La prestidigitación (DRAE: arte de hacer juegos de mano y otros trucos para distracción del público) tiene como acción culminante lograr la desaparición de cosas, aves, animales y hasta personas. Se conocen pocos casos en los que los prestidigitadores hayan logrado hacer desaparecer de golpe y porrazo una categoría entera de productos, pero el equipo económico del gobierno logró la hazaña.
Así fue; a las 24 horas de entrar en vigencia la disposición que amenaza con penas dignas de mejor causa a los expendedores, en 24 horas los huevos habían desaparecido de auto mercados y panaderías. En el mercado popular de Quinta Crespo, por lo menos un comerciante prefirió destruir su inventario ante los ojos de las huestes del Sundde. En el Táchira, según declaró el Presidente de los pequeños avicultores de esa región, sus afiliados optaron por solo vender “el combo gallina” donde con el cartón de huevos había que comprar la gallina ponedora para que el consumidor siguiera alimentándola.
De inmediato los únicos canales restantes eran los comerciales, es decir las panaderías para materia prima de sus dulces y panes, que aún no están regulados, y los restaurantes y areperas, único lugar donde de ahora en adelante usted podrá comer unos huevos fritos o revueltos. Si desea hacerlo en su casa le queda la opción del mercado informal, pero, ojo, que ahí corre el riesgo de intoxicación al no saber si lo que compra ya está pasado. Pero la distorsión no ha terminado, porque pronto afectará también a la carne porcina que también ha sido regulada intempestivamente.
Estos desaciertos nos confirman que la única forma que queda para salir de este entuerto es una reforma monetaria profunda, vale la pena recordar lo que sucedió en circunstancias similares en Alemania cuando en 1948 Ludwig Erhard entonces Ministro de Economía liberó la economía: “El intento de detener la inflación en aquellos años de posguerra apelando a la limitación de precios y el control económico estaba condenado al fracaso…. En todos los campos la vida económica dio comienzo, como a toque de campana, con el día mismo de la Reforma Monetaria. El mercado negro desapareció súbitamente, los escaparates rebosaban de artículos, humeaban las chimeneas de las fábricas, por doquiera en lugar del silencio mortal de las ruinas, había estruendo de máquinas”.
Esto solo sucederá cuando cambiemos a los prestidigitadores que tenemos por economistas que saben lo que se traen entre manos.
Aurelio F. Concheso / Ingeniero
@aconcheso