La autonomía económica se refiere al estado o el momento en que los sujetos viven de sus propios recursos económicos de forma exclusiva. Ello se distingue de otras situaciones en las que ya no puede hablarse de independencia, por ejemplo, aunque se viva principalmente de recursos propios, también se recibe (y se requiere de) la ayuda de otra u otras personas; o, la situación más absoluta de dependencia económica, cuando los recursos obtenidos provienen por completo de la ayuda o transferencias de terceros.

¿Por qué es importante hablar de estos temas específicamente para el caso de los jóvenes? Porque cuando el contexto social y económico no permite que el joven logre su independencia y tras ella, su emancipación, estamos en presencia de un contexto económico altamente precario y por supuesto, claro está, frente a un gran mecanismo de exclusión social, puesto que la construcción de la independencia y la autonomía de los jóvenes pasa sin duda por la posibilidad de generar los recursos para lograrla.

A través de la Encuesta Nacional de Juventud, estudio que llevó adelante la Universidad Católica Andrés Bello en el año 2013 es posible conocer aspectos básicos relacionados con la autonomía económica de los jóvenes a partir del conjunto de indicadores, con los que es posible la determinación de la dependencia-independencia económica.

Esta fuente indagó sobre el origen de los recursos económicos que los jóvenes reciben y reveló que el 89% de los jóvenes entre 15 y 29 años obtienen algún tipo de ingreso a partir de diversas fuentes, por ejemplo, el 36% recibe sus ingresos a través de un empleo “regular” mientras que para el 13% el trabajo es esporádico. Casi 3 de cada 10 jóvenes reciben algún complemento de recursos de sus padres e incluso, un 15% de sus propias parejas. Un dato de interés es que a medida que el nivel de escolaridad aumenta, también lo hace la proporción de jóvenes que reciben apoyo de sus padres hasta llegar a los 11 años de escolaridad. Lo mismo ocurre con el nivel socioeconómico: a mejor condición de vida, mayor porcentaje de jóvenes con ayuda familiar. Evidentemente en los hogares con menos dificultades económicas, los jóvenes no se ven presionados a salir a la búsqueda de empleo y adicionalmente sus necesidades materiales son cubiertas por sus padres.

En materia de la dicotomía dependencia-independencia, los datos revelan que un alto porcentaje (46%), dependen exclusivamente de los ingresos que otras personas les aportan; 10% declaran que buena parte de sus ingresos son aportados por otras personas y sólo una parte por ellos mismos. Para un 15% la situación es inversa, es decir, la fuente principal de ingreso es generada por el joven y recibe alguna ayuda de otras personas. Solamente el 27% de la juventud venezolana declara que los ingresos que obtiene son generados exclusivamente por ellos lo cual nos da cuenta de la bajísima proporción de la población juvenil que tiene posibilidades de tener autonomía, con el añadido de que ésta tampoco garantiza la posibilidad de seguir con el proceso de emancipación dada la grave situación inflacionaria que en la actualidad vive el país.

Sin duda, este aspecto es uno de los tanto a atender en materia de mejora de las condiciones de vida de la población venezolana que además podría contribuir al proceso de reducción de la pobreza y mejora de la inclusión social.

Genny Zúñiga Á. / Sociólogo

@azunigaa