Michael Jordan es, de forma oficiosa, el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos, pero el dinero que ganó temporada a temporada jugando al baloncesto rara vez estuvo a la altura de su categoría deportiva.
El mítico escolta de North Carolina aterrizó en la NBA en 1984 y desde entonces comenzó a deslumbrar con actuaciones inimaginables noche sí y noche también de forma constante. Por suerte para Chicago, los Bulls habían atado a Jordan con un contrato de siete temporadas —una duración de contrato imposible de firmar en la NBA actual—, así que la franquicia de Illinois pudo disfrutar de sus servicios segura de que no perdería a Jordan en mucho tiempo.
Por aquel entonces la agencia libre no existía como tal, las franquicias poseían grandes ventajas a la hora de retener a sus propios jugadores y las demandas de traspaso eran prácticamente impensables. Todo ello ayudó a que Jerry Reinsdorf, propietario, y Jerry Krause, general manager, construyeran con paciencia una plantilla que con el tiempo pudiese alcanzar el potencial suficiente para optar al título. Jordan estaba atado y simplemente se trataba de conseguir las piezas necesarias para complementarle.
Solo cuatro contratos con Chicago
A lo largo de las trece temporadas que Jordan pasó con los Bulls, el escolta firmó un total de cuatro contratos y realmente solo dos de ellos los negoció en posición ventajosa. Tras su salto a la NBA, meses después de ser elegido en el Draft de 1984, Jordan firmó el mencionado primer contrato de siete temporadas por un total de 6,3 millones de dólares.
El escolta realizó un magnífico año de debut promediando 28,2 puntos, 6,5 rebotes, 5,9 asistencias y 2,4 robos con un 51,5% en tiros de campo, pero la grave lesión que sufrió en los comienzos del siguiente curso hizo que algunos pusieran en tela de juicio un extenso futuro deportivo. Aún así Jordan se sobrepuso, regresó a las pistas antes de lo recomendado y retomó su carrera con el meteórico impulso de los 63 puntos en el Boston Garden —se mantiene como un récord histórico de playoffs de la NBA que nadie ha superado— y en la siguiente campaña, la 1986-87, se fue hasta los 37,1 puntos por noche con 40 minutos en pista de promedio.
Jordan ya era una súper estrella, imagen de empresas como Nike o Coca Cola, así que él y su agente, David Falk, fueron trabajando para conseguir una renegociación del contrato deportivo que les unía a Chicago. Finalmente, en septiembre de 1988, tres años antes que expirase su contrato de novato, Chicago y Jordan firmaron un nuevo acuerdo contractual: ocho temporadas más a cambio de 25,7 millones de dólares.
Aunque ese contrato tenía riesgos debido a la extensión en el tiempo del mismo, esta nueva firma se reveló como otro de los grandes logros en los despachos de la historia del deporte. Los Bulls se aseguraron el concurso de Jordan hasta 1996 por un promedio de 3,2 millones de dólares al año, algo que para ponerlo en contexto, se tornó en una cantidad ridícula tiempo después. Por ejemplo en la campaña 1992-93 Jordan ya no estaba ni entre los 10 mejores pagados y jugadores como Hot Rod Williams o Vlade Divac ganaban más que él. La cosa fue empeorando para Jordan, pues en el último año de aquel contrato, disputando la que para muchos sigue siendo la mejor temporada de un equipo de baloncesto con las 72 victorias y el anillo, Jordan ganaba poco más de la mitad que hombres como Danny Manning o A.C. Green y el salario de Patrick Ewing (18,7 millones) quintuplicaba el suyo.
Así las cosas, cuando llegó el momento de negociar el tercer contrato entre Chicago y Jordan, el deportista preparó el primer momento de su carrera en el que era agente libre para afilar el cuchillo. Ya no estaba dispuesto a conceder la más mínima rebaja a la directiva de Illinois. Aprovechando que en ese momento no existían los salarios máximos pese a si estar vigente un límite salarial, Jordan se sentó a negociar en julio de 1996 como vigente MVP y campeón de la NBA con una cifra en mente: 25 millones de dólares al año.
En un primer momento los Bulls llegaron a plantearse rechazar un acuerdo por tal cantidad, pero no les quedó más remedio que aceptar ante la posibilidad de que New York Knicks aprovechase la situación para conseguir al mejor jugador de siempre. Jordan había nacido en Brooklyn, los Knicks poseían un buen equipo y New York tenía el suficiente glamour y dinero como para tantear al escolta con una cifra que por aquel entonces se habló de que superaba los 20 millones de dólares anuales. Finalmente Chicago y Jordan se entendieron con un contrato de un año por una cantidad que sobrepasaba todo lo imaginado, 30,1 millones de dólares.
