Para el año 2012 el país contaba con más de 1.786 millones de jóvenes entre 15 y 24 años ocupados en alguna actividad productiva, lo cual representa 13% del total de los trabajadores del país. La heterogeneidad del empleo en este grupo comienza desde que se clasifica a la población según sexo: 68% los jóvenes trabajadores son hombres y 32% mujeres.
El nivel educativo también marca diferencias, a primera vista quizás, un poco contradictorias puesto que a medida que la educación aumenta, la ocupación tiende a disminuir y esto ocurre tanto en las mujeres como en los hombres. La pregunta es ¿por qué quienes acumulan más escolaridad trabajan menos? Parte de la respuesta se encarna en un asunto de expectativas. Quienes acumulan más educación aspiran encontrar un mejor empleo. Otra parte de la respuesta, menos alentadora, apunta a que en el mercado de trabajo no hay ocupaciones que cubran sus expectativas. Un mercado laboral fundamentalmente precario tenderá a absorber mano de obra poco calificada.
Y es que precisamente es la economía informal la que absorbe casi la mitad de los jóvenes trabajadores. También para el 2012, 43% de los jóvenes ocupados, es decir, casi 800 mil trabajadores se ubicaban en este sector, caracterizado por tener ingresos más bajos, inexistencia de cobertura de los beneficios mínimos que por ley le corresponde a cualquier trabajador y baja productividad.
En contraste, 36% se inserta en el sector privado formal, mientras que el sector público solamente emplea al 10%. Los trabajadores por cuenta propia formales (donde se añaden a los miembros de cooperativas y los patronos), solamente representan casi 7% de los ocupados, de manera que la modalidad del autoempleo no parece ser hasta el momento una alternativa para la empleabilidad de los jóvenes a pesar del esfuerzo gubernamental por alentar estas estrategias productivas.
Los jóvenes venezolanos tienden a concentrase en el sector servicio: son las mujeres las que poseen mayores porcentajes de ocupación en estas ramas de actividad económica, básicamente por su presencia en los servicios sociales y personales. Sin embargo, dentro de este sector también se encuentra el comercio y es éste el que acoge una mayor cantidad de jóvenes, siendo relativamente paritaria la presencia de hombres y mujeres en él.
Las ocupaciones que suelen generar este tipo de actividad son de baja productividad, además son las que menos requisitos exigen a los trabajadores, y, las que más sector informal concentran. Lo anterior se traduce en bajos salarios, ausencia de prestaciones e incluso, trabajar en ambientes o espacios poco apropiados.
Ello significa que la población juvenil, protagonistas del futuro por venir, no cuenta con oportunidades que promuevan el desarrollo tanto individual como colectivo. En consecuencia resulta urgente que se considere una prioridad trabajar en medidas coordinadas y con múltiples actores, que contribuyan a mejorar la condición laboral de los jóvenes para lograr los avances que como país se requieren.
Genny Zúñiga/Socióloga
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