Perspectivas
Politicemos todo


¿Alguna vez has imaginado una empresa sin gente? ¿Te has puesto a pensar qué pasaría si solo los gerentes trabajaran en la empresa? ¿Has notado lo que hace el supuesto "control obrero" en las empresas sin gerentes, donde los gerentes son trabajadores que nunca se formaron para liderar o donde quien gerencia no tiene ni la menor idea del negocio?

La gestión humana se centra muchas veces en qué pueden conseguir las empresas para el bienestar de sus trabajadores; pero a la inversa ¿Alguien se pone a pensar qué pueden conseguir los trabajadores para su empresa? Por muy obvia que parezca la respuesta, no es el simple trabajo lo que se espera, pues el trabajador hace rato que dejó de esperar de su empresa simplemente el salario. La empresa también espera que su trabajador sea un pilar para su permanencia, pues sin empresa no hay trabajo y sin trabajo no hay progreso.

Algunas empresas fallan en su norte, pues no encuentran cómo enganchar a sus trabajadores, cómo retenerlos y cómo casarlos con sus valores. Otras sofocan a la gente al punto que el trabajador considera que no hay vida después de la empresa y se le hace prácticamente imposible desconectarse de su lugar de trabajo o, por el contrario, considera estos intentos como ridículos o fingidos. En cualquiera de estos casos, en el mar de letanías que se nos ha vuelto la cotidianidad, con gente identificada o no, muchos trabajadores se dan a la tarea de culpar a su empresa (o a las empresas) por todos sus males.

Si una arepa vale Bs. 120, si no hay desodorante, si hay inseguridad desatada, si el dinero no alcanza, para algunos la culpable es la empresa. Lo peor es que muchos trabajadores se comen este cuento, como si ellos trabajaran para un Ministerio. Pero por otro lado, imaginemos que la gerencia culpara a sus trabajadores por la falta de materia prima, porque se van los clientes, o por la "tercerización" que podría acabarles el negocio y costar miles de puestos de trabajo ¿Tendría esto alguna lógica? Alguien culpará a sus trabajadores, pues tuvieron la libertad de escoger por quién votar y capaz eligieron terriblemente mal. Pero al final tuvieron libertad de escoger, cosa que muy pocos tienen ya, pues ni el olor del desodorante se puede escoger.

Cualquiera puede tener un trabajo pero no cualquiera trabaja y agrega valor. Cualquiera puede tener un salario pero no necesariamente podrá vivir dignamente. Cualquiera puede ser jefe (o Presidente) pero solo pocos pueden ser líderes y generar riqueza, bienestar y valores para la sociedad. Si nos dejamos de culpas aceptaríamos que ni la empresa ni sus trabajadores generan los problemas y que para poder estar bien necesitamos un mejor país pero para ello valdría la pena politizar la empresa.

Si factores externos politizaron todo y por mero control expropian y destruyen la prosperidad, ¿por qué no politizar la empresa para que nuestra gente comparta nuestros valores, nuestras visiones y construyamos un destino común? Hace nada pensaba firmemente que debíamos sacar la política de la empresa, pero ahora, pensándolo mejor ¿por qué no politizamos todo?

Créame usted que me lee, la política no es mala. La política en la empresa no significa mandar a la gente a pensar como “burgués” o vestirse de amarillo pollito o cualquier otro color. Tal como la concebían los que la inventaron, la política es una rama de la moral enfocada en la solución de los problemas que plantea la convivencia colectiva de los hombres libres. Palabras más o menos, es el arte de conseguir soluciones que resuelvan nuestros problemas, tomando en cuenta el pensamiento de todo aquel que quiera aportar.

La empresa no puede tapar los huecos de las calles ni llevar la luz a las viviendas pero puede tomarse la molestia de explicar de dónde vienen los problemas y en la medida en que pueda ayudar a crear consciencia, valores y actitudes que nos saquen de este foso en que nos metieron a juro, en ese instante ya tendremos por voluntad propia un mejor país.

La esperanza, la gratitud, el compromiso, por ejemplo, son valores que se deben cultivar y que escasean como la harina de trigo. Gerenciar una empresa en tiempos de crisis requiere de una sensibilidad tremenda para medir a la gente en las adversidades y darles ese valor que esperan, mucho más allá del dinero, que es el espacio de desahogo y del debate, al que tanta piquiña se le tiene hoy día y que si bien no resuelve los problemas, ayuda a generar un valor para esa sociedad que es la empresa.

De acuerdo con Robert Levering, cofundador de Great Place to Work, para un empleado un Gran Lugar para Trabajar es “donde uno confía en la gente para la cual trabaja, siente orgullo de lo que hace, y disfruta de la gente con la cual trabaja”. Para poder confiar en la gente, se debe eliminar la desconfianza.

Para nuestra permanencia ante el Tsunami, nuestros trabajadores deben ser nuestros pilares y debemos enseñarles a desaprender todo lo malo que durante casi dos décadas les han vendido como cierto cuando realmente se trata de una vil treta para controlarlo todo, incluso nuestras mentes. A nadie le gustaría que lo expropien; que no le den dólares para producir; que le integren una "milicia obrera" o que le invadan un almacén para construir viviendas, si todo esto significa que se perderán puestos de trabajo, el tema es personal. Los trabajadores deben entender que la política ha hecho mucho daño, pero que la política también puede hacer bien cuando es la gente quien tiene el control, exige y demanda lo que es suyo.

La empresa es la gente pero la gente también debe sentirse dueña de la empresa; al final si te tocan el trabajo, te tocan la cartera, te tocan la arepa y la seguridad. La permanencia de la empresa es también un problema personal de los trabajadores y si no lo politizamos todo, en el buen sentido, es muy posible que ellos nunca lo entiendan y que sea otro el que nos politice si es que ya no lo está haciendo.

Ángel Mendoza / Abogado
Twitter: @angelmendozaqui