Ser productivo resulta más complicado si tus colegas de trabajo no se muestran tal y como son. Los impostores pueden llegar tan lejos como se lo propongan y por tiempo indefinido. Durante seis años Alicia Esteve hizo creer al todo el mundo que sobrevivió al atentado de las Torres Gemelas el 11-S; Enric Marco prolongó tres décadas su engaño: en 1978 se inventó que fue víctima del nazismo en el campo de concentración de Flossenbur. Y éstos son sólo dos de una larga lista en la que podemos encontrar a futbolistas que cambian de camiseta, novios ficticios de las grandes celebrities y jóvenes con apariencia inofensiva como Francisco Nicolás Gómez, más conocido como el pequeño Nicolás y maestro del engaño.
¿Cómo son?
Juan Carlos Pastor, profesor de comportamiento organizacional de IE Business School, asegura que "la explicación de estos comportamientos radica en el narcisismo y en personas que presentan ciertas carencias emocionales". Desde una perspectiva profesional, este experto hace una distincción entre aquellos que persiguen el poder personalizado o el socializado del que hacen gala estos artistas del engaño: "Sus objetivos, en su propio beneficio o del grupo o de la empresa, son lo que distingue a los líderes carismáticos de los que tienen una cara oculta. Los impostores que pretenden cambiar la empresa o incluso la sociedad difieren de los que persiguen una meta personal".
Este tipo de comportamientos pueden incidir en la eficiencia de un grupo de trabajo. Fernando Toledano, director del departamento de consultoría y audit de Psya Asistencia, advierte de que algunos factores que se desprenden de esta situación tienen la consideración de riesgos psicosociales de origen laboral y capacidad ya que, por si solos o de forma conjunta, pueden provocar daños a la salud: "Los comportamientos o actitudes deshonestas tienden a ser percibidos por las personas del entorno más inmediato como conductas hostiles y, quizá lo más importante, existe la tendencia a juzgar severamente el comportamiento de la organización ante estos hechos al entenderse amparados por la misma. Este último aspecto va a influir necesariamente en cómo el resto de trabajadores se sienten reconocidos, en su compromiso y en su percepción de la propia organización". Lo más grave es que todo ello incide en los recursos disponibles y, por consiguiente, en la carga global de trabajo que debe asumirse.
Al descubierto
Cortar las alas a estos impostores a tiempo es la clave para desenmascararlos antes de que sorprendan: son expertos en colgarse medallas ajenas y algunos pueden poner en riesgo tu puesto de trabajo. Andrés Fontenla, director general de Fontevalue y experto en búsqueda de ejecutivos, destaca que "la hipocresía que acompaña al impostor es siempre difícil de evidenciar porque se enmascara entre la astucia y la ficción, dominando el disimulo y puede que hasta las buenas formas".
Por esta razón, es conveniente leer entre líneas para prevenir males mayores. Pastor enumera algunas actitudes que dejan al descubierto a los impostores: "Suelen ser autoritarios; utilizan a los demás para alcanzar sus objetivos; ignoran las necesidades de los demás, a los que nunca prestan su apoyo de una manera altruista; y dividen a los grupos en los que están: apenas participan o hacen comentarios en público, prefieren hacerlo después, se sienten más a gusto maquinando entre mambalinas de manera individual, con unos y otros".
Del dicho al hecho...
Otras pistas que pueden poner en evidencia al impostor son las que lanza Marta Romo, socia directora de Be Up: "Son personas que evitan la intimidad, no profundizan en las conversaciones y aunque pueden alardear de aspectos de su vida, no hay un hilo conductor. Nunca hablan de sus fracasos ni de lo que han aprendido o pueden mejorar, sólo mencionan sus triunfos, batallas ganadas, logros...".
Maitena Servajean, responsable de la práctica de talento de Penna, dice de los impostores que son arribistas: "A la gran mayoría les guía su propia ambición. Por eso es muy importante detectar estos comportamientos en el proceso de selección. Que alguien utilice un puesto como trampolín es distinto a que sea un canal para crecer profesionalmente". Y, según Romo, la forma de hablar del impostor le delata: "En su discurso reitera el uso del 'tengo esto, tengo esto otro', y pocas veces habla de lo que siente, de cómo están. La máscara que utiliza para relacionarse con el mundo desde la falsedad y la vanidad (presentar una imagen falsa, que no es) también le anula".
Hablar y hablar
A veces, la mejor manera para dejar al impostor fuera de juego es utilizar la dialéctica de la que él hace gala en su contra. "Escuchar, preguntar, parafrasear y, de esta manera, descubrirlo por lo que es, no por lo que hace", apunta María García, socia directora general de Seeliger y Conde Consultoría, quien añade que, "de hecho las empresas están empezando a demandar este tipo de formación para que sus manager aprendan a detectar estos falsos comportamientos en sus profesionales".
El diálogo que esta coach defiende como estrategia es también, en opinión de Servajean, la mejor manera de aniquilar a los impostores: "Hay que hacerles ver que las personas independientes y que luchan por sus propias metas, tienen más posibilidades de perder que si optan por trabajar en equipo". Romo asegura que se les puede pillar "en pequeñas mentiras. Hablan de lo que han hecho con seguridad, pero se muestran inseguros si se les pide que aporten una opinión o alguna idea".
La defensa
Y, si después de todo, crees que delatar al mentiroso es la única salida, Fontenla recomienda que, "más allá del desahogo hay que preparar el terreno lo mejor posible. Contrastándolo con compañeros te alejas de la trampa de creerte poseedor de la verdad absoluta". Sin embargo, matiza que "si el caso no es muy extremo se puede resolver dando una oportunidad al supuesto impostor, pero también te arriesgas a que utilice su depurada técnica manipuladora en tu contra".
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