En mi ruta al trabajo paso por dos embajadas y llama mi atención la identidad (aunque con marcada distancia) de la gente que espera en su línea por un trámite como aquellos en las colas de los productos escasos. Impresiona mucho las caras, los gestos y la actitud de toda esa gente que espera impaciente, sin límites de edad y carpetas en mano, la "visa para un sueño".
Este trámite, en muchos casos solo lo acompaña la esperanza de encontrar un mejor futuro en esa tierra ajena, sin promesas, sin planes, con la convicción de irse obligados por los vientos que hoy nos soplan hacia la incertidumbre.
Este panorama que veo a diario refleja un fenómeno que golpea silente, paulatina y sistemáticamente a las organizaciones venezolanas: el éxodo laboral de cara a la crisis. Es que no tiene sentido negarlo ¡estamos en crisis!
Pero sorprende cómo las empresas se niegan a afrontar este problema, entregadas a la opinión de que nada logrará retener a su gente. Lo preocupante no es que la gente se vaya, lo espantoso es que 99.9% de la gente quiere irse o ya lo hizo.
Este comportamiento se asemeja realmente a gente que huye, despavorida, sin importarles lo que dejan y lo que podrían afrontar. Cualquier cosa es mejor, dicen. Esta vez sí podríamos estar hablando de la emigración más grande de la historia, en un país que nunca ha visto partir a sus hijos y que en su lugar recibió con brazos abiertos a todo quien quiso venir.
Esta emigración nos deja sin la gente necesaria para afrontar la crisis y construir (o reconstruir) el país. Es la respuesta contundente del personal calificado a un país que le deja sin oportunidades de crecimiento y progreso, pero también es la respuesta en algunos casos a la sensación de quedarse sin esperanzas pues si no las tiene el país, tampoco las ofrece su empresa.
Yendo al grano, no quiero hablar de lo obvio. Es obvio el deterioro de la calidad de vida, la falta de oportunidades y la dolarización de la economía, como realidades que truncan cualquier oportunidad de desarrollo. Pero no voy a hablar del millardo de razones por las cuales cualquiera se “iría demasiado”, incluyéndome. Voy a hablar de solo cuatro razones por las cuales las empresas deberían preocuparse por retener (pues es imposible detener) la emigración masiva que sufrimos.
1) tu gente es tu gente: cuando se capacita a un recurso, se invierte mucho tiempo y el tiempo como dicen es dinero. Mucha gente podría querer quedarse pese a la crisis si tiene oportunidades de crecimiento profesional o si le ofrecen posibilidades de capacitación financiada o subsidiada por la organización. La mejor herramienta de retención es el agradecimiento. Si ya has invertido tiempo y dinero en el mejoramiento de tu gente, con mayor razón tienes mil razones para tratar de retenerlos. Si solo has invertido en unos pocos, es hora de ponerte democrático, pues nunca sabes quién será el próximo en irse de la organización.
2) el dinero no es lo único que importa: muchas organizaciones sin darse cuenta se convierten en entes burocráticos donde es prácticamente imposible ascender y donde incluso es pecado la idea de pretender crecer o diversificarse y aprender sobre otro departamento del negocio. Déjale a tu gente la oportunidad de reinventarse, de darte ideas para abordar la crisis; dales espacio para que te cuenten sus expectativas, sus sugerencias y véndeles que pueden vivir su sueño en tu organización. Dales chance para que ayuden y aprendan haciendo lo que les gusta más o lo que no han tenido oportunidad de probar. Mucha gente valiosa tiene ideas que pueden hacer a la empresa más productiva y nunca los escuchan. Piensa que todos deseamos un trabajo interesante y retador.
3) prende la máquina de la felicidad: Los de Google crearon un sistema para detectar, con cierta objetividad, si su gente es feliz. La empresa no es responsable de los males del país, pero ¿hemos visto si somos responsables de algunos de los males de nuestra gente? ¿Revisamos constantemente como mejorar el bienestar de nuestra gente? El bienestar de tu gente es el de tu empresa; el balance vida/trabajo es muy importante y con pocos recursos se puede lograr trabajadores más felices. Es el café de la mañana; es el compartir; es el preguntarle a la gente cómo se siente. Cierto que vamos al trabajo a trabajar, pero el trabajo es parte de la vida y como somos humanos debemos tratarnos como tal.
4) la empresa es tu país: Es indudable que hoy hay menos oportunidades para la gente. ¿Pasa lo mismo en tu empresa? Solo el gobierno tiene “control” sobre el país, pero nosotros somos dueños de la empresa y la gente depende de sus líderes. ¿Vendemos esperanza a nuestra gente? ¿Predicamos y cumplimos nuestros valores? ¿Sabemos si nuestra gente comparte nuestros valores? En las empresas a veces existe impunidad, injusticia, inequidades y si criticamos el modelo por estas desgracias, es hora que lo arreglemos aguas adentro. Siempre es posible hacer entender a nuestra gente la importancia de su trabajo y la trascendencia de nuestro negocio y crearles un plan posible según sus esperanzas para que puedan crecer en nuestra organización.
Hace más de dos años se criticó duramente un video producido por jóvenes que en lenguaje peculiar narraban su significado de despedir cada vez a más amigos que se iban del país. Una de las chicas del video, que en ese momento me causó mucha gracia, hacía el ejercicio de imaginar a Caracas sin gente, como algo glorioso. Hoy me imagino a Caracas sin alguna gente de la que hoy trabaja conmigo y me da mucha tristeza. Lo que es más triste es que esto está pasando todos los días, en más y más empresas y nadie hace nada.
Con cada persona que se nos va, se va un pedacito de país, se va un voto, se va un ciudadano, pero lo más importante es que se nos va alguien valioso. Siempre, sin importar cuán efectivo sea el esfuerzo, vale la pena esforzarse por retenerlos pues si cada vez somos menos, nada va a cambiar jamás.
Por: Ángel Mendoza / Abogado
Twitter: @angelmendozaqui