Aquello se vio como una locura que en parte corrompía el sistema NBA. Jordan había sido infravalorado económicamente durante gran parte de su carrera deportiva y los Bulls compensaban esos años con un extraordinario contrato, pero la cantidad estaba fuera de toda lógica ya que el límite salarial de cada plantilla durante la campaña 1996-97 era de 24,4, millones de dólares y él superaba con creces aquel límite por sí solo.
Sin embargo eso no detuvo a Jordan. Cuando al año siguiente tocó de nuevo negociar regresó por sus fueros: aumento del 10 por ciento y 33,1 millones por jugar un año más o probablemente se retiraría. Chicago volvió a acceder, reunió al grupo in extremis —hubo épocas en las que Scottie Pippen estuvo más fuera que dentro y y Dennis Rodman firmó su renovación siete días antes de comenzar la temporada— y el límite salarial de la NBA volvió a quedar ridiculizado por el contrato de Jordan: 26,9 era el límite y 33,1 los millones que Jordan percibió, los cuales superaban la nómina completa de 19 equipos.
Trasladando aquel salario a 2017 después de años de crecimiento e inflación, Jordan percibió en la campaña 1997-98 lo que en este momento equivaldría a prácticamente 67 millones de dólares. De hecho ha habido que esperar a la campaña 2017-18, 20 años, para que un jugador percibiese un salario anual superior. En concreto son dos jugadores: Stephen Curry (34,6) y LeBron James (33,3) tienen el honor de ser los primeros que superan lo percibido por Jordan en un curso NBA, aunque en términos absolutos esa cantidad aún siga muy por debajo de lo que Jordan ganó dos décadas atrás.
Aquello derivó en dos cosas: el tercer campeonato seguido y sexto en ocho años para Chicago Bulls y el lockout de la NBA como respuesta. Los salarios máximos se convirtieron en una característica que los propietarios de las franquicias consideraban imprescindible instaurar para poder mantener el equilibrio deportivo y económico en años venideros y la lucha por modificar el convenio laboral trajo consigo uno de los periodos más nefastos de la historia de la liga, con meses de competición perdidos, el All-Star 1999 anulado y una temporada regular reducida a 50 partidos. Jordan no fue el factor principal del cierre patronal —los contratos de jóvenes como Glenn Robinson o Kevin Garnett influyeron—, pero sí colaboró decisivamente a que se crease el caldo de cultivo idóneo para enfrentar las posturas entre jugadores y propietarios.
Al poco de anunciarse el fin del lockout en enero de 1999, Michael Jordan confirmó su retirada de la NBA y los Bulls desmantelaron el equipo.
El retorno, con Washington
En 2001, dos semanas después del histórico 11-S, Jordan anunció oficialmente que volvía a la NBA, aunque esta vez había un cambio importante y es que por primera vez en su carrera profesional jugaría para otro equipo distinto a Chicago, Washington Wizards.
El retorno de Jordan no pilló por sorpresa a nadie ya que se venía rumoreando desde que meses atrás comenzase a entrenar de nuevo. Además quedaba claro, a sus 38 años, que no lo hacía por dinero. Jordan ganaba decenas de millones de dólares anualmente gracias a sus patrocinadores, principalmente Nike, y acordó con Washington un contrato de dos temporadas con un modesto salario de un millón de dólares por cada uno de los cursos, cuya cantidad del primer año fue donada íntegramente a los esfuerzos realizados por reparar los daños producidos por los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
La suma de nóminas que Jordan percibió por jugar al baloncesto durante 15 temporadas de NBA llegó a 93,6 millones de dólares, aunque como se ha visto el grueso de esa cifra fuese ingresada durante dos campañas, las únicas en las que consiguió ser el jugador mejor pagado de la NBA.
El total en salarios abonado por Bulls y Wizards palidece ante lo que ha ido ingresando desde 1984. Sus ingresos totales actuales se calculan entre 1.300 y 1.700 millones de dólares de acuerdo a Business Insider y otras publicaciones económicas y solo en 2015 percibió algo más de 100 millones de dólares como parte del acuerdo que mantiene con Nike por su marca Jordan.
Stephen Curry es una de las caras de la NBA hoy en día, pero sus zapatillas Under Armour, en mayor parte un éxito, vendieron 18 veces menos pares que la marca Jordan durante 2015.
Actualidad Laboral / Con información de nbamaniacs.com