Los migrantes centroamericanos en Estados Unidos viven una doble tragedia: los que se quedan en ese país, epicentro del COVID-19, en condiciones precarias y más expuestos al contagio y los que con los sueños rotos vuelven deportados. Más de 54 vuelos de migrantes deportados han aterrizado en países de Centroamérica, entre marzo y abril, en plena crisis sanitaria.
Los que se quedaron, enfrentan una realidad precaria, con pérdida de empleos, hacinamiento, sin acceso a salud. Los que regresan, deportados, estuvieron en muchos casos expuestos a riesgos de contagios en cárceles, centros de detención y en la propia travesía de regreso.
La administración de Donald Trump ha estado -de hecho- exportando el COVID-19 a Latinoamérica al seguir enviando vuelos con migrantes deportados a 11 países de la región, denunció el centro de pensamiento Center for Economic and Policy Research. Entre marzo y abril, ICE Air ha realizado al menos 21 vuelos con deportados a Guatemala, 18 a Honduras, 12 a El Salvador, 6 a Brasil, 3 a Nicaragua, Ecuador, Haití y República Dominicana; y 1 vuelo a Colombia y Jamaica. Ello, denunció la organización, representa un grave riesgo para la salud pública de esas naciones, ya que se ha comprobado que muchos de ellos vienen contagiados.
A finales del mes de abril, se registraban alrededor de 1.000 salvadoreños deportados desde Estados Unidos, en medio de la crisis sanitaria, a los que han trasladado a centros de cuarentena, por un periodo de 30 días, expuso César Ríos, director ejecutivo del organismo no gubernamental Instituto Salvadoreño del Migrante (Insami).
Desde Guatemala, Ursula Roldán, directora del Instituto de Investigación y Procesos Dinámicos Globales y Territoriales de la Universidad Rafael Landívar, y miembro de la Red Jesuita de Migrantes para México, Centroamérica y Estados Unidos, se pronunció a favor de detener las deportaciones desde Estados Unidos, ya que representan un grave riesgo para la salud pública, al no tener certeza de su condición sanitaria.
Para los que permanecen en Estados Unidos, la realidad está siendo igualmente crítica por su vulnerabilidad, en términos financieros y de salud. El efecto del desempleo sobre ellos será severo. Se anticipa que en algunos sectores la pérdida de empleos será enorme, en un rango del 30% al 80%, ya que sus activos líquidos son limitados, a lo sumo para mantenerse seis meses, y lamentablemente los sectores más afectados serán servicios e industria, donde se desempeña la mayoría de la población migrante centroamericana”, dijo Manuel Orozco, especialista en temas de Migración y Remesas del centro de pensamiento Diálogo Interamericano.
El prestigioso diario The New York Times expuso la tragedia que viven migrantes de distintas nacionalidades en Nueva York, el epicentro del COVID-19 en Estados Unidos. En un amplio reportaje, enfocado sobre todo en el centro de Queens, confirmó que indiscutiblemente la pandemia ha afectado de manera desproporcionada a los trabajadores latinos, a los empleados de restaurantes y a las personas de limpieza, llegando a constituir el 34% de los fallecidos en Nueva York, el porcentaje más alto de cualquier grupo racial o étnico.
Por su parte, el organismo Centers for Disease Control and Prevention (CDC), rector de la salud en Estados Unidos, confirmó en su reporte del pasado 29 de abril que -a esa fecha- la cifra de casos positivos de coronavirus superó el millón de personas en ese país, y de estos, alrededor de 96.681 son de origen hispano/latino.
Valoró que los migrantes centroamericanos son un sector muy vulnerable a la pandemia del COVID-19, ya que la mayoría permanece en Estados Unidos en una situación migratoria irregular, no tienen contratos de trabajo, no gozan de seguro médico, no asisten a los centros médicos por temor a ser deportados y no son beneficiados con programas de subsidio por desempleo.
Además, señaló que estudios han confirmado que el 60% de los salvadoreños viven en Estados Unidos con un presupuesto anual de US$25.000, cifra que en ese país valoró que es pobreza extrema. “Para poder sobrevivir en Estados Unidos, ellos mismos han creado estrategias de sobrevivencia, por ejemplo, compartir el pago del alquiler de un apartamento de US$2.000 mensuales entre 12 o 13 personas, viviendo en hacinamiento”, dijo el experto salvadoreño. Por tanto, están viviendo en niveles altos de vulnerabilidad.
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