Desde mi punto de vista no existe tal cosa como una coincidencia. Lo único que realmente hay es una sucesión de eventos predestinados, que analizados como una secuencia perfecta permiten a quien los quiera analizar, tener una visión clara de cualquier realidad y de qué hacer al respecto. Justamente, la semana pasada había comenzado a escribir nuevamente sobre el salario, en secuencia de mis comentarios sobre el modelo laboral venezolano pero aun teniendo una visión clara de lo que quería escribir, nada cayó mejor que el anuncio realizado por el Ejecutivo (coincidencia) para darle contexto a mis comentarios.

Quise mantener el título inicial que había pensado para este artículo pues la idea era analizar cómo el salario que está previsto en la ley como un mecanismo de remuneración, es decir, de medida de la cantidad de dinero que se da como pago por un trabajo, se ha pervertido al punto de que la gente da por sentado que se les debe por el simple hecho de existir en la nómina. Entonces, en muchos casos y por culpas diversas, los trabajadores entienden que sólo basta el contrato de trabajo para ganarse el salario, olvidando que éste se genera por el trabajo, su calidad y su eficiencia.

Sin embargo, ante el contexto de incremento intempestivo, inconsulto y hasta arbitrario de salario mínimo, este artículo pudo haberse llamado “el salario mínimo y la mentira de estar vivo”; “platero y yo” o “está bueno el pasapalo, ¿pero dónde está la cena?”.

Ahora bien, quisiera detenerme en la idea principal de estos comentarios. De acuerdo a la ley, el salario es un provecho o ventaja que recibe un trabajador por causa de su servicio. Tanta claridad del legislador abruma, con lo cual, salvo en pequeñas excepciones, si usted no presta el servicio, no se gana el salario. Sin embargo, erase una vez un país donde la gente generalmente iba al trabajo para ganar el salario; hoy mucha gente va al trabajo para cumplir horario y exigir incrementos u otros beneficios, pues en su cabeza el salario está garantizado por la simple asistencia.

Si el trabajo, en la cabeza de muchos, no impacta en el salario pues este se gana solo por el hecho de existir dado que si asisto “no me pueden botar”, ¿cómo es posible que el trabajo impacte en la sociedad? Por eso nos preguntamos ahora ¿qué es el trabajo como hecho social? ¿Qué es eso que nos hace ganar el salario pero además tiene impacto en la sociedad?

De acuerdo a la LOTTT, la riqueza es un producto social generado principalmente por los trabajadores y su distribución debe ser justa y garantizar una vida digna junto a sus familiares. Siendo así, según la misma LOTTT, esa que se firmó en 2012, el Estado tiene la responsabilidad de proteger el salario y fortalecer el ingreso familiar. Entonces, trabajo para que me pagues, trabajo para generar riqueza, trabajo para que esa riqueza que genero me sea distribuida. Pero también trabajo para que la sociedad tenga bienes y servicios que mejoren su calidad de vida; trabajo para que mis hijos vivan mejor y trabajo para garantizarme una seguridad de tener alimentos, vivienda, vestido, calzado y si queda algo, para poder entretenerme. También, si me provoca, trabajo para darme mis gustos. Si esto es así, ¿qué juega el Estado en todo esto?

El Estado, por obligación, debe proteger el ingreso garantizando que todas esas cosas para las cuales usted trabaja, sean realizables. Así, el poder de compra es un elemento necesario, pero si usted no tiene qué o dónde comprar, su poder de comprar es inexistente o se pulveriza pues lo poco que haya, por ley natural, va a ser difícil de conseguir y va a ser costoso en tiempo/dinero.

Por eso, según la propia LOTTT, el Estado por intermedio del Ejecutivo (a pesar de que a veces lo parezca, el Ejecutivo y el Estado no son la misma cosa legalmente hablando) protegerá el ingreso del trabajador y para ello podrá adoptar medidas, entre las cuales (no es la única) está decretar aumentos salariales, previa amplias consultas y conociendo las opiniones de todos los involucrados.

Si vemos las cosas en perspectiva, poco importa si incrementan el salario, pues esto es solo un elemento del poder de compra; el problema de fondo seguirá allí. Su salario no será digno pues hoy en día la riqueza no se genera con la misma rapidez y velocidad con la que se incrementan los bienes de consumo y como esos bienes no vienen de Valencia, ni de Cagua, su adquisición ya de por sí es difícil y beneficia en buena tajada al asalariado en Brasil, en Uruguay y en China.

Por eso, “la mayor suma de felicidad posible” nunca se materializará con incrementos de salario si se mantiene un sistema de relaciones laborales que, alimentado por el modelo económico, hace que los derechos laborales sean solo letras impresas en un papel.

Todo lo que se pervierte se devalúa. Esta perversión del sistema de remuneración como si se tratara de una gratificación, como si no pagáramos por el trabajo según sus condiciones de eficiencia y calidad, no está avalado ni por la Constitución ni por la romántica reforma de 2012 y esta perversión es uno de los factores que más daño le ha hecho al sistema de relaciones laborales venezolano.

Ahora, cómo última interrogante, si usted es padre de familia y ya hizo mercado, compró los útiles escolares de sus hijos y pagó el colegio con su tarjeta de crédito cuya tasa de interés es de 29%, hágase la siguiente pregunta: ¿qué hago con 15% si lo que gasté ya era más de lo que ahora gano?

Ángel Mendoza / Abogado

 @angelmendozaqui