25-03-2019

En el quinto año consecutivo de la recuperación de creación de empleo en España, el Banco de España ha elaborado en su informe trimestral una comparativa sobre la evolución del mercado laboral antes y después de la Gran Recesión.


El documento señala que el patrón apenas ha cambiado y que el crecimiento de la ocupación sigue sustentándose en los contratos temporales, a pesar de la mejora económica y de que todas las reformas tenían la pretensión de reducir la temporalidad.


Por un lado, el acceso al mercado laboral desde el desempleo o la inactividad continúa haciéndose mayoritariamente a través de un contrato temporal. Durante la bonanza previa a la crisis, mejoró ligeramente la proporción de personas que entraban con un contrato indefinido. Eran entre el 18% y el 20%. Sin embargo, con la crisis este porcentaje descendió al 15%-16%. Y, pese a la recuperación, se ha quedado estabilizado ahí.


Se supone que las reformas laborales de 2010 y 2012 debían haber hecho más atractivo el trabajo fijo al abaratar su despido. Sin embargo, no parece que se haya logrado fomentar la contratación indefinida. La dualidad entre fijos y eventuales está enquistada desde que en 1984 se facilitara el uso del contrato temporal.


En un mundo ideal, los economistas dicen que el contrato temporal debería servir como trampolín para obtener un puesto mejor conforme se gana experiencia. Sin embargo, eso no ocurre. El Banco de España ya incidía en que antes de la crisis incluso trabajadores con experiencia y cotizaciones elevadas sufrían la temporalidad.


Dos estudios, el de desigualdad del Banco de España y otro de Florentino Felgueroso, José Ignacio García-Pérez, Marcel Jansen y David Troncoso-Ponce, revelan que el problema reside en que, aparte de las sustituciones de mano de obra cara por barata, las empresas han tocado poco los salarios por hora que abonan. Lo que hacen es ajustar el tiempo de trabajo, utilizando a los empleados con una mayor rotación, por periodos más cortos y solo para los momentos, jornadas y horas que los necesitan. De esta forma, el número de horas trabajadas crece menos. Además de la reducción del paro, la dificultad para disminuir la desigualdad radica en que los menos formados trabajan menos horas.


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