20-11-2017
Algún día en el no tan lejano futuro se hará un análisis forense del actual esquema económico que, a falta de mejor nombre podríamos llamar el Plan Económico Podemos en honor a la organización política española que ha logrado enquistar a uno de sus técnicos en los corrillos de Miraflores y quien al parecer tiene la última palabra cuando de impedir que la cosas cambien se trata. Al menos eso es lo que dan a entender con desaliento mentes más sensatas desde el seno del mismo Gobierno, frustrados por la resistencia a siquiera el más mínimo cambio en el camino que nos conduce al abismo.

Los rasgos fundamentales del PEP son sencillos pero devastadores: mantén a ultranza un anclaje cambiario férreamente controlado a Bs 10 por dólar, no importa a qué precio llegue el dólar libre, paralelo o negro; alimenta ese cambio irreal con todos los ingresos en dólares de PDVSA y de sus socios, para que la primera quede postrada, y los segundos se mantengan de brazos cruzados sin invertir hasta que las cosas cambien, permitiendo así el colapso de la producción petrolera. Financia ese desequilibrio en las cuentas de PDVSA con préstamos nunca reembolsables del Banco Central en bolívares para que la liquidez agarre vuelo y le dé a los más lerdos de la sociedad la sensación de tener más dinero en el bolsillo. Finalmente, para garantizar el desequilibrio de las cuentas públicas y fomentar el contrabando de extracción de combustibles, congela el precio de la gasolina por debajo de los $0,0001 el litro y además continúa regalando cuanto puedas de ese vital liquido, ahora importado parcialmente de EEUU, a precios internacionales, a los hermanos en socialismo cubanos.

Al parecer el plan está logrando sus objetivos: en este, el cuarto año de recesión, ya la economía se ha contraído 40%, 10% de la población ha engrosado las filas de la diáspora, y lo mejor de todo es que quienes lo han hecho son los más jóvenes y ambiciosos, esos que son más difíciles de meter en cintura en el contexto de un plan de tierra arrasada. De inmediato sobre los escombros construye un mundo de hombres nuevos, gallineros verticales urbanos, y unidades productivas comunales de baja tecnología y menor productividad manejadas por personas suficientemente dóciles como para que no se quejen.

Lo que corona con bombos y platillos el plan es la faceta que se está desarrollando de manera acelerada ante nuestros ojos: la destrucción casi total de los medios de pago, que una vez logrado puede llevarnos a la etapa, tal vez añorada, de trueque primitivo. Los números indican que estamos cerca.

Hace nada más un año, la liquidez total expresada en dólares libres de Bs 1,760 por dólar de ese momento era $4,364 millones y los billetes en circulación sumaban $345 millones, cifras ya insignificantes para lo que en un pasado no muy lejano era la cuarta economía de la región. Al 11 de noviembre de este año, con el dólar libre a Bs 52,100 el circulante total ha descendido a $ 1,240 millones, y los billetes a tan solo $ 70 millones, menos que los activos de un banco pueblerino en cualquier economía capitalista. Con los aumentos de liquidez que seguramente vendrán en las próximas semanas, y un dólar libre que paso la cota de los Bs 60,000 como cuchillo caliente en mantequilla es de esperarse que para fin de año el circulante experimente otro bajón espectacular.

Claro que los economistas, esos mismos que empiezan tímidamente a admitir que “podríamos “ estar ya en hiperinflación, les dirán que el dólar libre es una medida exagerada y habría que usar como conversión la Paridad del Poder de Compra. A ellos les decimos: revisen sus cálculos porque a la velocidad con que se avecina la implosión monetaria, seguramente esa implosión estará moviendo la PPC con más velocidad que con la que ustedes logran medirla. Hagamos votos porque los brujos de Podemos salgan de Miraflores antes de que eso suceda.

Aurelio F. Concheso / Ingeniero

www.laotraviarcr.blogspot.com

@aconcheso