A medida que las economías relajan las restricciones sobre las empresas, numerosos trabajadores son llamados a regresar a sus tareas. Pero a los que se les considera expuestos a más riesgos de salud, se les podría pedir que permanezcan más tiempo retirados. Las personas de más edad, definidas como mayores de 55 años, son consideradas una categoría de alto riesgo ya que pueden desarrollar complicaciones médicas, o necesitar más tiempo para recuperarse. Tanto los gobiernos como los empleadores tienen la responsabilidad de garantizar que los trabajadores mayores, no se vean discriminados en el empleo a causa de su edad y la vulnerabilidad percibida a los efectos del virus COVID-19 .
Historia reciente
En los países miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), las personas de edad avanzada son el grupo demográfico que crece con mayor rapidez. Durante la década pasada, su participación en la fuerza de trabajo aumentó de 8 puntos porcentuales para llegar a 64% en 2018, el mayor incremento de todos los grupos de edad. Esta mayor participación en el mercado laboral contribuye al crecimiento del PIB (producto interno bruto), y mejora la seguridad del ingreso para su futura jubilación. Además, estas personas constituyen un segmento importante de la fuerza de trabajo en los países de ingresos medios y bajos; donde el empleo formal y la cobertura de la pensión son menos comunes. En cambio, la mayoría depende del trabajo informal para su ingreso.
La historia reciente sugiere que los trabajadores mayores, con menos instrucción, están en una situación más desventajosa en un contexto de crisis y recesión. Después de la gran recesión de 2007-2009, las tasas de desempleo de los trabajadores jóvenes y de los trabajadores de edad avanzada se dispararon. Muchos perdieron su empleo estable y se encontraron en una situación más precaria con menores ingresos. Pero los trabajadores mayores, necesitaron más tiempo para encontrar un nuevo empleo. Algunos optaron por abandonar completamente el mercado laboral y dejaron de buscar trabajo. Otros tuvieron que aceptar un empleo informal, más precario. Esto trajo consecuencias a largo plazo, como pérdida de los ahorros, de los ingresos procedentes de las pensiones y de la calidad de vida y la obligación de trabajar, durante más tiempo de lo planificado.
Los efectos de la pandemia sobre el empleo parecen ser hoy día aún más graves, indicando que los trabajadores mayores pueden verse otra vez duramente afectados.
¿Qué se puede hacer?
Ayudar a los trabajadores mayores a mantener sus empleos no es una cuestión de compasión. Se trata de no perder un recurso valioso y también, de proteger a estos trabajadores de la discriminación en el lugar de trabajo. En el contexto de la crisis de la COVID-19, los países deberían tomar la iniciativa y proporcionar licencia por enfermedad, licencia familiar remunerada y seguro de salud a través de programas gubernamentales; en vez de dejar estas medidas a discreción de los empleadores. Si queremos beneficiarnos del valor que los trabajadores mayores pueden aportar a la fuerza de trabajo, las empresas también deberán reconsiderar su compromiso hacia acuerdos como las horas de trabajo flexibles, y los programas de reconversión profesional.
Además, es probable que a los gobiernos les resulte menos costoso mantener a un trabajador mayor empleado, en vez de ayudarlo a encontrar un nuevo trabajo. Es posible que sea necesario ofrecer nuevos incentivos para retener a estos trabajadores; o introducir exenciones del pago de la contribución al régimen de pensiones durante la cuarentena. Podrían además, fomentar la formación técnica y el apoyo para el teletrabajo.
En la economía informal, los programas de ayuda a corto plazo para las pequeñas empresas que apuestan por mantener los puestos de trabajo pueden ser eficaces; en particular, para las personas mayores que trabajan por cuenta propia. La ayuda también puede brindarse a través de transferencias en efectivo para los trabajadores de la economía informal temporalmente sin trabajo. También será necesario reconsiderar nuestro concepto de educación, para conceder mayor importancia al aprendizaje permanente. Es posible que los trabajadores mayores que pierden su empleo, necesiten adquirir nuevas competencias para competir en un mercado laboral ajustado. Extender el seguro de desempleo y a la vez, financiar programas de formación a corto plazo, puede ayudar a la persona desempleada a encontrar otro trabajo. Subvencionar la formación en el lugar de trabajo puede ser igualmente eficaz.
Los trabajadores de edad avanzada han acumulado una experiencia de competencias y conocimientos a lo largo de la vida. Cuando el mundo regresa al trabajo en el contexto de la COVID-19, no deberíamos olvidar su considerable valor para los empleadores y para la economía.
Actualidad Laboral / Con información de la OIT