Esta semana se espera una “nueva” ofensiva económica por parte del gobierno nacional. Nótese que las comillas están en el calificativo “nueva” y ello se debe a que han sido repetidas las veces que se ha anunciado este tipo de medidas y todas han concluido en el mismo objetivo: construir un modelo económico socialista.
En este momento el país vive una crisis mucho más aguda que las que capoteo el presidente Chávez y la receta no ha cambiado desde entonces. De hecho, éste es el segundo anuncio del presidente Maduro sobre el asunto. El primero ocurrió en medio de la refriega electoral, y por ello se concentró en la reducción de los precios de los electrodomésticos con la ya conocida intervención de las tiendas Daka, seguidas de los calzados, textiles y otra serie de rubros.
La segunda ofensiva económica no parece distar mucho de la anterior. Para el momento de escribir esta nota aún no se ha hecho el lanzamiento del Plan Económico, pero ya hay información sobre la fiscalización a supermercados y empresas procesadoras de productos alimenticios. Estas acciones ya apuntan hacia el mismo objetivo: seguir controlando los precios y por ende la economía.
En medio de estos anuncios y fiscalizaciones siempre queda el pueblo. El mismo que hizo colas en noviembre para conseguir un televisor. El que las hace hoy para poder conseguir leche, harina, café y un largo etcétera. El asunto es que buena parte de ese pueblo que hace colas son también trabajadores.
Cuando se revisan las estadísticas oficiales sobre empleo encontramos que al menos el 25% de los trabajadores se ocupan en el sector comercio, ese mismo que se ha debilitado porque o bien lo fiscalizan, o bien no consiguen dólares para importar, o peor aún, son escasos los productos que pueden comprar en el país para comercializar. Otro más de 30% de los trabajadores se ocupa en el sector de los servicios, y en contrapartida, alrededor de un 11% en el sector manufacturero, mientras que en la agricultura los ocupados no llegan al 10%. Estos datos hablan de una estructura productiva segmentada y concentrada en sectores económicos de baja productividad.
Si a lo anterior se suma un 8% de desempleados y alrededor del 45% de trabajadores en el sector informal de la economía, el resultado de la ecuación no será otro que mayor escasez, inflación y por lo tanto peores condiciones de vida para los trabajadores.
Frente a este escenario una verdadera ofensiva económica estaría más bien orientada a la reactivación productiva basada en el estímulo de la inversión pública y privada, para lo cual se requiere seguridad jurídica. Una verdadera ofensiva económica establecería reglas claras para el funcionamiento de los mercados de manera que permita el libre juego de la oferta y la demanda de manera justa. Más aún, una verdadera ofensiva económica procuraría estimular la producción de bienes y servicios hacia sectores económicos más productivos. Esta verdadera ofensiva económica consideraría además coordinarse con políticas sociales en materia educativa y de capacitación para el empleo, para que los trabajadores pudieran insertarse en los nuevos nichos productivos, pero además y quizás lo más importante, que les permitiera obtener a cambio de su trabajo un ingreso justo y suficiente para mantener un nivel de vida decente. Con una verdadera ofensiva económica los trabajadores si tendríamos motivos para celebrar este 1ro de mayo el día del trabajador.
Genny Zúñiga / Socióloga
[email protected]
@azunigaa