Perspectivas
Sí hay "halinapan"


En lo que considero la mayor demostración vulgar de poder desde que la revolución llegó al trono, se inició en el centro de Caracas un desalojo que supone la posibilidad real del gobierno para arreglar los problemas. Posibilidad que sin lugar a dudas no es demostración de voluntad para hacerlo.

Sin querer hacer una análisis del desmontaje (ya veremos si realmente definitivo) de la “Torre de David” y sin especular que esté relacionada con un proyecto binacional con China, lo que quiero es poner en perspectiva todas las críticas que hace la gente de la “invasión china” y el impacto que ello podría tener, siempre desde el punto de vista laboral. Desde ya les diré, prefiero mil veces a los chinos que a los “revolucionarios” como los conocemos.

China es comunista, pero no todo es como lo cuentan. Es decir, solo son “cuentos chinos” lo que dicen.

Desde el punto de vista laboral les daré unos breves datos. Existió una reforma legal en 2008 que buscó modificar las leyes para mejorar la protección de los trabajadores. A partir de allí se intentó dotarlos de estabilidad a partir del segundo contrato de trabajo ininterrumpido. Sin embargo, las relaciones laborales son controladas por una sola organización sindical (sindicato del Partido Comunista) y no hay sindicatos independientes pues no se garantiza el derecho de asociación. Aunque hay reglas laborales, los procesos de fiscalización y las sanciones para los patronos que incumplan son prácticamente inexistentes.

Pero, ¿cómo es posible que en un Estado comunista se hayan perdido los mínimos de protección laboral? La historia es muy compleja pero todo comenzó con el estancamiento de la economía china. El régimen maoísta dotaba al grueso de los trabajadores chinos de una gran estabilidad laboral y protección a cambio de obediencia y lealtad política y los derechos socioeconómicos eran manifestación, no la lucha sindical, sino de la voluntad de los gobernantes que se autoproclamaban representantes de la clase trabajadora. Con esta bandera, se restringieron al mínimo las libertades civiles y políticas.

A finales de los setenta, en reconocimiento de las severas fallas de este régimen paternalista, el Gobierno chino comenzó a liberar e internacionalizar la economía. Los beneficios laborales eran solo para los empleados del Estado y no regían íntegramente para los privados con la finalidad de desarticular por completo las prestaciones sociales para ser competitivos. Esto conllevó una mayor libertad para elegir ocupación, notables incrementos de los ingresos y mayores bienes de consumo.

Esta libertad, cuya consecuencia directa ha sido que el mercado imponga sus reglas incluso laborales, ha traído como consecuencia condiciones de trabajo (para algunos) realmente deplorables. Se han desatado bochornos con temas como trabajo en condición de esclavitud y trabajo infantil realmente inaceptables en el mundo moderno.

Sin embargo, en China hay tanta producción de bienes que abastecen al mundo entero, claro está, a costa de lo exageradamente flexibles de sus normas de protección a los trabajadores. Pero aun cuando están poco protegidos, según cifras oficiales del Departamento de Estadísticas chino, para 2013 un trabajador con ingresos bajos ganaba 11.434 yuanes al año (lo cual equivale 1.890 dólares) que convertidos a nuestra tasa de cambio SICAD II, que según algunos Tribunales aplica a los trabajadores, equivalen a nada menos que Bs. 7.878 mensuales, es decir, mucho más que el salario mínimo venezolano. En esto, parece que en China nos llevan una morena.

A su paso, el presidente chino dejó muchas dudas y una escalada de críticas que van desde las denuncias de entrega de la CVG a corporaciones Chinas con reducción del 40% de su nómina y sin sindicatos, hasta el dudoso desalojo de la Torre de David en Caracas.

Lo que sí está claro es una sola cosa, si ahora el patrono es China, agarren las alpargatas que lo que viene es joropo. Pero eso no es necesariamente malo. Aprendamos de los chinos el valor del trabajo, el agradecimiento por el dinero que genera ese trabajo, la filosofía y el metodismo con el que vienen a continentes lejanos y aprenden a cobrar en moneda local y hasta a diferenciar el “teipe” del “tirro” en menos de un mes.

La semana pasada estaba tomando el desayuno en un Hotel con unos compañeros de trabajo y nos sorprendió enormemente ver a un par de ciudadanos chinos comiendo arepas con una pasión tan venezolana que de no ser por el idioma que hablaban pudieron haber pasado por maracuchos. Bromeamos y dije, ojalá al presidente chino se le antojen las arepas también, pues de ahora en adelante “si hablá Halinapan”.

Las protecciones labores siempre son una bendición pero cuando se traducen en impunidad de los trabajadores la gente se toma sus obligaciones laborales como un favor que le hacen al patrono y se les olvida agradecer por el hecho de llevar el pan a sus casas con su trabajo, pues dan por sentado que a la empresa le toca calárselo aun cuando no produzca. Esto no pasa en China.

De este caos laboral que nos toca vivir ojalá que el paternalismo exacerbado, hoy en decadencia, no termine como en China. Pero por ahora, si la gente va a trabajar de verdad y los organismos administrativos nos van a dejar tranquilos a todos, bienvenidos los chinos.

Ángel Mendoza / Abogado

@angelmendozaqui