A veces basta con saber qué palabras emplear y cómo hacerlo para convencer a un jurado, a un consejo de accionistas o a toda una nación. Sudores fríos, náuseas, pánico, tensión muscular, tartamudeo, insomnio… ¿Conoce los síntomas? Puede tratarse de glosofobia o miedo a hablar en público. Porque enfrentarse a un auditorio es una de las situaciones que mayor ansiedad producen. Y, antes o después, a todos nos llega nuestra hora. Pero no se achique. Desde aquí lanzamos un mensaje positivo: ni siquiera el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, nació soltando un speech epatante, aunque lo parezca.

"Él es un buen ejemplo de orador que sabe gestionar sus emociones y transmitirlas. Fue educado por una madre activista de los derechos civiles que le enseñó a leer con los discursos de Nelson Mandela y de Martin Luther King. Y tuvo un padrastro, el indonesio Lolo Soetoro, que le inculcó cómo gestionar sus emociones al estilo oriental", dice Mónica Pérez de las Heras, directora de la Escuela Europea de Oratoria. Así que no pierda la esperanza.

Para dominar el arte de hablar con elocuencia, de deleitar, persuadir y conmover por medio de la palabra, son necesarias muchas horas de trabajo personal y esfuerzo. Pero no es una ciencia oculta para el común de los mortales. Quizás al principio no declame con convicción frases del tipo "No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país", que el expresidente estadounidense John F. Kennedy pronunció el día de su investidura, el 20 de enero de 1961. Aquel fue un discurso político histórico que el mandatario tardó meses en escribir. La esperanza radica en que es posible incluso aprender a destilar carisma. El presidente del Gobierno español en funciones, Mariano Rajoy, ganaría en atractivo si no juntara tanto las manos, si modulara la expresión de la cara y se moviera más a menudo, saliendo del atril para mostrar cercanía, según los expertos.

En nuestra sociedad de la comunicación es paradójica nuestra incapacidad para comunicarnos. Las palabras se utilizan cada vez con mayor inconsciencia y se les concede menos valor, según Adelino Cattani, autor del recomendable libro Expresarse con acierto, en el que afirma que la forma de expresar un acto o una idea tiene un poder inmenso, casi mágico: las palabras crean imágenes, las imágenes crean ideas y las ideas crean comportamientos. Son instrumentos inconscientes de organización, estructuración y categorización del mundo en el que vivimos. "Siempre importa cómo se dicen las cosas, por graves o insignificantes que sean", señala. Y más ahora, habría que añadir, pues un discurso, aunque sea el que un padre articula en el colegio de su hijo en una función navideña, queda inmortalizado con facilidad en un dispositivo móvil o, peor, en el canal de vídeos YouTube. Y quién sabe si puede convertirse en viral...

Gestione bien sus emociones. Muéstrese siempre sereno, tranquilo, equilibrado. No llegue nunca a la ira o a perder los estribos. La inteligencia emocional ayuda al orador a gestionar bien las emociones y a ser capaz de transmitirlas.

Emplee la postura de ‘neutralidad’. Es una posición en la que el orador está de pie, con su peso equilibrado en ambas caderas y los brazos colgando. Sus brazos y sus manos se mueven en cuanto comienza a hablar. Es la postura con la que podemos ver a los buenos oradores en el atril o a los políticos cuando posan para una foto. Da sensación de seguridad.

Utilice las tres claves de la oratoria. Naturalidad (sea usted mismo), humildad (no se crea más que nadie ni sea prepotente) y hable desde el corazón (con ganas, con pasión, con ilusión).

Consiga que su público ‘vuele’ con usted. Para evitar los discursos aburridos o las presentaciones denominadas ‘muerte por PowerPoint’ es necesario emplear buenos inicios y finales. Como dijo Winston Churchill, "el mejor discurso es el que tiene un buen principio y un buen final, y en el que la distancia entre ambos sea la mínima posible". Una anécdota personal, un storytelling o una cita pueden constituir un buen inicio o un buen final.

Prepare bien la presentación. Si usa PowerPoint, Keynote, Prezi o cualquier otro tipo de presentación visual, tiene que tener en cuenta que ese elemento no es para usted, sino para su público. Lo que no se pueda leer no se debe poner, y es preciso que el público vea de un simple vistazo lo que quiere decir.

Juegue con la voz. No podemos cambiar la voz, pero sí el uso que hacemos de ella. Hay que saber interpretar el discurso adecuadamente. Jugar con los silencios y con las pausas es mágico para enganchar al público y conseguir seducirle.

Emplee un lenguaje no verbal adecuado. Vista según la imagen que quiera dar y según el público que tenga delante. Evite gestos inadecuados (tocarse la cara, los anillos o la corbata, usar el bolígrafo, tener las manos cerradas o los brazos y las piernas cruzados) y mueva las manos al ritmo de la voz.

Adapte su lenguaje a su público. No es lo mismo hablar para niños que para adolescentes o ancianos, para médicos que para abogados o policías. Ojo con las palabras anglosajonas ante un público que a lo mejor no las conoce, o con los tecnicismos de cualquier profesión ante personas que no pertenecen a dicho campo.

Sea coherente en los tres tipos de lenguaje. El ser humano utiliza tres tipos de lenguaje: verbal (mensaje), paraverbal (voz) y no verbal (cuerpo). Para que un orador sea creíble, sus tres tipos de lenguaje deben ser coherentes e indicar lo mismo. Si un orador no es coherente, pierde credibilidad. Y, por supuesto, después de tener en cuenta todos los consejos anteriores, la base es practicar, practicar y practicar.

Actualidad Laboral / Forbes / Por Ana Franco