Tiempos difíciles y turbulentos los que le ha tocado vivir a esta generación de venezolanos. Situación crítica que ha forzado a una gran cantidad de personas a considerar la alternativa de emigrar a otros países. Inseguridad, imposibilidad de desarrollarse profesionalmente, pérdida de poder de compra del salario y de nuestros ahorros, pérdida en nuestra calidad de vida, son las principales y no despreciables razones por las cuales muchos de nuestros amigos han decidido probar suerte en otros países. ¿Qué debemos hacer?
La respuesta a esa interrogante no es sencilla y más aún cuando en los últimos meses la situación tiende a complicarse en vez de mejorar. Una muy alta inflación que golpea nuestros bolsillos, una escasez que indigna, estancamiento económico que frustra, además de un ambiente político-social que se polariza y se crispa, dejan un escenario propicio para huir de esta lamentable realidad.
Lo que vivimos corresponde a las consecuencias del fracaso de un modelo económico que no era viable en el largo plazo, o mejor dicho, solo es viable con abundante renta petrolera y que además de abundante debe aumentar año tras año. Es un modelo que se centra de forma obsesionada por la distribución y reparto de una renta que luce cada vez más escasa y que además incentiva a que esa renta termine dedicándose al consumo, y en buena parte al consumo de bienes y servicios importados. El modelo queda desnudo cuando el precio del barril de petróleo se estanca o retrocede, limitando la entrada de renta petrolera y que se termina manifestando en inmensos desbalances y distorsiones que pagamos todos los venezolanos.
Por otro lado tenemos una crisis institucional que pocos citan. Tanto en el pasado como hoy, las instituciones no han sido incluyentes y tampoco han sido independientes. Éstas han estado al servicio de la elite de turno en el gobierno y han dejado al ciudadano a merced de un Estado cada vez más todo poderoso. Nos encontramos indefensos, sin instancias de protección, sin posibilidades de reclamo y eso nos deja desvalidos frente a las decisiones arbitrarias de un gobierno que ha tenido como práctica el lamentable tono de un excesivo control vía planificación central.
Sé que el panorama que describo no es el mejor de todos, al contrario, suena un tanto apocalíptico, pero como he apuntado en otras ocasiones la crisis que hoy vivimos marcará el fin de un ciclo que comenzó varias décadas atrás. Una vez aprendidas estas duras lecciones, los venezolanos nos convenceremos de que la manera de mejorar nuestro bienestar es a través del trabajo y de la producción, por lo que necesitamos un gobierno que apunte a garantizar el mejor marco de incentivos y regulatorio para ello.
Las oportunidades de crecer en Venezuela son inmensas. Es un país en el que queda mucho por hacer. Lo más importante es que contamos tanto con los recursos naturales y como con la gente que nos permitirán lograr el país armónico y pujante que todos queremos.
Henkel García/ Analista Financiero
@HenkelGarcia