En más de un sentido, los resultados de las elecciones del 6D representan un punto de quiebre. Fue el día que se probó que las encuestas aciertan cuando las tendencias son determinantes; fue el día que se rompió el mito del control de la Nomenklatura del PSUV sobre las FANB; en el que las madres del barrio perdieron el miedo y con su indignación pusieron a raya a los otrora temidos colectivos; en el que por fin la Oposición no solo funcionó unida sino con una claridad de propósito que el país entendió y respaldó contundentemente, y fue el día en que la indignación generalizada por el manejo más torpe de las políticas económicas y sociales de nuestra historia republicana, movilizó a todo un país con una masiva concurrencia electoral de 74% propia de elecciones presidenciales.
Como colofón de todo lo anterior, gracias al abusivo “gerrymandering” de manipulación de circuitos hechos por el gobierno para garantizarse cómodas mayorías en casos de empates o pérdidas por diferencias pequeñas, una diferencia de 58-42 en el voto popular se tradujo en una relación 67-33 en número de diputados, una mayoría de dos terceras partes que pocos se atrevían a vaticinar antes del 6D. La nueva correlación de fuerzas permite iniciar la reinstitucionalización del país, retomando el equilibrio de poderes propio de las verdaderas democracias, y la función contralora del Parlamento que ha estado ausente del mismo durante dos lustros.
Solamente esta última realidad debería ser suficiente para hacer que el Poder Ejecutivo reflexione sobre el porqué de su contundente derrota, y entienda que el país está pidiendo a gritos un cambio de rumbo en la aplicación de políticas que han fracasado estruendosamente, lamentablemente las primeras reacciones no parecieran indicar que el mensaje les ha llegado. Esperemos que ese aparente desdén por la realidad sea solo un reflejo de shock ante los acontecimientos, y que pronto veamos otra actitud más cónsona con la inevitable “cohabitación” que la nueva realidad impone y de la que el país está urgido para salir del foso en que se encuentra.
El país habló claro; no somos conejillos de indias, déjense de experimentos fantasiosos, pónganse de acuerdo con la Oposición, implementen las medidas que hay que tomar, y remuevan a los incapaces que pululan en la burocracia gubernamental. Si no lo hacen, en la próxima ronda de consultas al pueblo, éste los consignará “Al basurero de la Historia” (Leon Trotsky dixit)
Aurelio F. Concheso / Ingeniero
@aconcheso