06-11-2017
Peter K. saca los lingotes de oro de su escondite doméstico y los muestra orgulloso. “¿A que pesan?”. En total son cuatro barras de 100, 250 y 500 gramos. “En el banco los intereses son muy bajos y nunca sabes si va a haber una nueva crisis financiera o si los tipos de interés van a bajar. El oro me da seguridad”. Este traductor berlinés en edad de jubilación ha sucumbido como cientos de miles de compatriotas a la fiebre del oro que se propaga por Alemania. El año pasado los alemanes compraron una cifra récord de 187,6 toneladas de oro (110,8 en lingotes y monedas y 76,8 en títulos), según los datos de un reciente informe del World Gold Council, encargado de representar los intereses del sector. En compras per capita, Alemania aparece por delante de potencias tradicionales como China e India. Junto a la búsqueda de inversiones seguras, la proliferación de plataformas on line y un tratamiento fiscal favorable explican el fenómeno.

Las razones que esgrime Peter K. –prefiere ocultar su nombre real por miedo a los ladrones- se repiten en un país psicológicamente marcado por la hiperinflación de los años 20 y en el que la historia les ha enseñado a desconfiar del dinero impreso en papel. Los alemanes centenarios han visto pasar por sus manos hasta ocho monedas diferentes. Peter K. recuerda cómo los anillos de oro de su madre fueron las únicas pertenencias familiares que sobrevivieron a la guerra. “Puede que el mundo se estuviera viniendo abajo, pero ella siempre conservó sus anillos”.

“El anhelo de seguridad es un sentimiento que en Alemania se hereda de una generación a otra”, sostiene Wolfgang Wrzesniok-Rossbach, director ejecutivo de Degussa Goldhandel, empresa líder en Europa. Degussa cuenta con diez tiendas en Alemania y 250.000 clientes al año. Las encuestas que realizan entre sus clientes dibujan un perfil de consumidor muy variado. El 40% son mujeres y el 25% tiene menos de 40 años. Hay desde estudiantes que compran su primera moneda hasta un multimillonario que compra 50 millones en barras de oro y monedas, explica Wrzesniok-Rossbach por teléfono desde Frankfurt. “El negocio está creciendo constantemente y hay todavía mucho margen para expandirnos”, piensa. Asegura además, que las falsificaciones no son de momento un gran problema porque “el comprador que busca seguridad no se arriesga a comprar una barra made in China en ebay”.

La creciente reticencia de los bancos a deshacerse de productos físicos, incluido el oro, para abaratar costes de gestión y mantenimiento ha permitido a empresas como Degussa crecer y ha dado pie a la proliferación de cientos de portales web especializados. El World Gold Council cifra en más de 200 las plataformas online que se reparten el negocio con la media decena de empresas con una cadena de tiendas que venden barras y monedas a pie de calle.

Una fría mañana de finales de octubre, el trasiego es constante en la elegante tienda de Degussa en el oeste de Berlín. Todo tipo de clientes acuden a comprar y vender oro a este establecimiento con aspecto de oficina bancaria. Apenas unas salas privadas donde se entregan las mercancías y un expositor de monedas de oro indican que no es dinero lo que aquí se despacha.

Hay clientes que vienen con sus joyas o hasta con dientes de oro para venderlos. Otros vienen a comprar un lingote para celebrar el nacimiento de un bebé. Si en Alemania lo tradicional era abrir una cuenta de banco con la llegada al mundo de la criatura, ahora, la desconfianza con el sistema bancario hace que se estile también regalar oro. Hay también clientes que vienen también a recoger la mercancía que han comprado online. En su despacho, el director de la sucursal muestra la variedad de lingotes que ofrecen. Desde un gramo por 43 euros a 500 gramos que hoy cuestan 17.635 euros.

En esta tienda, los picos de compras el año pasado coincidieron con acontecimientos internacionales que desataron la incertidumbre en Occidente. Uno de ellos fue el Brexit y otro, la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. En general, el mercado del oro en Alemania registró una gran subida coincidiendo con la crisis financiera de 2008, la caída de Lehman Brothers y la consecuente pérdida de confianza en el sistema bancario.

Pérdida de confianza en los bancos

Pro Aurum es otro de los pilares del sector. El año pasado vendió 38 toneladas de oro en Alemania, principalmente a clientes privados, aunque también a bancos. Su portavoz explica en un correo electrónico que las predicciones de la empresa son muy optimistas porque “hay una pérdida de confianza en la omnipotencia de los bancos centrales […] En el futuro, los alemanes comprarán todavía más oro”.

Pero al margen de las compras de lingotes y moneda, las cifras abultadas del año pasado responden en buena parte al crecimiento del comercio de oro como producto financiero. Es decir, la inversión en materias primas a través del llamado ETCs, (Exchange Traded Commodities), que permite a particulares minoristas la compra de títulos vinculados a una cierta cantidad de oro. Hace dos años, la justicia financiera alemana estableció que las transacciones de ETCs se equiparaban finalmente a las de oro físico y por lo tanto a las plusvalías se les aplicaría una exención. Este nuevo tratamiento fiscal ha contribuido al crecimiento de este tipo de operaciones en Alemania.

La opción de poder materializar la inversión en oro físico es uno de los atractivos del sistema ETCs, sobre todo para los particulares que no quieren renunciar al componente de seguridad que ofrece el metal físico. Xetra-Gold, líder en el mercado de inversión en oro indica en un comunicado que en los últimos diez años, los clientes han ejercitado esa facultad hasta en 900 ocasiones, lo que ha supuesto la entrega física de 4,6 toneladas de oro.

Peter K. optó sin embargo por la vía más convencional. Compró en su banco habitual, porque piensa que el oro es complicado y quiso hacerlo de la manera más segura posible. Desde entonces, está encantado con una inversión a la que solo le ve ventajas. “Si hubiera comprado un coche, ya habría perdido su valor. Así, el día que quiera vender el oro, probablemente sacaré más de lo que he invertido”. A su lado, su mujer acaricia sonriente el lingote. “Me gusta tenerlo en casa y poderlo tocar de vez en cuando”.

Actualidad Laboral / Con información de El País