¿Cómo te sentirías si tuvieras que trabajar para un robot? Aunque la idea pueda sonar rocambolesca, sobre todo si tenemos en cuenta que la automatización del trabajo se suele tratar pensando en el trabajo manual y no en el los puestos directivos, es más factible de lo que la mayoría cree. Pensemos en algunas de las principales responsabilidades de un jefe: utilizar datos para evaluar problemas, tomar mejores decisiones que su equipo, hacer un seguimiento del desempeño de sus trabajadores y dar respuestas precisas. La tecnología no solo puede hacer sombra a los seres humanos en estas tareas, sino que ya está desempeñando un papel clave ayudando a las personas a llevarlas a cabo de manera más efectiva.

De hecho, aunque estas tareas de dirección básicas todavía puedan costarle a la inteligencia artificial (IA), tampoco puede decirse que le resulten muy sencillas a los seres humanos. Hay empleados de todo el mundo que se encuentran poco o nada implicados con su trabajo, y una labor de dirección insatisfactoria es una de las principales causas del problema. Incluso en aquellos lugares donde las oportunidades laborales abundan y las tasa de desempleo es baja, hay personas que dejan sus puestos de trabajo para trabajar como autónomos o lanzar sus propios negocios porque es la mejor manera de evitar tener un jefe. Hay cálculos académicos que indican que uno de cada dos jefes hará mal su trabajo, a menudo debido a su incapacidad para controlar tendencias tóxicas o las prácticas negativas. Para obtener una prueba clara de que existe este problema, basta buscar en Google "mi jefe es" o "mi superior es" y ver lo que opina la mayoría de las personas de su superior. La función de autocompletar arroja un abanico de alternativas traumáticas junto a cero resultados positivos, o bien muy pocos.

Es evidente, por tanto, que en el campo de la excelencia directiva, las expectativas son muy bajas. No haría falta desplegar demasiada inteligencia artificial para mejorar al jefe medio, por no hablar del mal jefe. Es como si la automatización de la conducción tuviera que vérselas con una amplia mayoría de conductores ineptos que tienen accidentes y provocan lesiones a sí mismos y a otros de forma habitual. En este hipotético caso (porque es cierto que hay muchos malos conductores y millones de accidentes de coche al año, pero la mayoría de los conductores no se estrella) los coches automáticos no necesitarían ser muy seguros para superar a los conductores humanos.

Teniendo esto en cuenta, consideremos ahora las ventajas e inconvenientes potenciales de robotizar al jefe:

Ventajas

  1. Se evitarían las peleas. Aunque la tecnología nos puede llegar a molestar (especialmente cuando no funciona) es mucho menos probable acabar discutiendo con ella que con un ser humano. Dos no se pelean si uno no quiere. Aunque un jefe robot tuviera personalidad, nunca se implicaría emocionalmente lo suficiente en una discusión, porque carecería de emociones verdaderas. Acuérdese de las veces que su jefe le ha irritado: probablemente se debiera a cómo él o ella se sentía respecto a algo que le molestaba a usted y por eso se iniciara la discusión. Por otro lado, probablemente nadie haya discutido con su ordenador o televisión cuando se hayan estropeado; y seguro que ninguno de las dos máquinas sintió nada especial por sus propietarios en ese momento. Aunque podemos sentir cosas por la tecnología (buenas y malas), esa capacidad no es recíproca. Pese a lo mucho que se habla de los ordenadores con emociones, a las máquinas nunca habrá nada que les importe lo más mínimo; esa la verdadera razón por la que son más inteligentes que los humanos. En el fondo, a las personas nos importa todo demasiado, y nuestras emociones pueden nublarnos el juicio.

  2. Evaluaciones objetivas. Aunque la ciencia del talento directivo es muy sólida, las personas en posiciones de mando suelen ir a su aire. Las decisiones intuitivas favorecen los sesgos inconscientes (y también los conscientes). Ello crea una cultura de nepotismo y politiqueo que hace sentir a los empleados como víctimas de una injusticia. Incluso cuando una persona al mando tiene buenas intenciones, a menudo es incapaz de evaluar una situación o persona de forma objetiva porque puede ser propensa a evitar los conflictos o los celos, o directamente ser incapaz de juzgar a sus empleados con objetividad. Si el desempeño profesional y el potencial se puede cuantificar (y se puede), los empleados recibirán evaluaciones más objetivas por parte de los robots que de cualquier jefes humano.

