Venezuela se enfrenta al reto más importante de su historia moderna, definir una visión compartida por la mayoría, renovar el “contrato social”, lo que implica discutir y acordar sobre los “principios y valores” como base y razón fundamental de nuestro proceder, lo cual resulta clave para organizarnos y fortalecernos como país.
En una organización, los principios y valores se constituyen en un marco orientador que influye y determina el comportamiento de sus miembros, en la medida en que reflejan sus intereses, sentimientos y convicciones. El trabajo, desde su acepción más amplia se reconoce como un principio al entenderse como la causa u origen de algo. El desarrollo y las distintas aproximaciones a la noción del “trabajo” es muestra incuestionable de lo que ha representado y representa. Los valores permiten identificar rasgos fundamentales de una organización (Nación, Estado, País o Gobierno) y deberían inspirar las actitudes, comportamiento y acciones necesarias para lograr sus objetivos.
Profundas distorsiones afectan y ponen en riesgo nuestra convivencia hasta el punto de llevarnos a desconocernos, al no vernos reflejados en los demás. Creamos soluciones al no encontrar respuesta en las instituciones, en fin, nos debilitamos a causa de la desorganización y la improvisación. Tratemos de ilustrar lo que pretendemos resaltar, para ello nos ubicaremos en las grandes políticas o estrategias que deberían servir de guía u orientación al país. Desde mi punto de vista los errores más graves los hemos cometido al orientar las acciones al “efecto” y no a la “causa” de los problemas, de ello sobran ejemplos:
La
escasez (efecto) la enfrentamos incrementando el
control sobre la cadena de producción, distribución y comercialización (especialmente la privada). Nacionalizaciones/expropiaciones o apropiaciones forzadas.
La
inflación (efecto) con control de precios e incrementos del salario mínimo (20 incrementos del SM en los últimos 10 años (2005-2015).
La
depreciación de la moneda (efecto) con leyes y sistemas para fortalecer el control de cambio. Ley de ilícitos cambiarios, sistema de administración de divisas (Sicad I, Sicad II, Simadi) e instituciones gestoras que agregan poco valor (Cadivi-Cencoex).
Otra evidencia del “estilo” o “manera de proceder” es la intención manifestada por algunos voceros del gobierno de definir mecanismos de control (Leyes, decretos o disposiciones) para frenar el problema de la “fuga de talentos” (efecto), que aunque no se ha materializado a la fecha no resultaría nada extraño.
Resulta obvio que ninguna de las acciones se centra en las causas (origen) de los problemas, todas en sus efectos (consecuencias) haciéndonos reactivos y poco efectivos, lo cual ha contribuido a profundizar en las distorsiones: “Venezuela es el país más barato para los que se les remunera en dólares y más caro para los que ganan en bolívares”.
Lo que más nos preocupa de estas distorsiones o efectos generados por los grandes problemas del país es que trastocan principios o valores fundamentales para una sociedad que desde hace ya bastante anuncia, reafirma y hace manifiesta su voluntad de salir del “rentismo” y transformarse en una sociedad productiva. Nada más alejado de este propósito que las prácticas que se incentivan (consciente o inconscientemente) y que parecen hasta naturales (de sentido común) en la distorsión. Una de estas prácticas es el “bachaqueo”, nueva palabra derivada del “contrabando” entendida como la acción de beneficiarse de la profunda desviación de la relación oferta-demanda obteniendo productos subsidiados “baratos” para venderlos “caros”, fuera o dentro del territorio, lo cual hace atractiva la actividad, que aunque ilícita por definición (estos productos no pueden ser comercializados), se ha convertido en una fuente de ingresos en el sector informal de la economía. Cabría preguntarse ¿esta actividad es una forma de trabajo o se ejerce como un tipo de trabajo? Si la respuesta es afirmativa deberíamos pasar a la siguiente ¿es realmente el tipo de trabajo que se quiere incentivar? Si la respuesta es negativa y más aún si el “bachaqueo” es fuente de debate, la conclusión es clara: no vamos por buen camino… está en riesgo el principio o valor fundamental y necesario para el desarrollo: el trabajo.
Por Josué Bonilla García / Industriólogo
@josuebonilla23