Perspectivas
Son como niños


Alguna vez leí que el adagio inglés “el dinero no crece en los árboles”, no tiene un autor conocido. Personas que han investigado sobre la frase sostienen que circuló por primera vez  en un artículo de prensa norteamericana publicado en 1820, cuando se estaba difundiendo la práctica de imprimir papel moneda. En ese artículo se explicaba que el dinero era difícil de obtener, que era muy valioso y debía gastarse sabiamente.

Esta frase me viene a la mente cuando con mucha sorpresa me topé con un audio de un líder sindical a quien en modo alguno pretendo descalificar, pero sus comentarios me ayudan un poco a explicar la situación económica que atraviesan no menos de un centenar de empresas quienes actualmente, deben discutir contratos colectivos o cumplir con beneficios que no saben si podrán sustentar frente a un panorama incierto y un marco regulatorio que supone, entre otras cosas irreales, una inflación cero y una estructura de costos en la cual un “beneficio” laboral puede no ser un “costo necesario”. Con inflación cero, para que se hagan una idea, no tiene mucho sentido la progresividad laboral como la conocemos en un país con una tradición de inflación de dos dígitos.

Este líder sindical, quien no sólo desconoce (o le convino desconocer para el propósito de su entrevista) la situación crítica del sector industrial en el que opera y la necesidad de sus compañeros en mantener sus puestos de trabajo, se dedicó durante 45 minutos a criticar a su patrono y a indicar que el gobierno debe poner “mano dura” frente al manifiesto “sabotaje” del empleador quien se encuentra “saboteando la producción”, obligándolos a quedarse en su casa cobrando salario básico. Desde ya la proposición del compañero es completamente incongruente y si me lo permiten lo explico brevemente.

¿Será posible que una empresa se sabotee a sí misma al punto de no querer producir? ¿No es justamente el propósito de una empresa producir y generar ganancias y prosperidad? Y hay más, ¿será posible que además de sabotear su propia producción a la empresa verdaderamente le conviene pagar salario aunque no está produciendo el dinero que soporta el pago de esos salarios?

Entonces, ¿será que en Venezuela el dinero si crece en los árboles o que las empresas producen dinero y pueden sustentar puestos de trabajo y respetar la “progresividad” de beneficios laborales aun sin producir? Por lo demás, no es por victimizar a nadie, pero cuando el compañero se refiere a mano dura, será que se olvida de la solvencia laboral, de la inamovilidad, del silencio de las autoridades frente a atropellos de trabajadores tanto a la empresa como a sus propios compañeros. Será que el compañero no está al tanto de la infinidad de permisos y certificados que debe renovar el patrono mensual, bi-mensual, trimestral y anualmente para poder operar en Venezuela, de los certificados de no producción, de las autorizaciones para liquidación de divisas.

Será que el compañero no recuerda las diversas penas de arresto y prisión que establecen las leyes y que incluso, ahora se pide a las empresas que la autoridad sea un socio privilegiado que define cuánto vale tu producto y qué es costo de producción. En este nuevo esquema no sería descabellado pensar que muchos beneficios laborales que pueden “inflar” el precio de un producto sean convenientemente considerados innecesarios para la producción con la finalidad que el control de precios sea eficiente.

Les recuerdo que la Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras no permite reducir puestos de empleo por razones económicas y tampoco es viable para esta ley mantener los beneficios reduciendo el número de trabajadores. Entonces, si el dinero no crece en los árboles ¿de dónde sacamos la plata? A qué mano dura se refiere el compañero cuando la autoridad regula toda la cadena productiva, cierra la posibilidad de incrementar la producción con los propios trabajadores y crea un marco regulatorio que hace  a las empresas depender del gobierno para poder producir. El resultado es que ya casi nada se hace en Venezuela.

La solución parece ser, recordar una reflexión que a veces dudo si hice mía o en realidad se me ocurrió (a veces quisiera creerme tan creativo pero aseguro que me la copié y no se de quién) y es que los trabajadores, en cierto modo, son como niños.

Como si fuesen tus hijos, tus empleados no saben de dónde sale el dinero con el que los sustentas y a veces, cual niños mimados, se les olvida que podrías no tener recursos para complacer sus caprichos. Con las leyes como están, los puedes considerar como tus hijos pues ahora el legislador asume que siempre vas a tener que mantenerlos, con lo cual no los puedes dar nunca en adopción, no los puedes abandonar a su suerte y peor, jamás cumplen la mayoría de edad.

Pero como a los niños, toca también aconsejarlos, reprenderlos y explicarles con todo detalle de donde viene el dinero, pues obviamente que si papá no trabaja y el dinero no crece en los árboles, algo toca hacer y si toca recortar el celular y el internet para mantener la luz, el agua y la nevera con las tres comidas, pues tocará. Tal vez, aunque suene disparatado, la autoformación “colectiva” a que se refiere la LOTTT, debería tener un componente de finanzas y de educación familiar, pues si a la empresa le toca tratar a sus trabajadores como si fuesen sus niños, cuando toca fajarse y aguantar tempestades lo menos que espera un padre es contar con sus hijos en los tiempos difíciles.

Entonces, compañero, ¿de qué mano dura me habla? Si toca aguantar para subsistir, debe entonces acordarse de que la empresa somos todos y agradezca que hoy tenga su patrono para pagar el salario, pero mañana, quien sabe.

 Ángel Mendoza / Abogado

@angelmendozaqui