Mucho se ha hablado y escrito sobre quiénes son los más afectados por la pandemia. Se dice que son las mujeres por su tipo de empleo, por el incremento de la violencia en el hogar, porque son las cuidadoras por excelencia… También se habla de los niños, de la brecha educativa, de su desarrollo de la personalidad por la falta de contacto social… Los jóvenes, otro grupo importante que ha perdido oportunidades laborales y educativas… También, por supuesto, se les clasifica por profesiones: el personal de salud, como el más afectado (por el alto riesgo), luego el de hostelería (por el cierre de sus fuentes de trabajo) y así sigue una larga lista. Pero esta publicación va a referirse a los adultos mayores.


En el mundo, la discriminación por edad es generalizada y afecta con fuerza a los adultos mayores. Esta situación se exacerbó con la pandemia, cuando se hizo evidente que la afectación del virus sobre este grupo de población era mucho más incisiva que en el resto de la población. Usuarios de las redes sociales, y hasta autoridades mundiales, tuvieron crueles expresiones de exclusión hacia estas personas.


Sin embargo, muchos países hacen esfuerzos importantes por desarrollar políticas que protejan a este grupo poblacional y que atiendan sus necesidades más fundamentales. Europa, es un ejemplo de que si se pueden implementar acciones encaminadas a lograr calidad de vida para ellos, no se han conseguido todos los objetivos, pero sin duda muestran resultados muy valiosos.


Venezuela, es otra historia. En nuestro país, la calidad de vida de los adultos mayores se ha ido deteriorando con el pasar de los años, hasta llegar a este instante en el que este grupo que, en general, debería estar disfrutando de su jubilación, tiene una pensión que apenas pasa de $1 dólar y, la mayoría, se está moviendo en un economía a la que apenas logra seguirle el paso.


La situación es tan grave dentro de este grupo etáreo, que un trabajo denominado Evaluación rápida de necesidades para las personas mayores en el país, realizado por Convite -una organización que ha estado abocada a promover los derechos de las personas mayores, entre otros objetivos-, señala que los adultos mayores expresan que su mayor prioridad-necesidad, en este momento es el EFECTIVO… el efectivo es más importante para estas personas que las medicinas o alimentos… así de insólita es la situación venezolana.


Este trabajo también indica que el 67% de las personas mayores dependen de familiares y amigos para cubrir sus necesidades básicas, evidencia de que el Sistema de Seguridad Social del país se fue al garete y sus pensiones, no tienen ningún poder adquisitivo.


El impacto de la emigración


El éxodo venezolano ha tenido un importante efecto sobre todo el país, pero la población de adultos mayores ha sido no afectada, sino colisionada, por este fenómeno. Personas solas, sin familia a la cual acudir y muchos otros a cargo de nietos, sin la energía ni la capacidad económica requerida para tal responsabilidad.


En los últimos años, si bien parte de los adultos mayores estaban recibiendo remesas por parte de sus hijos y otros familiares fuera del país, esta situación cambió con la pandemia (ya venía en franco deterioro desde la hiperinflación). El envío de dinero hacia Venezuela ha mermado contundentemente y este grupo de población si algún ahorro tenía lo ha estado consumiendo, y ahora se encuentra sin opciones de ingreso.


En recientes declaraciones, el director de Convite, Francisco Cabezas, señaló que esta situación ha empujado a los ancianos hacia la economía informal. “Vender café o algún tipo de producto, planchar ropa, cuidar niños, o pedir en la calle”, son algunas de las actividades que están llevando adelante estas personas. Pero además, debemos tomar en cuenta que en la evaluación hecha por esta organización se da cuenta de que casi la mitad de la población mayor tiene alguna discapacidad.


Qué hacer


Por supuesto que la responsabilidad fundamental de darle solución a esta problemática recae sobre el Estado. Resolver las causas que originan la hiperinflación, fortalecer el Sistema de Seguridad Social,  desarrollar políticas públicas dirigidas a la atención de las necesidades de los adultos mayores, son temas que deben ser abarcados desde el Estado.


En esta situación de emergencia implementar programas paliativos como bonos, ayuda humanitaria y otros, podrían mitigar los graves problemas que enfrentan los ancianos… pero no parece que esa sea la voluntad ni la intención de quienes tienen el poder.


Mientras tanto, la sociedad en general también en modo superviviencia, qué puede hacer. Pues desde cada espacio en que el que nos desenvolvemos debemos organizarnos para apoyar a los ancianos, en nuestros edificios, nuestras comunidades, ofrecer parte de nuestro tiempo a organizaciones que trabajan para proteger sus derechos… es un deber de cada uno de nosotros.


En este momento, tienen un riesgo adicional que es su gran vulnerabilidad ante el virus. Cuando todo comenzó mucha gente los apoyaba para hacer compras u otras actividades, pero con el tiempo esto se ha debilitado. Tejer redes de apoyo en nuestras colectividades es importante para darles una mano.


Todo esto sin abandonar la lucha por los derechos de todas las personas. No podemos conformarnos con una situación como la que tenemos, continuar alzando la voz para que en el mundo se escuche que Venezuela está de pie, es un compromiso con nuestro país y con nosotros mismos.


Noemí Cendón / Periodista Actualidad Laboral


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