La tormenta perfecta es un fenómeno meteorológico que se presenta ocasionalmente en el Atlántico Norte. Se denomina así a la confluencia en esa parte del mundo de tres frentes independientes, a saber: un huracán que sube desde los lados del Caribe, una tormenta del Atlántico Norte, denominada por los vecinos de Nueva Inglaterra como un “Nor`easter”, y la primera tormenta ártica del año procedente de las planicies canadienses. La última de esas tormentas que se registra fue en octubre de 1991, y sus efectos devastadores fueron reseñados en el libro de Steve Junger, y subsiguiente película de George Clooney “La Tormenta Perfecta” que recuenta la desaparición de la nave de pesca Andrew Gail, perdida en altamar con todos sus tripulantes a bordo.

En términos económicos, Venezuela está a punto de experimentar, si es que ya no está experimentando, los efectos de una tormenta perfecta. El huracán que sube de Caribe es la incontenible hemorragia de liquidez sin respaldo en bolívares propiciada por el BCV (1,300% de aumento en 12 meses) que ha destruido el valor de la moneda y desatado la primera hiperinflación que se documente en un país petrolero. La tormenta del Atlántico Norte es el desplome de la producción petrolera, única fuente de ingresos en moneda dura que quedaba luego de que se suspendiera el servicio de la deuda y se cerrara así cualquier atisbo de financiamiento externo, y cuyo motor más reciente es el abandono de los campos por los trabajadores especializados, ante la pulverización de sus remuneraciones, migrando a campos y refinerías de países vecinos.

Y la tormenta Ártica es la escasez, inusitada por cierto en las hiperinflaciones previas latinoamericanas. Esta ha sido agudizada por los controles de precio, que han paralizado la reposición de inventarios, y amenaza con exacerbarse, ante los saqueos no solo a los detales comerciales, sino a los camiones que trasladan hortalizas y frutas desde los Andes a los centros de consumo.

Contribuyendo a la desarticulación del transporte, está el colapso del transporte público, que se encuentra imposibilitado de reparar sus unidades o inclusive de equipar con combustible, mientras con la mirada complaciente de "la guardia", por las fronteras siguen filtrándose 100,000 barriles de gasolina diarios. Esto último impulsado por el hecho de que la carga de una gandola de gasolina de 20,000 litros, tiene el valor de Bs 120.000, menos de la mitad de lo que vale un cartón de huevos.

Cada una de estas tormentas por si sola constituye una desarticulación insostenible, pero si se combinan no hay que ser pitoniso para prever que las consecuencias son devastadoras y su desenlace imprevisible. Entretanto, el gobierno y el resto del mundo político deshojan la margarita de una confrontación que se torna estéril e irrelevante en el contexto de la tormenta. La buena noticia es que, para los que logren sobrevivirla, pasada la tormenta viene la calma, y una visión de la economía desprovista del ruinoso populismo soicalistoide que nos ha traído hasta aquí.

Así lo experimentaron los alemanes, cuando después de la destrucción bélica a la que los llevó el nacional-socialismo, y un inicio de posguerra dominado por las ideas socialistas de las fuerzas de ocupación aliadas, en un solo fin de semana largo, Ludwig Erhard logró promulgar los decretos de la Reforma Monetaria con la que se inició el milagro de reconstrucción Alemán. Sus propias palabras nos indican tal vez, nuestro camino de salida de la Tormenta Perfecta, evitando correr la suerte de los tripulantes del Andrew Gail:

“El intento de detener la inflación en aquellos años de posguerra apelando a la limitación de precios y el control económico estaba condenado al fracaso. Las transacciones habían dejado de verificarse por el comercio regular... y habíamos retrocedido a las condiciones de intercambio o trueque de productos naturales propios del mundo primitivo… Pero el mercado negro desapareció súbitamente. Los escaparates rebozaban de artículos, humeaban las chimeneas de las fábricas, por doquiera en lugar del silencio mortal de las ruinas, había estruendo de máquinas. En todos los campos la vida económica dio comienzo, como a toque de campana, con el día mismo de la Reforma Monetaria”.*

*Ludwig Erhard en “Bienestar para todos” 1957

Aurelio F. Concheso / Ingeniero

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@aconcheso