El sábado pasado tuvo lugar un acontecimiento que merece ser resaltado más allá del contexto meramente deportivo. Me refiero al hecho de que el Atlético de Madrid quedó campeón de la Liga Española de Fútbol después de más de dieciocho años. Si analizamos ese hecho fuera del mundo deportivo, encontraremos una historia en la que el pueblo venezolano de bien (oficialista y opositor) puede perfectamente verse reflejado.
El Atlético es el hermano pobre de la ciudad de Madrid. Aún cuando cuenta con buenos recursos económicos, los mismos palidecen frente al poderío económico de su compañero de ciudad, el Real Madrid. El Atlético no hace mucho tiempo jugaba en la Segunda División y sufría serios problemas financieros que incluso lo llevaron a la quiebra y a la administración controlada de sus recursos económicos por parte de una junta interventora.
Hasta hace muy poco al equipo solamente lo conocían sus seguidores habituales. Una fanaticada fiel y sufrida que no cesa de acompañar a su equipo en las buenas y en las malas y que constituye la clave fundamental del éxito deportivo de su equipo. Sus fanáticos y seguidores nunca perdieron la fe y jamás abandonaron al equipo y mucho menos se ahogaron en críticas mal intencionadas. Por el contrario, hasta en las peores circunstancias, los aficionados nunca faltaron a un partido, apoyando, gritando y haciendo barra desde el principio hasta el final.
Esa entrega y devoción de los fanáticos fue correspondida por la dirigencia del Atlético que después de muchos desaciertos, por fin decidió utilizar el sentido común y dejar a un lado los intereses individuales para concentrarse únicamente en los intereses del equipo.
Como primera decisión, los directivos contrataron a un entrenador que verdaderamente sintiese los colores del equipo y que fuese un ejemplo de lucha, esfuerzo, trabajo y tenacidad. Los directivos pensaban, y con toda razón, que si el entrenador podía transmitir a sus jugadores esos principios y valores, de seguro los resultados serían favorables.
La unión de la fanaticada, el entrenador y los jugadores todos esforzándose y trabajando en beneficio del equipo sin mezquindades, individualismos y personalismos, hizo posible que el Atlético de Madrid, contra todo pronóstico, ganara el campeonato español. Esa unión se vio durante todos y cada uno de los partidos del campeonato, pero nunca tan claramente como el partido del sábado pasado.
En ese partido, los pocos aficionados del Atlético que habían podido entrar (el mismo se jugaba en Barcelona) no se sentaron ni un segundo en sus asientos, el entrenador tampoco, incluso no dejó de gritar y animar a sus jugadores ni una milésima de segundo. Ninguno de ellos, ni la afición ni el entrenador perdieron la esperanza de ser campeones, aun cuando a los veinte minutos de juego dos de los mejores jugadores del equipo salían del partido lesionados y literalmente, ahogados en llanto.
La confianza en el hecho de que el trabajo y el esfuerzo realizados en conjunto y unidos por una misma causa era suficiente para superar todos los obstáculos y lograr el objetivo de ser campeones de liga era tan grande, que el Atlético se sobrepuso a todas las adversidades y al final consiguió su objetivo.
Al Atlético de Madrid le tomó dieciocho años conseguir la fórmula del éxito. En Venezuela, los venezolanos de bien (oficialistas y opositores) seguimos luchando por encontrarla.
¿Qué les parece si usamos la misma del Atlético?... Unión, esfuerzo y trabajo. Ya se demostró que funciona.
Juan Carlos Varela / Abogado
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