  3. Mejores decisiones. En la era de la sobreabundancia informativa, la mente humana es incapaz de procesar el ancho mar de datos disponibles para convertir la información en conocimiento. Es por eso que la empresa japonesa Hitachi introdujo un jefe-ordenador para buscar la mejor solución ante los problemas y dar instrucciones a los empleados sobre lo que era conveniente hacer. Por eso también nos sentimos hoy en día tan desinformados cuando no podemos conectarnos a internet. Por supuesto, algunas decisiones son demasiado complejas para ser automatizadas, pero la mayor parte de ellas no lo es. El padre de la cibernética, Norbert Wiener, ya dijo hace décadas que "si hay algo que podemos hacer de forma clara e inteligible, lo podemos hacer a máquina". En otras palabras, si existe un proceso o un algoritmo, la IA lo puede copiar y perfeccionar. El verdadero reto es replicar las decisiones poco inteligentes, es decir, la "estupidez natural". Puede que la última frontera para el aprendizaje de máquinas sea la estupidez artificial.


Desventajas

  1. La inteligencia artificial se puede equivocar. Los algoritmos ya toman "decisiones ejecutivas" cuando recomiendan evitar a un conductor u otro de Uber, cuando indican en qué vendedor de Amazon se puede confiar, o qué noticias debes creer en Facebook. Por eso a la tecnología se la describe a menudo como el proceso de "hacer más con menos". Sin embargo, la IA no es infalible. Por ejemplo, la conclusión de la IA de que hay menos mujeres que hombres en los puestos directivos y que un hombre negro tiene más posibilidades de ser detenido por delinquir que uno blanco podría hacerle ofrecer puestos con salarios más altos a más hombres que mujeres, y seleccionar a más candidatos blancos para un puesto. En estos casos, la inteligencia artificial seguiría careciendo de prejuicios, pero sus decisiones solo podrían ser calificadas de sexistas, racistas y proclives a reforzar los prejuicios humanos en vez de combatirlos.

  2. Un robot llega hasta donde llega. El problema no es que los robots no sean capaces de llevar a cabo tareas cotidianas, sino que no pueden con algunas de las más vitales. Por ejemplo, aunque las máquinas estén empezando a mostrar síntomas de creatividad, todavía falta mucho para que veamos a un robot imbuido de espíritu empresarial o inventando un nuevo producto. Los algoritmos pueden mejorar los "medios y los fines" actuales al conectar grandes cantidades de información a una velocidad inimaginable en un humano. No obstante, la verdadera innovación consiste en utilizar la información para encontrar nuevos vínculos entre los medios y los fines, e implica producir comportamientos inesperados. Por lo tanto, la inteligencia artificial puede sugerir en qué hotel hospedarse, pero no inventar AirBnB. Por supuesto, la mayoría de humanos tampoco hubiera podido, pero eliminar la capacidad de ser creativo y la innovación de los puestos de liderazgo haría que el trabajo fuera todavía más pesado para los trabajadores.

  3. Los seres humanos necesitan contacto humano. A diferencia de David, el niño androide de la película de Steven Spielberg Inteligencia Artificial, el cual había sido programado para amar, los robots no tienen emociones. Aun así, el problema no es que los robojefes no tengan sentimientos, es que hasta la más sofisticada de las máquinas sigue sin ser lo suficientemente inteligente como para detectar cómo se siente una persona. Un robot jamás podría entender si a un trabajador o trabajadora se le está dando mal el día porque está resfriado, o porque se ha muerto su perro. Sucede algo parecido con los jefes humanos, pero es más probable perdonar a una persona que a una máquina, porque siempre se podrá apelar a la empatía del primero. Algo similar sucede con la necesidad de aprobación y reconocimiento de los trabajadores por parte de otros seres humanos, no de un ordenador. De hecho, existen estudios que demuestran que las felicitaciones de un ser humano reconfortan mucho más que las de las máquinas.


A fin de cuentas, para gustos colores. Es posible que algunos empleados se encuentren mejor trabajando para un robot que para un humano, especialmente aquellos que tengan un trauma creado por algún antiguo jefe. Lo cual, a juzgar por el ejercicio de Google que proponíamos antes, le pasa a una cantidad ingente de personas.

Actualidad Laboral / Con información de HRB