobrepasando tal vez a sus pares rusos y saudís.
Mientras esto sucede casi a nuestras puertas, en Venezuela buena parte del espectro político nacional se empeña en mirarse al ombligo en fútiles debates sobre cuán “nuestro” es nuestro petróleo, empeñados en ver los hidrocarburos como una suerte de religión en vez de como un negocio productivo. ¿Seremos capaces de competir los venezolanos en este nuevo entorno petrolero y gasífero del mar caribe? La respuesta corta es sí, pero solo con cambios de paradigma profundos que esperamos discutir en posteriores entregas.
Aurelio F. Concheso / Ingeniería
www.laotraviarcr.blogspot.com
@aconcheso