En tiempos recientes la literatura ha reseñado la experiencia acumulada en diferentes países, relacionada con cambios en la política industrial asociados a las modificaciones observadas en las regulaciones del comercio internacional, por una parte, y por la otra, la creciente globalización de las operaciones, donde la trama de producción envuelve en el proceso a productores localizados en los cinco continentes.
Esto implica además, la presencia de un entorno dominado por los equilibrios macro económicos, con inflación bajo control, un nivel de inversiones adecuada y, lo más importante, una legislación que favorezca la inversión y la participación del capital privado nacional e internacional, consecuencia en parte de las complejas relaciones que hoy existen en la producción de insumos y partes para la industria.
En esa transformación han jugado un papel clave las políticas públicas responsabilidad del Estado, donde bajo el entendimiento de que para poder competir en ese nuevo entorno, se hace necesario asumir responsabilidades en el ámbito de fortalecimientos del capital humano lo que condujo, entre otros, a cambios profundos en la educación básica, tanto en cantidad como en calidad; las reformas sanitario asistenciales y de los sistemas de seguridad social, la infraestructura social básica, y las mejoras en los esquemas utilizados para la calificación de la mano de obra, en especial la aplicación de programas destinados a facilitar la incorporación temprana de los jóvenes al mercado de trabajo.
Todo ello en un entorno de política económica donde los equilibrios prevalecen: inflación bajo control, un sistema cambiario que incentiva la exportación, un mercado laboral flexible, y sobre todo reglas claras para la inversión, incentivando y protegiendo al inversor nacional y extranjero, procurando ciclos sostenidos de crecimiento del producto que faciliten la creación de empleo estable que genere ingresos dignos, que estimule la demanda interna, y facilite la acumulación de la riqueza y proteja al mismo tiempo los principios redistributivos que promueven la inclusión social.
De allí la importancia de construir las bases para acelerar el aprendizaje de los recursos humanos empleados, a fin de alcanzar un mayor rendimiento y productividad de la mano de obra. En ello, un factor relevante lo constituye la inserción temprana al mercado formal, en el que el ingreso y la seguridad social aseguren una carrera con mayor permanencia y beneficios.
En nuestro caso ante el debilitamiento de las instituciones públicas responsables, cobra cada vez más importancia la necesaria cooperación pública-privada para relanzar estos esquemas, ya que preocupa el deterioro institucional que se observa en la trama de formación, donde es frecuente escuchar las quejas acerca de las dificultades que hoy enfrenta el sistema para cumplir con sus responsabilidades, dificultando aún más la recuperación del aparato productivo, hoy tan golpeado.
De manera que sin una relación clara entre la educación formal responsable por dichas tareas y la industria, el comercio y los servicios, no será posible conformar un sistema de capacitación que asegure la formación de los recursos humanos necesarios para competir en un marco de política industrial, donde el recurso humano es clave para cumplir con las metas de producción en un mundo cada vez más interconectado.
Maritza Izaguirre / Exministra de Hacienda