Algunas declaraciones científicas estiman que un 50% de nuestra felicidad en nuestra genética, por lo que por esa parte no podemos hacer nada para modificarla. Así mismo aseguran, que 10% depende directamente de nuestras circunstancias y un 40% de las actividades en las que invirtamos tiempo de forma intencional para estar alegres.
Para David Lykken, genetista conductual y profesor de psicología de la Universidad de Minnesota, en Minneapolis, la mitad de nuestra sensación de bienestar depende de lo que estamos viviendo en determinados momentos y, la otra mitad, se debe a un nivel fijo de felicidad que está determinado genéticamente hasta en un 90 por ciento y al que volvemos después de vivir sucesos dramáticos.
A principios de los 90, Lykken se puso a examinar si tenemos algún control sobre nuestra felicidad. Eligió 4 mil parejas de gemelos, algunos idénticos, algunos mellizos, para estudiar cómo difieren en grados de felicidad. Los resultados del estudio lo llevaron a la conclusión de que aproximadamente el 50 por ciento de nuestra felicidad es genética (y por tanto más allá de nuestro control directo) y que el 50 por ciento restante es una felicidad “aprendida”.
¿Qué sí podemos hacer con el 50% modificable para "Legitimar nuestra alegría"?
Expresar gratitud: Las personas alegres muestran una actitud de gratitud con la vida. Se muestran agradecidos por lo que tienen y por lo que son.
Cultivar el optimismo como forma de ver la vida: Mirar con esperanza al futuro, ver el lado bueno de nuestro presente y ser capaz de mirar hacia atrás con benevolencia, viendo las situaciones difíciles como aprendizajes.
Practicar la amabilidad, la compasión y la empatía
Cuidar las relaciones: Para cuidar las relaciones interpersonales lo mejor es dedicarles tiempo de calidad.
Desarrollar estrategias para afrontar (resiliencia): Parte de la autoestima es vernos a nosotros mismos como capaces de superar situaciones difíciles. Las personas más felices y con autoestima más fuerte perciben los problemas como desafíos. Se ven a sí mismos como capaces de afrontar las dificultades con éxito.
Hacer más actividades que realmente atraigan: Hay una relación directa entre el número de actividades agradables que hace una persona a lo largo del día y su estado de ánimo. Es tan importante dedicar un rato de ocio al día como dedicar tiempo a nuestra familia o al trabajo.
Trabajar el perdón: Una buena estrategia es escribir una carta de perdón intentando empatizar con la otra parte o contigo mismo.
Saborear las alegrías de la vida: Desarrollar la capacidad de vivir el momento y conectarse con las sensaciones de placer.
Comprometerte con nuestros objetivos: Supone dedicar tiempo a lo que realmente se quiere en la vida. Dice Bucay que “la felicidad tiene que ver con una postura de compromiso incondicional con la propia vida: lo que soy y el sentido que le doy a mi existencia”
Mirar nuestras resistencias en el ciclo de satisfacción de las necesidades o gustos: Darnos cuenta de ello, nos permite fluir con liviandad hacia lo que queremos.
Dedicar tiempo a nuestro cuerpo: Realizar ejercicio físico y practicar la atención plena contribuyen poderosamente en nuestro bienestar. Mantenerse en forma nos ayuda a subir nuestra autoestima, eleva nuestro autoconcepto, nos mantiene activos, nos ayuda a gestionar emociones y fomenta nuestra salud física y mental.
Aceptar la realidad como ES y a partir de allí realizar las modificaciones que se requieran. Ya parar de pelear con lo que se supone debió ser y no ES.
Gladys Salazar / Addhara Bienestar Corporativo
@Corpobienestar