Todos los empleos son tan dignos como necesarios, pero considero que ninguno tiene un salario tan honesto como el de los mesoneros. Con honesto no quiero referirme a bueno, alto o mejor remunerado; con honesto quiero referirme a la correspondencia entre el salario percibido y el “salario merecido”, veamos.

Mucho se debatió hace tiempo sobre el carácter salarial o no de la propina; se decía que se trataba de una liberalidad del cliente para con aquel que le había atendido y que el patrono no tenía control sobre el mismo, con lo cual los derechos laborales no debían verse impactados por la propina. Al final, en Venezuela, la LOTTT reconoce a la propina como salario pero solo en cuanto al valor que representa para el mesonero su derecho a percibirla, el cual se estimará por acuerdo entre las partes. Es decir, el valor no es la propina en sí; es el estimado que representa el derecho del trabajador a percibir esta propina. Como todo estimado, se aproxima a la realidad pero no es la realidad en sí misma.

La LOTTT (art. 108) indica con una extraña claridad que este valor se determinará considerando la calidad del servicio, el nivel profesional y la productividad del trabajador o la trabajadora, la categoría del local y demás elementos derivados la costumbre o el uso. Si estos elementos sirvieran para remunerar individualmente a todos los trabajadores, el salario de todos sería más honesto. De inmediato explico esta opinión.

La calidad del servicio: sin lugar a dudas no debería importar si usted es por ejemplo, un panadero en un determinado hotel donde trabajan 7 panaderos más que tienen más antigüedad que usted, que son más viejos que usted y que tienen más hijos que usted. Si su pan es más prolijo, más sabroso y usted además rinde mejor los materiales y genera menos pérdidas, usted debería tener el mejor salario.

El nivel profesional: puede tratarse de años de experiencia; puede ser la calificación académica o la absoluta responsabilidad y disposición del trabajador para realizar el trabajo. Cualquiera sea el distintivo de un trabajador que lo hace “más profesional” que el resto de su categoría dentro de parámetros objetivos, este nivel profesional debe respetarse y el trabajador debería tener el mejor salario.

La productividad: una de las más grandes injusticias en la fijación y en los incrementos de salario es tratar a todos por igual. Es indudable que el trabajador que más produce debe ganar más; hay gente que siente que trabaja más que sus propios jefes, pero el jefe tiene un nivel profesional mayor (por eso es el jefe). Pero si el trabajador trabaja y además produce (que no es lo mismo) muy similar al jefe, debe ganar muy cercano a su jefe. El dejar de premiar la productividad crea rencores que se traducen a la larga en improductividad; el premiar la productividad crea más productividad.

La categoría del local: Los precios de un restaurant gourmet no son iguales a los de una tienda de comida rápida. Probablemente los mesoneros de la primera categoría reciban grandes propinas, mientras que los de la segunda reciban poca o ninguna propina. Indudablemente que esa ficción que representa el “valor” del derecho a percibir la propina, no puede ser igual entre empresas.

Uno de los grandes defectos de la LOTTT, consiste en tratar a todas las empresas como iguales; salvo este caso y el de la protección a las diferencias entre las pequeñas y medianas empresas en una reunión normativa laboral (la cual según mi experiencia no se respeta). No todas las empresas pueden pagar lo mismo, no todas producen lo mismo y se les deba dar el trato que ameriten según su capacidad de pago.

Como vemos, todo salario debe ser “honesto”, todo salario debería seguir la lección del mesonero. En el plano real, sabemos que el mesonero que mejor te atiende es el que se lleva la mejor propina; ese que recuerda tu nombre; ese que hace lo imposible por conocer tus gustos; ese que te hace amable la velada. No puede haber igual propina (de hecho no la hay) para aquel que ni se molesta en atenderte; al que llamas mil veces y ve hacia otro lado.

Una amiga dice siempre que el salario no debe darse a los trabajadores como un “baño con manguera”. No puede haber igual salario para aquel que no contribuye y más bien perjudica la producción; no puede haber igual salario para el inexperto, para el irresponsable y para el que no entiende que de su trabajo depende el pago de su salario.

No puede haber más “baños con manguera”. En la medida en que la inflación se siga comiendo los salarios; en la medida en que el salario mínimo siga aumentando para intentar paliar un evento que es ajeno a la empresa; en la medida en que a la empresa le sea cada vez más difícil producir, el monto adicional al “mínimo” debe y tiene que convertirse en un “salario honesto”.

Ángel Mendoza / Abogado

@angelmendozaqui